La impunidad con la que los neoliberales lanzan sus ideas en debates, tertulias y mítines a base de frases hechas, léxico ramplón y nula capacidad analítica responde, indiscutiblemente, a la existencia de una sociedad inmersa en un estado de posmodernización que, obviamente, la mantiene alejada del pensamiento crítico y reflexivo necesario para contrarrestar semejante cantidad de propaganda. Con este modelo de “discurso” neutralizan cualquier tema crítico que pueda poner en cuestión el statu quo y simplifican las medidas a tomar para contrarrestar los problemas que atañen a la mayoría social como, por ejemplo, la desigualdad y la pobreza.
Es un hecho, estructuralmente contrastado, que la globalización capitalista fundamenta su crecimiento/desarrollo económico a base de incrementar la desigualdad y la pobreza. No se trata, por tanto, de una consecuencia del sistema que se pueda corregir sino, más bien, del fundamento básico del mismo para subsistir. Por eso, en los discursos neoliberales se hace siempre referencia a la necesidad de crear más y más empleos, eso sí, sin aclarar qué tipo, cómo y a cambio de qué concesión social o medioambiental.
En el desarrollo de la campaña a las elecciones de la CAM pudimos ver, en el primero de los debates (y durante todo este proceso) cómo, sin temor alguno al qué dirán, tanto PP como la ultraderecha franquista, basaron sus discursos sobre el “reto social” (tercer bloque del debate) en la manida frase que dice: la mejor receta contra la pobreza y la desigualdad se basa en la creación de empleo (según las cualidades retóricas del orador se puede expresar de otra forma). Este tipo de orador sabe que, si tiene la suerte de ser el primero en lanzarlo, no tiene nada más que explicar y el debate queda zanjado porque ¿quién en su sano juicio puede ponerle peros a la creación de empleo? Pocos, de hecho, cuando la candidata del PP hizo uso de esta idea, a la ultraderecha franquista solo le quedó espacio para hablar de la reducción del número de políticos, de sus sueldos y acabar con los MENAS. Solo le faltó, y por eso quizás no es la líder suprema del movimiento, decir algo de los sindicatos y los coches oficiales.
La realidad es que los neoliberales no quieren acabar con la pobreza y la desigualdad, aunque sus políticos no lo sepan (algunos son más posmodernos que los votantes a los que engañan), en ninguno de los territorios del Planeta. La globalización capitalista subsiste gracias, y precisamente, al incremento de la desigualdad y el fomento del terror de la pobreza. El control sobre la fuerza de trabajo es el combustible que alimenta cada día al establishment. Ellos son los que determinan dónde se produce qué cosa (sin importar el medio ambiente y su impacto en la sociedad y economía tradicional del territorio afectado), fijan su precio en el mercado y, por supuesto, las condiciones y los salarios.
Por ello, las fuerzas políticas transformadoras (y alguna reformista) combinan en sus discursos la reducción de las tasas de desempleo con, y esto es de suma importancia, la modificación del modelo productivo y el reforzamiento de todos los servicios públicos que blindan el Estado del Bienestar (el mismo con el que los neoliberales llevan mercadeando desde la década de los ochenta). Así mismo, hacen especial hincapié en financiar todas la políticas de empleo, formación y sociales a través del incremento de los impuestos a las rentas más altas y, con especial interés, sobre las rentas del capital. Acabar con los privilegios fiscales que dan pie a la desigualdad y la pobreza (ojo a esto) se antoja esencial para redistribuir lo extraído al medio ambiente y clase trabajadora. En ese sentido, los discursos de Unidas Podemos y Más Madrid quedan empequeñecidos, por no disponer de tiempo suficiente para hacer pedagogía, ante la panacea neoliberal de la creación de empleo que encaja mejor en el marco conceptual posmoderno.
En resumidas cuentas, cuando los neoliberales insisten en crear empleo para acabar con la desigualdad y la pobreza nos traslada, automáticamente, a un escenario en el que la competitividad y el crecimiento económico son indispensables. Conseguir esos objetivos pasa, según sus criterios, por profundizar en la desregulación/flexibilización del mercado laboral e incrementar los privilegios fiscales al capital para, de esta forma, hacer el territorio más atractivo a la inversión privada. La realidad es que estos estímulos económicos se traducen en empleos tan precarios y mal remunerados que, pese a jornadas de 12h diarias o contar con 2 trabajos, los afectados continúan siendo igualmente pobres.
Así las cosas, la panacea neoliberal contra la desigualdad y la pobreza en forma de empleo (del que evitan dar explicaciones) solo interesa y beneficia a los suyos. La solución para la mayoría social pasa, sí o sí, por las propuestas transformadoras que en determinados momentos la izquierda propone y, cuando les es posible, pone en marcha.