Hace unos días, el 9 de agosto de 2020, Pablo Echenique publicó un tweet en el que decía que el feminismo era cuidar:
Este texto se puede criticar desde dos ángulos. Desde el feminismo y, dado el autor del tweet, desde la discapacidad. Desde el feminismo ya han llovido las criticas a este tweet. Mi amiga Tasia Aránguez Sánchez ya habló recientemente del tema en su columna: “El feminismo no consiste en cuidar”, publicado en Tribuna Feminista (https://tribunafeminista.elplural.com/2020/08/el-feminismo-no-consiste-en-cuidar/ ). Evidentemente, decir esto que ha dicho Pablo, es, no solamente anteponer género a sexo, sino hacer del primero la razón del feminismo al decir que el rol del cuidado es el objetivo feminista principal. Hasta yo sé esto, escuchando se aprende mucho, chicos.
Pero, mi tema es otro. Es la discapacidad. Y aquí puedo hablar con la misma autoridad que Echenique. Vamos allá pues.
Antes de empezar, quiero dejar claro que esto, en parte, también es un ejercicio de autocrítica. Ningún hombre con discapacidad nos libramos de esto, pero algunos intentamos mejorar mediante la lectura, la autocrítica y la racionalización.
En primer lugar, esa afirmación deja entre ver la infantilización de muchos hombres con discapacidad. Todos los varones, en cierto modo, buscamos siempre una madre durante toda nuestra vida. En el caso de los hombres con discapacidad, ese complejo de Edipo no resuelto es mucho más acusado. Esto es debido a nuestra eterna adolescencia y nuestra dependencia de otra persona, que, al no cuestionar los roles y, porque no decirlo, por autocomplacencia, nos gusta que sea una mujer.
Por otro lado, nuestra masculinidad normativa tiene que salir por algún lado y como evidentemente, no podemos ser hombres fuertes y viriles, usamos el chantaje emocional contra el 51% de la humanidad. De ese modo, de manera pasiva, mediante la lástima, la compasión y la culpabilidad conseguimos de las mujeres sexo (asistencia sexual) y cuidados. Género puro y duro.
En segundo lugar, para disfrazar esto de acercamiento a la mujer, fingimos estar del lado de su género, no de su sexo. Pero eso no es más que un intento de no quedarnos sin sirvientas y cuidadoras. Un caso parecido es el de la supuesta amistad de los varones gays, muy “amiguis” de las mujeres, hasta que se juntan con otros varones y la misoginia sale a borbotones y se evidencia que son amigos del género de la mujer, del estereotipo, no de su sexo. Salvo, claro está, en el caso de los vientres de alquiler, aquí el sexo si les es útil. Por eso, dicho sea de paso, no creo en el concepto de “heterosexismo”. En nuestro caso, el de los hombres con discapacidad, también aprovechamos sexualmente la coyuntura patriarcal, con la asistencia sexual, convirtiendo a la mujer en un estereotipo grotesco y una herramienta. Así, cuando nadie nos ve, cantamos aquello de: “Chúpame la minga Dominga”. De ese modo, el resto de machos de la manada nos reconocen como iguales y nos sentimos integrados. Aunque esta sensación de integración sea ficticia y no seamos más que las mascotas de la manada y de sus machos Alfas.
En ese enfoque de la discapacidad y la masculinidad encaja perfectamente el tweet de Pablo Echenique. Es muy útil imponer el género al sexo. Es nuestra forma de garantizarnos esclavas sexuales, enfermeras cariñosas y madres de sustitución. En definitiva, vírgenes y putas. Nada nuevo en el patriarcado.
Lo más grave del tweet del líder de Podemos es poner la etiqueta “feminista” a ensalzar el rol del cuidado. Y para rematar la faena machirula dice que las Feminista Radicales que critican a la Ministra Montero por olvidar el sujeto del feminismo son: “5 o 6 “feministas”.
Dicho esto, ¿por qué no apostar por nuestra emancipación y la de las mujeres biológicas revisando el rol del cuidado y quien lo debe hacer?
En primer lugar, pidamos a nuestros compañeros de sexo que se ocupen de ayudarnos en lo que no podamos hacer. Así, evitaríamos recurrir al chantaje emocional y empatizaríamos con nuestros iguales, mientras estos aprenden a desarrollar el rol del cuidado, a la par que la solidaridad con nosotros.
En segundo lugar, en vez de buscar una segunda mamá en compañeras, amigas, parejas, etc, etc …, pidamos a papá Estado fórmulas que garanticen nuestra autonomía. Una autonomía que nos haga conscientes de nosotros mismos, de nuestra autoimagen y de nuestras limitaciones. Con metas alcanzables y no fantasías de personas sobreprotegidas e infantilizadas.
Y en tercer lugar, dejemos el chantaje emocional INCEL. No querer acostarse con nosotros no convierte a una mujer en discafoba, la hace dueña de su sexualidad. No nos inventemos “techos de algodón” y aprendamos a usar nuestras herramientas de seducción. Si aún así no ligamos, aceptémoslo sin victimismo y sin convertirnos en puteros y/o proxenetas a través de la asistencia sexual.
En esta columna, me he limitado a exponer dos caminos que los hombres con discapacidad podemos tomar.
Evidentemente, al corto plazo nos puede seducir más la primera vía: mujeres sufrientes y cuidadoras que nos limpien el culo con una sonrisa y volquete de putas a través de la asistencia sexual. Y si encima le ponemos a esto la etiqueta “feminista”, mira tú que progres somos.
Desgraciada o afortunadamente, nunca me gustó cerrar los ojos, la boca y los oídos y vivir engañado, mirando mi reflejo en un espejo trucado y recibiendo falsos reconocimientos, limosnas políticas o emocionales. Es lo que tiene la dignidad, tiene un precio.