Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez
Desde que comenzó la guerra en Ucrania, he dedicado muchos textos al tema de la guerra. La eclosión de la fase más reciente de la guerra colonial de Israel contra Palestina expresó con mayor intensidad mi repulsa por la destrucción masiva de vidas humanas, por el horror de la impunidad, por la duplicidad de criterios basada en la jerarquía entre vidas patentadas (y por eso, protegidas) y vidas no patentadas (y por ello, desechables), por la indiferencia arrogante, por la ceguera malévola, por la abrumadora banalización de la continuidad entre la solución final que los colonos europeos impusieron a los pueblos colonizados, la que los nazis impusieron a los judíos y la que Israel impone a los palestinos.
Frente a este panorama, algunas de las personas que me leen me han preguntado, con cierta ansiedad: ¿Cuál es el futuro de nuestros nietos? La pregunta presupone un nosotros cuyos nietos son nuestros ¿Quién es ese nosotros? La pregunta conlleva una dramaticidad propia de alguien que nunca antes había planteado tal pregunta y que ni siquiera había pensado que alguna vez tendría que hacerlo. Ese alguien no es la humanidad en su conjunto, sino un pequeño rincón del mundo (esparcido por todo el mundo) al que podemos llamar Europa descendencia blanca.
El resto del mundo, es decir, el mundo que fue invadido por los europeos a partir del siglo XV y que a finales del siglo XIX constituía aproximadamente el 90% del territorio del planeta, desde hace mucho tiempo se hace esta y otras muchas preguntas. Esta pregunta contiene una multiplicidad de presupuestos.
Tiempo y calidad de vida. Al centraros en vuestros nietos, asumís que la suerte de vuestros hijos es tan problemática (o no) como la vuestra. Esto solo es cierto en países donde la esperanza de vida es bastante alta, como sucede en dicho pequeño rincón del mundo, Europa descendencia blanca. En países donde la esperanza de vida es considerablemente más baja (por ejemplo, en los países africanos), el futuro de los hijos es mucho más apremiante que el futuro de los nietos, salvo cuando los padres mueren muy jóvenes a causa del sida y son los abuelos quienes cuidan de los nietos. Asumiendo que Europa descendencia blanca no son genéticamente superiores, tendréis que preguntaros por qué existen diferencias tan grandes en la esperanza de vida y, sobre todo, por qué está tan desigualmente distribuida en el planeta Tierra.
¿Europa descendencia blanca viven más tiempo porque los otros viven menos tiempo? ¿Tenéis una deuda temporal con ellos? Si está claro que Europa descendencia blanca viven en promedio más tiempo, no es tan evidente que su calidad de vida sea incondicionalmente superior a la calidad de vida de aquellos que viven menos tiempo. Una de las atracciones de cierto tipo de turismo está relacionada con la visita a lugares y a comunidades que simbolizan una calidad de vida de la cual los turistas sienten cierta nostalgia por no haberla experimentado nunca. Son formas irresponsables o superficiales de concienciación. Basta pensar en la huella ecológica que estas visitas suponen para conocer lugares y formas de vida atractivas sin agredir el medio ambiente.
Condiciones de vida. Al observar las desgarradoras imágenes de la destrucción de Gaza en estas semanas, de la masacre de Wiriyamu en Mozambique en diciembre de 1972, de la masacre de My Lai en Vietnam el 16 de marzo de 1965, o incluso del bombardeo de Dresde en Alemania en continuidad de la separación entre el nosotros (Europa descendencia blanca) y el nosotros (humanidad), puede devolver alguna credibilidad a vuestra preocupación.
Vuestros nietos están preocupados, pero sus preocupaciones tienen poco en común con las de sus abuelos. Las preocupaciones de los abuelos son más reveladoras sobre las ansiedades de los abuelos que las de los nietos. Creo que algunos abuelos y abuelas no aceptan esta realidad y deciden hablar con sus nietos. Si lo hacen con el propósito de enseñarles algo, ese será el primer paso en falso. Hablar solo tendrá sentido si el aprendizaje es recíproco. Pero para eso tendréis que desaprender mucho de lo que les fue enseñado. Vuestros nietos tienen otras prioridades, piensan que lo que os pudiesen enseñar sería irrelevante para vosotros, si es que lo entenderíais, y, en el peor de los casos, no imaginan que podáis aprender algo. Aun así, tienen mucho que enseñaros sobre vuestro presente porque son, al fin y al cabo, vuestros contemporáneos.
Quizás ni siquiera digan nada, y es precisamente por su silencio, el aislamiento, la soberbia o las peticiones de ayuda que pueden haceros pensar.
Este es un diálogo que, para no ser un diálogo de sordos, debe llevarse a cabo con la misma paciencia con la que crecen los árboles.
Ocasiones para conversar. Entre los pueblos indígenas es común escuchar que los abuelos, y especialmente las abuelas, son la fuente de la sabiduría. En las largas noches de invierno, en las fiestas, mientras se trabajaba en el campo, siempre hubo tiempo para contar una historia, aprender un nuevo poema o una nueva técnica. En el pequeño rincón de Europa descendencia blanca, o los abuelos dejaron de saber contar historias o sus nietos dejaron de quererlas oír. Los abuelos de este pequeño rincón del mundo son máquinas de uso manual para transportar a sus nietos, sintonizar la tableta, dar comida precocinada y responder con monosílabos para no perder el hilo de la telenovela. Son extremadamente útiles para los padres. Hacen perder poco tiempo a los nietos, por lo que ellos mismos pierden el menor tiempo posible.
Pero admitiendo que una conversación sería posible, menciono dos temas posibles, uno en el que los abuelos serían más maestros que alumnos, y otro en el que ocurriría lo contrario.
Lo que podéis enseñar: mirar el futuro mirando el pasado. Las sociedades contemporáneas están divididas entre quienes no quieren recordar y quienes no pueden olvidar. La pregunta que me hicieron obliga a quienes la formulan a preguntarse de qué lado están: ¿del lado de los que no quieren recordar o del lado de los que no pueden olvidar? Europa descendencia blanca han pertenecido al grupo de los que no quieren recordar, mientras que los pueblos que estuvieron sujetos al colonialismo europeo han pertenecido al grupo de los que no pueden olvidar. Debido a que esta pertenencia duró tantos siglos, pasó a formar parte de “nuestra identidad”. No existe un “nosotros” eurocéntrico sin olvido. Pero esto no es una fatalidad. Desde hace muchos años he sostenido que las identidades son identificaciones en curso. Por lo tanto, la respuesta a la pregunta que me fue formulada requiere que previamente se responda otra pregunta: ¿estáis dispuestos a reemplazar el “nosotros” (Europa descendencia blanca) por el “nosotros” (humanidad)?
Solo podréis esperar enseñarles algo a vuestros nietos si la respuesta es positiva y si les ayudáis a sentirse parte de un “nosotros” más amplio. La voluntad de ampliar el “nosotros” significa una decisión existencial, un proceso de desidentificación, de desaprendizaje y de reaprendizaje, que no es fácil ni está exento de riesgos porque se lleva a cabo al borde del abismo.
Gran parte del nihilismo que prospera hoy se basa en una mala solución de la desidentificación, en estar a medio camino o perdido en las encrucijadas.
Desaprender el no querer recordar y aprender a no poder olvidar es un proceso personal e histórico, psicológico y político, corporal y mental, material y espiritual, inmanente y trascendente. Descolonizar la historia es fundamental, pero no basta; es necesario descolonizar las mentes y los cuerpos, la sociabilidad y la política, los sentidos y la imaginación. Lo que está en cuestión es descentrarnos del mundo eurocéntrico y de las mil pruebas de superioridad civilizatoria que nos fueron inculcadas desde pequeños, y empezar a pensar que hubo y sigue habiendo otras civilizaciones con visiones diferentes del mundo y de la vida, y que estar disponibles para el aprendizaje recíproco será un buen comienzo. Solo los vencedores de la historia dan por cerrado el pasado porque ratifica su victoria. De ahí el proverbio africano de que la historia de África siempre la ha escrito el cazador y no el león. Reabrir el pasado es transformarlo en denuncia y tarea: la denuncia reside en saber que el pasado no pasó, que lo que se consideraba irremediablemente pasado (especialmente la parte más siniestra de ese pasado) es parte de nuestro presente. Es una tarea difícil porque, más que una tarea de resistencia, es una tarea de re-existencia. Si pudiereis cuestionar vuestro pasado, podréis cuestionar vuestro presente.
Lo que pueden enseñaros vuestros nietos: la naturaleza no nos pertenece; nosotros pertenecemos a la naturaleza. Especialmente los jóvenes de Europa descendencia blanca están experimentando con intensidad la crisis ecológica. Viven muy incómodos en vuestra mencionada zona de confort, y más de lo que podéis imaginar. Para ellos, lo que está en juego es el fin de la humanidad como especie, una especie entre los millones de especies que surgieron en el planeta Tierra hace trescientos o doscientos mil años y que nada garantiza que no se extinga. Como la vida humana representa el 0,01% de la vida total en el planeta, es fácil imaginar que el planeta pueda seguir floreciendo sin la presencia de los humanos. Vuestros nietos sabrán explicaros las consecuencias de la inminente catástrofe ecológica a la que hemos llegado.
Y seguramente concluirán con una cuestión que os silenciará y os hará avergonzar de la pregunta que me hicisteis (y que no me ofendió): ¿por qué no se hizo nada para impedir que llegásemos a este punto?