El dolor de una mujer maltratada es el dolor de todos y cada uno de nosotros, el del todas las mujeres del mundo, aunque exista gente que minimiza este gran problema social y hace burla de él o lo ve como un asunto secundario, sin demasiada importancia.
A todas luces, esas personas viven en la ignorancia o, sin motivo lógico, no logran simpatizar con la realidad vigente, con las mujeres que están padeciendo de forma cotidiana. Una mujer, una hermana, una madre, una abuela, una hija... pilares básicos y fundamentales de una comunidad que desea progresar, no pueden ni deben ser perjudicadas a causa de su género, al contrario, la sensibilidad y fortaleza de las mujeres a lo largo de los siglos nos ha demostrado -sin duda alguna- que merecen todo el respeto por parte de los demás miembros de la sociedad.
En los últimos años la educación y las nuevas leyes han ido constatando este fracaso social, esta injusticia social; a su vez, gracias a estas leyes, se ha visualizado de manera clara lo que en verdad sucede y se ha dado salida y ayuda a miles de mujeres que padecían en silencio una cotidianidad lamentable, aunque mucho queda aún por hacer ...,y se hará.
Todos y cada uno de nosotros deberíamos posicionarnos y levantar la cabeza y la dignidad ante cualquier injusticia que nos encontremos a nuestro alrededor, denunciándolo sin complejos, sin miedo, con ansia y dejando los tapujos a un lado. El compromiso con la igualdad social debe ser ahora más que nunca. Dar valor a las personas que carecen de medios para llevar a cabo ellas mismas su propia denuncia es fundamental para que la comunidad progrese y se sepa libre de sufrimiento e injusticia, porque mañana tal vez sea demasiado tarde para tomar medidas.
Nunca se puede dudar a la hora de señalar y revelar el abuso y la ilegalidad. No debemos cerrar los ojos y los oídos cuando somos conscientes de que a nuestro alrededor hay una mujer que está siendo maltratada. Este es nuestro compromiso como ciudadanos que quieren vivir en una sociedad próspera e igualitaria, sin distinciones.
Y que quede muy claro: si te retienen, insultan, acosan, atacan, pegan o amenazan, no te confundas, eso no es amor, eso es maltrato... y dolor.