El fascismo constitucionalista
21
de Marzo
de
2019
Actualizado
el
02
de julio
de
2024
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La política en España, o su simulacro, se ha convertido en el ruiseñor de Huidobro, que cantaba sobre un cañón. El deslizamiento verborrágico y mental del conservadurismo cada vez más extremo hacía espacios conceptuales predemocráticos están convirtiendo la vida pública en “formas que pesan” como Joan Perucho definió la pintura de Ramón Calsina, actos de plomo que intoxican de inautenticidad la política, secuestrada de su pulsión cívica, y transfigura la democracia en un ejercicio amoral de sombras chinescas. Asistimos al risorgimento del españolismo del caudillaje trufado de sectarismo cainita que sustantivamente se fundamenta en una suplantación de la propia nación. Y es que una nación adquiere la fantasmagoría de la inexistencia cuando todo aquello que pudiera constituirla está exiliado, exilio intelectual y psicológico que es el peor de todos. Aquellos que gritaban “vivan las cadenas” y arrastraron con sus brazos la carroza de Fernando VII eran víctimas de esa inexistencia de la nación suplantada por déspotas, prejuicios y supercherías que pasaban por la esencia de lo español. Siempre habrá un país inexistente mientras que lo defina y represente, en palabras de Azorín, una turba de negociantes discurseadores y cínicos.Este fenómeno reaccionario ha reconstruido los añosos paradigmas mentales del franquismo que sirvieron como instrumento de represión ideológica. Sus efectos fueron excluyentes, criminalizando al opositor político al convertirlo en enemigo de España, alzando contextos de buenos y malos españoles para resituar y reducir al adversario en la vida pública a escenarios delincuenciales y de marginalidad. Iván Espinosa de los Monteros, vicesecretario de Relaciones Internacionales de Vox, ha expresado esta inercia ideológica hablando sobre Íñigo Errejón, a quien ha definido como uno de los "enemigos más peligrosos" porque combina una "cara de niño bueno" con "una bilis antiespañola y radical". "Algún día tendríamos que estudiar si tienen derecho a estar en el juego político los que no creen en la unidad de España o no renuncian del marxismo, que tantos muertos ha dejado en la historia", ha reflexionado el dirigente del partido de extrema derecha, que tiene varias propuestas con difícil encaje en la Constitución.Esta idea de limitar la participación política, consagrada en la Constitución, en función de las ideas que se defiendan en el programa electoral no es nueva. La lanzó Casado después del referéndum del 1-O. "Yo tipificaría la ilegalización de los partidos que reclaman la independencia" dijo el entonces vicesecretario de Comunicación del partido. El PP de Casado también ha deslizado la posibilidad de ilegalizar organizaciones "comunistas y populistas". Lo hizo en noviembre cuando presentó en el Senado una enmienda en la que condicionaba su apoyo a una propuesta socialista de condena del franquismo a que se prohibieran las organizaciones que exaltasen "el comunismo o aquellas ideologías populistas que fomenten el enfrentamiento entre ciudadanos". En este sentido, C’s comparte estos planteamientos e inercias retrógradas con el PP y Vox constituyendo paradójicamente lo que denominan bloque constitucional.Hay una trampa psicológica en esta autodefinición como constitucionalistas de la derecha y un efecto mágico. Las propuestas anticonstitucionales en nombre de la constitución, suponen una estrategia para confundir a la opinión pública y un epifenómeno mágico de índole material en el convencimiento de que la constitución sólo tiene validez en los aspectos que impiden la redistribución del poder real y la continuidad de los intereses y las influencias del franquismo sociológico. Un auténtico peligro para la democracia.
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