Para que se sepa que uno es delincuente hay que colocarle el antifaz, la boina y la camiseta a rayas. Si no, no hay forma. Cuando se abría el Tío Vivo, sabíamos que Bonifacio era un ladrón porque iba vestido de manera apropiada a su oficio y nadie podía llamarse a engaño. Aun así, algún policía despistado le contestaba que para qué quería saber dónde estaba el Banco y eso que hasta llevaba en un bolsillo un manojo de llaves y ganzúas que sobresalían un poco y quedaban a la vista.El Yernísimo, ahora Cuñadísimo, Don Iñaki, Ex Duque de Palma vestía de señor, iba de acá para allá con su Señora por lo que no necesitaba tarjetas de visita y caía muy bien a las señoras que aspiraban a que sus hijas encontraran un tipazo así, tan alto, tan atento, tan modosito. Así no hay manera.Era algo patoso, Bonifacio. Daba un poquito de pena. Un ladrón de buen corazón, decía de él su creador. Acababan cogiéndolo. Iba y venía de la cárcel, por eso no se quitaba la camiseta a rayas, su uniforme de trabajo y de descanso.Don Iñaki, para descansar, vestía ropa deportiva: corría, andaba, esquiaba, iba en yate, siempre con el atuendo apropiado para la ocasión. Se le veía en muchos eventos de este tipo, con el rostro siempre de estar al sol que más calienta, saludando en segundo plano, tras su Señora. La pareja ideal. Lo relajada que se ve a la Reina, se comentaba, desde que ésta se ha casado, mucho mejor, no hay color.Sonreía siempre, Bonifacio. Sonreía cuando empezaba su trabajo buscando un banco al que atracar; sonreía cuando rebuscaba entre sus mil llaves; sonreía cuando algún niño le hacía una pregunta incómoda; sonreía a la policía; sonreía cuando acababa el trabajo y colocaba en línea los sacos con la pasta trincada, satisfecho. Aun cuando lo cogían y acababa en el trullo sonreía.Don Iñaki sonreía siempre, también. Ponía ojitos de corderito manso. Iba y venía por el país sonriendo. Lo veíamos en televisión siempre sonriente: en Palma, en Valencia, en Cataluña, por todos lados. Sonreía y no sabíamos que éste era su oficio, en realidad. Sonreír, estrechar manos, quedarse detrás de su Señora. Y ya está. Una pasta gansa por sonreír y firmar algún papelito explicando qué es el balompié, sin ánimo de lucro, por supuesto.Bonifacio no se contentaba con estar en la cárcel. Se las ingeniaba para salir y lo conseguía, a veces. Cuando lo lograba, intentaba vender luego las sábanas que había utilizado para evadirse a buen precio porque estaban anudadas. Hasta en esto hacía negocio. Un genio.Don Iñaki se ha debido ya de oler que va a acabar en la trena. Por eso lo vemos ahora en televisión corriendo, o andando rápido. Se quiere escapar antes de entrar. Y escapar de la prensa y de todos los que antes le contestaban a su sonrisa con otra más empalagosa y falsa. Ahora ya no sonríe. Se le ha puesto cara de presidiario desde hace tiempo. Ni color tiene en las mejillas.A Bonifacio no le esperaban cuando salía de la cárcel. Ni cuando escapaba.A Don Iñaki lo esperará su Señora en Lisboa, se dice. Aquí, en su país del que es Infanta, donde nació infanta, no quiere volver. Morirá Infanta, pero lejos. En este país los Borbones van y vienen del exilio desde siempre. Ella no va a ser menos.
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