Este es un artículo que escribí en el 2012 y que nunca se publicó. Ahora actualizado deseo hacerlo llegar a los lectores de Diario16+, lo hice con motivo del 15 aniversario de la inauguración del Guggenheim Bilbao Museoa inaugurado el 18 de Octubre de 1997. Hoy se abre ante una nueva realidad, cual es la posible construcción de un nuevo Guggenheim en la comarca del Urdaibai. Analizo la influencia negativa de una pésima planificación urbanistica que también afecta a lo turístico y a las motivaciones personalistas y crematísticas que existen en su desarrollo por parte de responsables de lo público en su creación.
Desde hace ya un tiempo, los intereses ocultos aunque evidentes de una información privilegiada, las transacciones de terrenos encubiertas o interpuestas en Urdaibai, las excesivas irregularidades cometidas en numerosas construcciones, presuntas rehabilitaciones, reformas inadecuadas, alteraciones estéticas formales y texturales han sido desgraciadamente constantes durante muchos años, especialmente incluso desde la declaración en 1984 de Reserva de la Biosfera de Urdaibai de esta zona de Busturialdea que abarca a un conjunto de unos 45.000 habitantes.
Consentidas tradicionalmente por ayuntamientos del PNV, el partido dominante en la comarca, con casos escandalosos como autorizar irregularidades a un ex-lehendakari o a personajes influyentes y artistas famosos. La intervención más agresiva ha sido en Busturia en Madariaga Dorrea, deformando una arquitectura del siglo XV para un centro de interpretación de la biodiversidad, Ekoetxea inaugurada en junio de 2008. Aunque lo más concurrido, como es frecuente en este país, sea el restaurante con vistas. Todo ello a pesar de la existencia de la Ley 5/1989, de 6 de julio, de Protección y Ordenación de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai.
El Guggenheim Bilbao Museoa cuya dirección estuvo bajo sospecha por el escandaloso fraude económico cometido por su director financiero, Roberto Cearsolo Barretxea, descubierto en 2008, tiene una trayectoria muy dudosa en las contrataciones de personal entre familias de destacados miembros del omnipresente partido regionalista PNV. Desde empleados administrativos hasta el hijo de Juan Mari Atutxa, nombrado irregularmente director de recursos humanos del Museo en 1997 recién inaugurado.
Hoy para intentar remediar la crisis económica, que en ningún caso es imputable a limitaciones por la declaración de Reserva de la Biosfera, y activar el empleo en Busturialdea se intenta seducir a la población de nuevo con un proyecto-trampa, que sirve para favorecer a un clan, disfrazándolo de una fábrica de riqueza por doquier. Los insinuados nada menos que 5336 nuevos puestos de trabajo, un tercio de la población de Gernika, obligan a reforzar la atención en el “batzoki” que es el lugar donde se conceden habitualmente estos empleos en función de un curriculum de afiliación y generosidad dadivosa con el partido.
Se intenta crear un escenario virtual donde se sueña con turistas de todo el mundo que vuelvan de nuevo a Euskal Herria, si es que se enteran donde están cuando han venido, o que vengan por primera vez para, una vez visto y fotografiado el perro floreado Puppy, el edificio del museo por fuera y el atrio, verdadero y casi exclusivo sentido de la visita. Esa humanidad que al estilo del peregrinaje a La Meca al menos una vez en la vida habrán cumplido con su cuota cultural que les garantiza una existencia sensorialmente más feliz. Estos neonómadas arrastrando sus maletas rodadas crearán una nueva, ruidosa y perpetua melodía urbana: el himno a la euforia turística.
Muchedumbres inquietas que tras haber comido los consabidos pintxos entre humos de tabaco por el aire y papeles por el suelo, y pernoctar en Bilbao tal vez en el Hotel Ercilla entre toreros, fulanas y súbditos del GAL que por allí todavía pululan, o incluso en pisos patera, pasarán la noche en trance artístico esperando con gran inquietud las primeras luces del día para, tras tomar el viático (alimento para el camino), y salir presurosos a emprender el reparador viaje estético cultural hacia Urdaibai.
Los “ertzaiñak” más civilizados, aunque escasos, debidamente ataviados con boinas rojas, serán apostados en todas las paradas del Bizkaibus, Euskotren, cruces de caminos y carreteras para que los excitados e impacientes penitentes no se extravíen y acudan raudos a su predestinado destino incluso les repartirán publicidad, para menguar sus míseros salarios, de bocaterías, bares y wisquerías quizá más al gusto de los asistentes. Además,, si rebasasen el cupo ecológico por impacto de curiosos y mirones los apartarían en espera de una orden de poder reemprender la romería expiatoria.
Allí, urdaibaitarras reciclados les saludan en inglés, gud mornin les aparcaran el coche o abrirán la puerta del taxi, incluso les esperarán en la estación de Euskotren o en la parada de Bizkaibus repartiendo tarjetas y acompañando al restaurante caracterizado con vistosos carteles de inglish espoken y paneles encabezados por el rotulo del brebaje Coca Cola con fotos de platos combinados y menús, entre ellos la tradicional paella y sangría como refrescante bebida típica en al menos cinco lenguas.
Ya en la barra, junto a ejemplares de El C(h)orreo del español y Marca antes de pasar al comedor, todo en estilo neobatzoki con las televisiones, encima de tragaperras, a buen volumen transmitiendo algún partido de futbol de cualquier parte del mundo, les invitarán a una ronda de txakoli, antes de que se aposenten a comer alubias, pimientos y el pastel Gernika. Si son un grupo importante y dan alguna propina, puede ser que haya aurresku de salutación.
Muchos, miles, previa y debidamente orientados, habrán acudido a un destacado lugar arbolado y ajardinado donde se sitúa el museo mágico y ya desde fuera contemplarán que efectivamente el territorio tiene mucho verde de vegetación, azul de marisma y afectivamente que el viaje merecía la pena.
El impacto emocional ecológico naturalista habrá sido de tal envergadura “Efecto Guggenheim Urdaibai” que incluso muchos en un trance de delirio paisajístico se plantearán ante el recinto si merece la pena entrar y pagar, sufridos ya los abusivos precios de la entrada al edificio de Bilbao, porque poco puede haber ya que supere tanta hermosura en este paraíso servido como sueño.
Al fin y al cabo el lugar es irrepetible, el tiempo escaso y lo que pueda haber en el interior o muy parecido o del mismo autor, puede estar en cualquier otro sitio, basta con inmortalizarlo con un fugaz fotografía incluso torcida y a contraluz. A nadie le importará esta imprevista y reiterada renuncia. Ya han cumplido su objetivo: consumir y contribuir a la riqueza del Basque Country.
En medio de la suculenta libación, apartando un poco las cortinas de abundantes visillos amarilleados por antiguas emisiones de Farias y Partagás contemplarán el nuevo paisaje vasco, con más jatetxeak enfrente, pero aliviados por una enorme fotografía aérea de Urdaibai que preside el comedor, junto a otro televisor, que recordará como fue la comarca antes de la colonización americanizada.
Tras un buen trago de patxaran y otros espirituosos algunos, para demostrar querer integrarse en nuestro pueblo, incluso gritarán Gora ETA, sin saber lo que dicen. Al final, en la despedida se abrazarán con los nativos que en un gesto de entusiasmo estudiado les regalarán su txapela, y otras de repuesto preparadas, acompañada de unas entrañables palabras Zan yu, zan yu beri matx, en la puerta indicándoles o acompañando si es preciso, ya habrán perdido el sentido de orientación, el camino de la parada o estación, donde alguno más observador y aturdido por tanta amabilidad dirá con buena voz y tonalidad graciosa, agur,escarricasco.
En el trayecto tendrán la ocasión de detenerse un rato en las numerosas tiendas de souvenirs que proliferarán en las inmediaciones donde podrán adquirir toda la imaginería imaginable de mercancía turístico emocional, tanto propia como ajena: postales, botas de vino, alpargatas, sombreros charros, gafas de sol y cremas, quizá alguna boina de txapeldunak, camisetas del Athletic y del Barça que se venden bien, bandejas repujadas, abanicos con bailaoras y toreros y fundas para el móvil con la imagen del Guernica y el árbol.
Se precisarán numerosos buzones de correos y cubrir toda la comarca con antenas de telefonía móvil y conexión Wifi para asegurar que los relatos que las multitudes visitantes emitan en directo sus espectaculares experiencias, por banales que sean, puedan llegar raudas y nítidas a todo el orbe.
Las tarjetas de crédito dejarán un extenso y continuo reguero de riqueza y al día siguiente, habitualmente el lunes los bancos ingresarán asimismo ingentes cantidades de dinero. La felicidad social se expandirá rápida y continuamente por la comarca y el país crecerá en alegría, bienestar y prosperidad. En un clima de abundancia opulencia y ostentación se recuperarán las ganas de vivir y de acudir a este neoparaiso bascongado.
También se precisará colocar cajeros automáticos por todas partes junto a kioscos con los principales periódicos del mundo en atención a tan plurinacionales turistas y maquinas de refrescos refrigerados para apaciguar la sed producida por el empacho cultural y el otro. Además sería conveniente una nueva escuela de hostelería adecuada a la particular idiosincrasia, gusto y especialidades de los centenares de miles de visitantes previstos y lógicamente habrá que crear una escuela de idiomas para reciclar a tan “primitivos nativos”.
En estas circunstancias la Isla de Izaro sin urbanizar es un inconcebible desperdicio. Incluso alguno quizá piense en habilitar un muelle del puerto de Bermeo para el atraque de cruceros de tamaño medio desde los que en cómodas barcazas llegarían al museo dotado de un embarcadero al estilo de Venezia donde el Guggenheim tiene una sucursal en Ca´Vernier frente al Canal Grande, con lo cual la simbiosis vizcaino-veneziana sería total.
Asimismo toda la señalización viaria deberá ser trilingüe, incorporando al menos el inglés, para que no se desorienten y protesten los españoles y otros extranjeros, y en los rótulos que indican el inicio del municipio, compitiendo con el tradicional Ongi Etorri se añadirá un escueto pero inteligible Welcome. Es más, el consejero vasco de Cultura y Política Lingüística junto con el de Educación, muy preocupados por la incidencia de la inmersión lingüística en la sociedad vasca, con la nueva Ley de Educación ya han anunciado en exclusiva para Berria y Gara, la conveniencia de sustituir el euskera batua por el euskinglish, con la aprobación por silencio contemplativo de Euskalzaindia.
No obstante, de acuerdo a las recomendaciones de UNESCO, se prevé rehabilitar algún baserri significativo y estratégico para dedicarlo, en un alarde de estética y diseño abertzale, a dispensario cultural temporal. En concreto, considerando que el visitante sensible por breve que sea su estancia en este paraíso exuberante de hermosura estará sometido a tal acumulación de goces, similares a un éxtasis, en una inmersión y delirio de belleza, lo que se conoce como “Síndrome de Stendhal”, Urdaibaifilia, es necesario adoptar medidas preventivas, iniciativa mundial que tendrá un efecto muy positivo para la humanidad. Todo ello gracias al Guggenheim y los urbanizadores-destructores del PNV.
Desde la inauguración del edificio Guggenheim en 1997, se está instaurando alentada por las administraciones y exagerada repetitivamente por ciertos medios de comunicación como EiTB y Vocento el grupo de comunicación dominante y contamínate ideológicamente, una mentalidad perversa que concibe al forastero, visitante o turista, solamente como un mecanismo de gastar dinero continuamente para solucionar una economía industrial en cierto declive, en parte por excesos del pasado.
Esta mercantilista sino miserable apreciación sitúa al viajero como un objeto contributivo, extorsionable monetariamente. Y obviamente como el personaje deseado que resolverá nuestro futuro como país. No importa que perdamos la idiosincrasia por un puñado de euros. Ya lo previno urbi et orbi el supremo hechicero desde el Vaticano: Totus tuus, que podría entenderse como “todo turismo.”
Es preferible, al menos personalmente, un visitante que vea nuestro país, Euskal Herria, que se haga un bocadillo, se aloje en tienda de campaña, se desplace preguntando cosas y se interrogue sobre hechos y circunstancias socio culturales palpables, etnografía, lengua, idiosincrasia, a un turista que duerma en hotel de cinco estrellas haya desayunado ojeando periódicos antivascos, los únicos que les ofertan en estos recintos, aislado en su medio de locomoción, un taxi Mercedes con aire acondicionado y los cristales tintados, indiferente al entorno inmediato y se atragante entre los dichosos pintxos y los abusivos restaurantes de embaucadores cocineros globalizadores. Personas o más propiamente gente, masas, tropa, que recolectan multitud de imágenes digitales mirando sin ver y creyendo que han estado en el norte de España.
Ya lo anticipaba, ante el anuncio de instauración del Guggenheim, el gran creador vasco Jorge Oteiza (1908-2003): "En cambio ahora se van a exponer estas mierdas que no sirven más que para el negocio de los restaurantes”, y continuaba,"¡Qué tristeza para este pueblo convertir la cultura en un elemento para dar de comer a los turistas!”, (Deia 2/10/1991).
¡Que desgraciado sino y destino tener que acabar invocando continuamente al turista!, mendigando para que se quede un rato más y poder, con el mínimo esfuerzo y como sea, restarle más dinero para sumar rápidos beneficios. En esta reciente y ridícula súplica, devoción y veneración al turista se acabará erigiendo una escultura de homenaje en perpetuo agradecimiento por su dadivoso tránsito por nuestros caminos a modo del antiguo y tradicional humilladero: es decir un monumento a la humillación.