Hace unos días, presentando la asignatura de
Historia Contemporánea que este año voy a impartir a mis alumnos, mantuve un interesante debate con ellos sobre la utilidad práctica que podía tener la asignatura. Todos los años hago lo mismo, ya que lo considero un instrumento pedagógico estupendo para detectar las ideas previas que sobre la Historia pueda tener el grupo, y así poder orientar mejor las clases. Esta vez, sin embargo,
la conversación con ellos fue derivando hacia temas de actualidad, y de repente acabamos hablando de
Catalunya y la crisis que se avecinaba con el referéndum programado para el
1 de octubre. Todo surgió a raíz de que explicase la necesidad del estudio de la Historia como guía de acción para el presente. Y es que nada es nuevo bajo el Sol, y si una persona está formada en Historia estará siempre más preparada para salir airosa de los problemas que vayan surgiendo.
La Historia al fin y al cabo es experiencia, y no existe nada como eso para no volver a cometer los errores que ya se dieron en el pasado.
Mis alumnos me hicieron recordar lo sucedido el Domingo Sangriento de 1905 en la Rusia zarista, cuando un pueblo que amaba a su Zar se convirtió en antimonárquico de la noche a la mañana por la brutalidad gratuita que desencadenó Nicolas II en San Petersburgo contra su gente
Catalunya apareció así de repente en mi clase, cuando uno de los alumnos preguntó sobre qué podría pasar, y entonces otros compañeros empezaron a teorizar sobre la cuestión. La mayoría del grupo intervino, dando algunos de ellos respuestas mucho más inteligentes de las que han sabido dar desde luego algunos de nuestros políticos. Pronto salió el tema de la
victimización como argumento de legitimidad, y
cómo Rajoy con su torpe hostilidad al referéndum estaba creando más independentistas de los que nunca hubo en Catalunya.
Ellos, que llegaron solos a esa conclusión, me hicieron ver por primera vez que lo de la independencia iba en serio. La estrategia de los independentistas que hacía poco parecía imposible llegar a buen puerto podía salir bien, y es que convertir una lucha nacional en otra por los derechos civiles sí que podía tener éxito. Si Rajoy picaba el anzuelo, bien por torpeza, bien por oportunismo electoralista, o bien por ese autoritarismo que parece llevar en la sangre, los independentistas ganarían adeptos a su causa no sólo en Catalunya, sino también en el resto de España y el mundo.
Ellos, que llegaron solos a esa conclusión, me hicieron ver por primera vez que lo de la independencia iba en serio
Mis alumnos me hicieron recordar lo sucedido el Domingo Sangriento de 1905 en la Rusia zarista,
cuando un pueblo que amaba a su Zar se convirtió en antimonárquico de la noche a la mañana por la brutalidad gratuita que desencadenó Nicolas II en San Petersburgo contra su gente. También me acordé de las invasiones napoleónicas, y cómo las matanzas del 3 de mayo que ejecutó Murat para atemorizar al pueblo español no hicieron sino avivar la resistencia... bueno, en realidad se me podrían haber venido a la mente centenares de ejemplos que la Historia ha dado para demostrar que la represión no es sino un signo de debilidad del estado, y que esta, lejos de cumplir su función, en muchos casos puede generar olas de indignación capaces de volverse en contra de sus responsables.
A los días siguientes a esta reflexión la profecía que me anunciaron mis alumnos se cumplió
A los días siguientes a esta reflexión la profecía que me anunciaron mis alumnos se cumplió. Y un referéndum que ya había sido desactivado en la práctica por su falta de garantías empezó a ser tomado en serio cada vez por más gente como respuesta a las detenciones de cargos institucionales, las amenazas y -sobre todo- la presencia de miles de efectivos policiales que fueron tomados como fuerzas de ocupación, y que en algún vergonzoso caso fue despedido de sus lugares de origen con el grito de "¡A por ellos!" A pesar de todo, el 1 de octubre el pueblo catalán demostró que era capaz de superar el miedo, aunque las imágenes que nos dejaron ese día fueron brutales.
Y es que eso de poder ver a policías agrediendo a ancianos queriendo votar, o partiendo los dedos a una mujer en un colegio electoral, o abriendo cabezas a porrazos a manifestantes, no casaban mucho con eso que nos vendía el ministro cínicamente como que iba actuarse con proporcionalidad.Ese día, con todo en contra,
los independentistas consiguieron lo que parecía imposible. Catalunya ahora sí que se va a ir y poco vamos a poder hacer por evitarlo. Tomar el camino radical que proponen grupos como Ciudadanos o amplios sectores del PP no podrán sino acelerar el proceso. Y es que el pueblo catalán, si antes dudaba, ya no tiene dudas, y no quiere permanecer por más tiempo aguantando un estado que responde a porrazo limpio sus deseos por realizar una consulta. No.
No hay más que hacer. Se han ido. Y ya nada ni nadie podrá evitar que seamos extranjeros en una Catalunya, un nuevo país europeo cuya independencia tiene como máximo responsable al Presidente más inepto e incapaz que ha conocido la democracia española..
. Espero que al menos algún día se los reconozcan y le pongan una gran calle en Barcelona.