El ataque militar de la resistencia palestina al Estado sionista del 7 de octubre, encabezada por Hamas y apoyada por todas sus organizaciones, marca un punto de inflexión decisivo para los pueblos árabes y para todo el mundo. La demostración práctica de cómo la determinación de un pueblo incomparablemente más débil desde el punto de vista militar - hecho que por otra parte ha sido verificado en todas las revoluciones -, es capaz de acabar con el mito de la imbatibilidad de unos de los ejércitos más poderosos del mundo, ha derrumbado de un manotazo uno de los mitos más arraigados en las organizaciones de izquierda occidentales: la imposibilidad absoluta de enfrentar al enemigo todopoderoso.
Gigantescas manifestaciones han recorrido todos los países del mundo cuando la lucha internacionalista parecían languidecer. Han puesto en primer plano la defensa de la legitimidad del combate del pueblo palestino, y por tanto de su lucha armada, contra el ocupante sionista. Empieza también así a desmoronarse el cáncer que alimenta desde hace décadas la impotencia de la izquierda: el pacifismo como un principio inamovible. Este pacifismo fue creado por la socialdemocracia y los Verdes y penetró profundamente en los grandes partidos eurocomunistas que aceptaron la política de las últimas décadas de la URSS de convivencia pacífica con el capitalismo. Todos ellos se han convertido hoy, como el Gobierno PSOE y sus adláteres de Sumar y Unidas Podemos, en peones de la OTAN, apoyando el envío de armas a los fascistas de Ucrania y vendiendo armas al Estado sionista para masacrar al pueblo palestino.
Sobre el horror de los miles de muertos del pueblo palestino, la mayoría mujeres y niños, ha resurgido en EE.UU y en muchos países europeos, también en el Estado español, el internacionalismo proletario. La clase obrera, sin la cual las garras del imperialismo son absolutamente impotentes, ha mostrado, al negarse a colaborar en el envío de armas a Israel, que la solidaridad internacionalista sigue viva.
La lucha del pueblo palestino, la de sus organizaciones armadas y la de todo su pueblo que resiste defendiendo casa a casa las calles de Gaza, con imágenes de heroísmo irreductible que recuerdan a la batalla de Stalingrado, ha vuelto a traer a la memoria la alianza del nazismo con el sionismo, desde las postrimerías de la II Guerra Mundial hasta ahora mismo. La resistencia del pueblo palestino y la gigantesca masacre sionista nos han vuelto a recordar que sólo la lucha de los oprimidos es capaz de romper los muros de la desinformación, llegar a la conciencia de las masas y escribir la historia con su propia sangre.
La lucha del pueblo palestino ha interrumpido, por ahora, dos grandes proyectos del imperialismo sionista basados en la “normalización” de las relaciones entre Israel y algunos países árabes. Uno, la construcción del Canal Ben Gurión[1] (nombre del dirigente sionista que dirigió la masacre y desposesión del pueblo palestino en 1948), acordado entre el Estado sionista y Arabia Saudí; iría del Mar Rojo a Gaza, sería alternativo al Canal de Suez y canalizaría el 30% del comercio mundial de recursos energéticos. El otro, la apropiación por parte de Israel del yacimiento de gas Gaza Marina, situado frente a las costas de Gaza, estimado en 30.000 millones de metros cúbicos, y de los yacimientos de gas y petróleo que se encuentran en tierra firme entre Gaza y Cisjordania[2].
La resistencia palestina, que se enfrenta a todo el poderoso engranaje de poder militar del sionismo imperialista, solo ha recibido hasta ahora el apoyo militar de Hezbollah en el Líbano, de Yemen, uno de los países más pobres del mundo y que acaba de enfrentar una guerra contra esos mismos poderes, y de organizaciones iraquíes. Ante esta desigual batalla de la resistencia palestina, que objetivamente enfrenta al imperialismo occidental, el mismo que tienen enfrente Rusia y China, los BRICS no han hecho sino declaraciones. Ni se han roto relaciones diplomáticas, ni mucho menos cortado relaciones comerciales con el Estado sionista. Los BRICS, ante la heroica lucha del pueblo palestino, se han mostrado como una alianza puramente económica, en la que los valores de “soberanía e independencia nacional” han quedado arrumbados. Destacamos esta valoración como advertencia a quienes de forma ingenua o desinformada tienden a identificar el papel de los BRICS, de forma poco rigurosa, como la tabla de salvación de la lucha antiimperialista.
Estos recientes y trágicos acontecimientos han despertado la necesidad de entender su origen. Para ello, es preciso recordar algunos hechos históricos:
- El Acuerdo de Sykes-Pikot, suscrito en 1916 en secreto por Gran Bretaña, Francia y la Rusia zarista por el que esas potencias, ante la derrota del Imperio Otomano, se repartían el territorio de Oriente Próximo traicionando a los pueblos árabes que les habían apoyado en la guerra a cambio de su independencia. Diseñaron a su conveniencia los países que hoy conocemos, colocando a gobernantes títeres que les aseguraban el acceso al gas y al petróleo. Ese Acuerdo fue publicado en Izvestia y Pravda por los bolcheviques que lo hallaron en el Palacio de Invierno tras la Revolución Soviética. La larga lucha de los pueblos árabes contra el neocolonialismo y por su independencia y soberanía, ha marcado desde entonces todos los conflictos en Oriente Próximo; conflictos que se agudizaron con la creación sobre suelo palestino del Estado de Israel, instrumento decisivo para el control de la región por esas potencias y por EE. UU.
- El papel protagónico de la familia de banqueros Rothschild y de Gran Bretaña en la creación del Estado sionista. En 1917, también en plena I Guerra Mundial, el ministro de Relaciones Exteriores británico dirigió una carta pública, conocida como Declaración de Balfour[3], al barón Rothchild, líder de la comunidad sionista en Gran Bretaña, mostrando el apoyo de la Corona a la creación de “un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina”.
- La alianza entre el sionismo y el III Reich, quien, mientras enviaba a las cámaras de gas a millones de judíos pobres, a cambio de un suculento apoyo económico, fomentó la salida de Alemania de los grandes oligarcas sionistas hacia EE.UU, otros países europeos y Palestina. Dirigidas por los Rothschild, poderosas familias sionistas, como los Goldman, Sachs, Guggenheim, Loeb, Lazard, Openheim y Wargburg, entre otras, salieron del gueto de Frankfurt con el apoyo de los nazis para fundar los emporios que hoy conocemos.
Estos hechos históricos relativos a Oriente Próximo explican los intereses estratégicos de las grandes potencias occidentales en la región. Al mismo tiempo permiten comprender por una parte el papel del Estado sionista como su instrumento privilegiado de dominio, y por otra, la lucha general de los pueblos árabes, y en primer lugar la del pueblo palestino, para sacudirse el yugo imperialista que tiene su clave de bóveda en el Estado de Israel.
La penetración del sionismo en la estructura de poder económico y financiero internacional
El apoyo incondicional de EE. UU, tanto de demócratas - Biden se definió como sionista - como de republicanos, así como de los gobiernos vasallos de la UE, a la masacre ejecutada desde hace 75 años por el Estado de Israel sobre el pueblo palestino, requiere tener en consideración otros hechos que, más allá de Oriente Próximo, explican la estructura de poder del imperialismo y de su relación genética con el sionismo y el fascismo.
El sionismo, que no debe confundirse con el pueblo hebreo o la religión judía, es una ideología política supremacista, de extrema derecha que funciona como una sociedad secreta. Esta estructura de dominio, sobre todo tras la compra en 2012 por el fondo de inversiones RIT Capital Partners –presidido por el barón Rothschild – del 37% de Rockefeller Financial Services, controla buena parte de las estructuras del poder financiero internacional.
En la pirámide de poder de los doce bancos de la Reserva Federal, de gran parte de los principales bancos del mundo – incluido el Banco Central Europeo –, de multinacionales farmacéuticas como la Pfizer dirigida por Albert Bourla, de Blackrock, el primer fondo de inversión del mundo, presidido por Larry Fink, de grandes emporios de expansión cultural e ingeniería social como Hollywood o de los principales medios de comunicación, en esa pirámide están personas que pertenecen a la élite del poder sionista. La fortuna personal de Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial de Davos, impulsor de la doctrina del “Gran Reinicio” y miembro del Consejo de Administración del Club de Bildeberg, entronca directamente con el nazismo. Su padre, Eugen Wilhelm Schwab, salió de Frankfurt junto a otras acaudaladas familias judías con ayuda de Hitler, para dirigir la empresa suiza Escher – Wyss que fabricaba armas para los nazis utilizando mano de obra esclava[4].
El imperialismo y el fascismo, dos caras de la misma moneda
La relación del imperialismo con el nazismo se desarrolló a lo largo de toda la II Guerra Mundial.
El papel de empresas estadounidenses y alemanas colaborando directamente con la Alemania de Hitler es larga y ha sido bien documentada por Jacques R. Pauwels en su libro “El mito de la guerra buena. EE.UU en la II Guerra Mundial”. Destacamos algunas: Coca Cola, que creó Fanta para los nazis, IBM, que facilitó la elaboración del censo de judíos que serían asesinados en las cámaras de gas, Porsche – Volkswagen, Kodak, Bayer (IG Farben) que fabricó el gas Zyklon para las cámaras de gas, Hugo Boss fabricante de los uniformes nazis, Ford, Siemens o General Motors.
Esta alianza de las grandes corporaciones con el fascismo colaborando en el exterminio de judíos, gitanos, comunistas y todo el que se opusiera al fascismo y explotando mano de obra esclava en los campos de concentración, explica perfectamente que hayan continuado siendo, sin mayor problema, grandes empresas multinacionales, y hayan constituido la clave de bóveda de la confrontación del imperialismo contra la URSS.
En las postrimerías de la II Guerra Mundial tuvieron lugar hechos que documentan la alianza intrínseca del imperialismo con el nazismo y que ayudan a explicar el apoyo en la actualidad de la OTAN, incluidos los gobiernos vasallos de la UE, al régimen fascista de Ucrania. Destacamos los siguientes:
- La Operación Paperclip, por la que EE.UU. impidió que 1.600 criminales nazis – científicos y altos jefes militares – fueran juzgados en Nuremberg, para colocarlos después al mando de la OTAN en Europa o al frente de laboratorios de armas biológicas.
- La Organización Gehlen, dirigida por el general nazi del mismo nombre, que trasladó toda la información de los servicios secretos alemanes a EE.UU. sobre la URSS y países del Este, y que fue la base del Servicio Federal de Inteligencia de la RFA. Así mismo, esta organización fue la piedra angular sobre la que se constituyeron los Stay behind – ejércitos secretos de la OTAN – que en colaboración con la inteligencia militar y las organizaciones fascistas de cada país, crearon la Red Gladio y otras para llevar cabo acciones terroristas al servicio del imperialismo[5]. La red Stay Behind, como veremos, sigue existiendo.
- Aunque la lista de nombres propios que han ejecutado las políticas imperialistas es larga, destacamos a Victoria Nuland. Esta mujer, representante destacada del lobby sionista, de origen judío y ucraniano, y representante de las poderosas empresas fabricantes de armas de EE.UU., ha desempeñado altos cargos en todas las administraciones estadounidenses desde Obama hasta ahora, excepto en la de Trump. Jugó un papel destacado en Afganistán, en la invasión de Iraq y, como es sabido, impulsó, en nombre de EE.UU. y la UE, el golpe de estado fascista en Ucrania de 2014 que colocó a Petro Poroschenko (2014-2019) y posteriormente al también judío Zelenski en el gobierno (2019- ). En 2007, siendo embajadora de EEUU en la OTAN, promovió junto al líder nazi de la organización Sector Derecho, Dimitro Yarosh, a su vez agente de una de las Red Stay Behind, una reunión de neonazis de toda Europa e islamistas de Oriente Próximo para luchar juntos contra Rusia en Chechenia. Victoria Nuland confirmó la existencia de laboratorios estadounidenses de armas biológicas en Ucrania, en los que junto al Pentágono y la CIA, participan las grandes empresas farmacéuticas como Pfizer o Glaxo Smith Kline [6].
Comprender la estructura del poder del capitalismo imperialista, cada vez más centralizado y concentrado, y su capacidad para establecer políticas económicas, financieras, sanitarias, medioambientales o mediáticas que los gobiernos acatan sin rechistar, y su íntima relación del imperialismo con el nazismo y el sionismo, es indispensable para las organizaciones revolucionarias.
El capitalismo agonizante construye su “salida”: la destrucción y la guerra
Este entramado de poder político y militar está al servicio de la oligarquía que dirige en Occidente la mayor crisis del capitalismo. Tanto la centralización y concentración de capital, como las políticas de destrucción, control social y guerra, constituyen su “solución” a la crisis.
Los grandes Fondos de Inversión como BlackRock aumentan su control sobre el poder financiero y económico en EE.UU., la UE y en muchos países de América Latina. En el Estado español tienen posiciones clave en los principales bancos y grandes empresas, al tiempo que, a través de gigantes multinacionales como Monsanto-Bayer, están llevando a cabo una estrategia de compra de tierras a gran escala, hundiendo la pequeña y mediana empresa agrícola y ganadera.
Estos grandes Fondos de Inversión, dirigidos en su mayor parte por banqueros sionistas como los Rothschild o BlackRock, llevan a cabo su estrategia de control y dominación con la colaboración de los gobiernos. El Foro Económico de Davos, expresión concentrada del imperialismo sionista, es el principal órgano desde el que se planifican las decisiones políticas, económicas, militares y de control ideológico de las poblaciones. Nunca como ahora la concentración de poder del capitalismo ha permitido subordinar tan completamente al poder político y mediático para llevar a cabo sus objetivos a escala, al menos, de “occidente”.
La crisis capitalista que, más que nunca, muestra su incapacidad para dar respuesta a las necesidades sociales, está siendo utilizada por la oligarquía para implementar su única salida posible: la preparación de la destrucción y la guerra a gran escala.
El hundimiento económico de las grandes potencias de la UE en el marco de la crisis, ha sido acelerado y planificado por todas las medidas adoptadas por la UE y los gobiernos sometidos a los intereses de EE.UU., en aras a las sanciones boomerang “contra Rusia”, y por las decisiones adoptadas con el pretexto de luchar contra la inflación. El Estado español encabeza, junto a Alemania e Italia, la lista de países de la UE con mayor destrucción de empresas, al tiempo que el consumo su hunde como expresión del empobrecimiento de la población.
La desindustrialización y la destrucción de la agricultura y la ganadería, con la consecuente ruina de las pequeñas y medianas empresas, se están acelerando sistemáticamente mediante la implementación de políticas de Estado. La ideología del “cambio climático”, patrocinada por la UE, el Foro de Davos y la ONU, está sirviendo para la canalización de fondos públicos, como los llamados “Next Generation” de la UE, a empresas multinacionales. Dichos Fondos financian cambios tecnológicos que sirven a las mismas políticas de destrucción de pequeñas y medianas empresas que son incapaces de llevarlos a cabo, y propician la centralización de capital.
Estas políticas no son sólo económicas
La violencia intrínseca que conllevan está bien engrasada mediante mecanismos de soborno y de censura. Los grandes medios de comunicación, controlados por los mismo grandes Fondos de Inversión, aseguran la penetración ideológica destinada a legitimar ante la opinión pública esas políticas que sirven a los objetivos de destrucción y de concentración de capital, con el fin de “prevenir un supuesto desastre medioambiental de origen climático”, cuando la mayor contaminación la generan las grandes corporaciones industriales.
La gestión de la pandemia Covid ha sido un gigantesco experimento de control social de poblaciones, mediante la implementación de políticas de terrorismo de Estado, que intentarán volver a repetir para tratar de desactivar revueltas populares. Por otra parte, instituciones como la ONU, la OMS u otras agencias de Naciones Unidas, creadas después de la II Guerra Mundial, cuando existía la URSS, hoy son instrumentos de la oligarquía mundial al servicio de sus políticas.
La previsible derrota de la OTAN en la guerra de Ucrania contra Rusia, así como la participación directa de EE.UU., y la encubierta de potencias de la UE en la guerra del Estado sionista contra Palestina, configuran un futuro de guerra a gran escala. Ese escenario de guerra abierta tendrá su campo fundamental de batalla en suelo europeo.
La escalada de gastos militares, que tiene a los complejos militares de EE.UU. y de la UE funcionando a pleno rendimiento, financiados por los presupuestos públicos estatales en detrimento de los gastos sociales, configuran economías de guerra. A ellas se suman los llamamientos, cada vez más explícitos, a reintroducir el servicio militar obligatorio en los países de la UE. Más allá de lo que suceda en Ucrania, es evidente que el imperialismo euro-estadounidense prepara una guerra de la OTAN, contra Rusia primero, y después contra China, y que, como en la Primera y Segunda Guerra Mundial, tendrá como carne de cañón a la juventud obrera de los pueblos de Europa.
El fascismo, bien engrasado desde hace décadas por el imperialismo, reaparece ahora en el horizonte mostrando su esencia. Es la herramienta del capital destinada a dominar la resistencia obrera y popular cuando la burguesía, en el marco de la crisis capitalista, liquida como un trasto viejo sus “libertades democráticas”, las condiciones más elementales de supervivencia de la clase obrera; y necesita carne de cañón para sus guerras.
En el Estado español el “nuevo” Gobierno, como el anterior y los que le han precedido, jugará el papel de vasallo de la UE y de la OTAN y tratará de llevar a cabo sus políticas, con la colaboración de los grandes sindicatos, dividiendo y corrompiendo las luchas obreras y populares. Pero las contradicciones se agudizan y la oligarquía mundial es perfectamente consciente de que sus objetivos van a enfrentarse con la resistencia de la clase obrera y de los pueblos. Todo su aparato ideológico destinado a dominar a las poblaciones, mediante el miedo a pandemias, a crisis climáticas, energéticas o alimentarias, o a supuestos enemigos, puede sucumbir frente a la más elemental lucha por la supervivencia y por la vida.
Solo la clase obrera puede derrotar la barbarie capitalista. Nuestras tareas
En ese combate a vida o muerte, que la mayoría no percibe aún, es indispensable adelantarse a lo que se avecina. La lucha ideológica y la construcción organizativa que sustente tanto la posibilidad como la necesidad ineludible de derrotar la barbarie capitalista e imperialista, con el socialismo como alternativa única y real, es la tarea insoslayable de las organizaciones comunistas revolucionarias y de los sectores más conscientes de la clase obrera.
En ese camino hay dos tareas prioritarias. La primera y fundamental es fortalecer la unidad e independencia de la clase obrera. El movimiento obrero construido sobre la independencia de clase - que exige identificar a las burocracias sindicales como agentes de la burguesía imperialista - y sobre la necesidad ineludible de conquista del poder político, es el único capaz de construir la alternativa a la barbarie capitalista. Para ello es indispensable también que el proletariado incorpore a su código genético el internacionalismo, que implica reconocer al imperialismo sionista como enemigo común, tanto de todas las luchas obreras y populares, como de los combates por la liberación nacional de los pueblos sometidos. El Encuentro de Movimiento Obrero en el que trabajamos, pretende servir de cauce para acabar con la impotencia y la desarticulación en la que se encuentra el proletariado.
La segunda es desarrollar un frente antiimperialista que, sobre la base de la Coordinadora Estatal contra la OTAN y las Bases (CECOB), asuma en el Estado español la lucha contra la OTAN y las Bases Militares, y que se coordine a escala internacional en la lucha contra el imperialismo.
La resistencia heroica del pueblo palestino que en las condiciones más difíciles está demostrando que es capaz de enfrentar unido al que, supuestamente, era un ejército invulnerable, muestra el camino.
Así mismo, la lucha de la clase obrera que, en diferentes lugares, incluido el Estado español, se ha negado a colaborar en el envío de armas al Estado sionista para masacrar al pueblo palestino, ha puesto en evidencia que el internacionalismo proletario sigue vivo y, lo más importante, que sin los trabajadores y trabajadoras, el imperialismo tiene los pies de barro.
[1] https://es.sott.net/article/90564-Israel-se-propone-abrir-el-Canal-Ben-Gurion
[2] https://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=51528
[3] https://es.wikipedia.org/wiki/Declaraci%C3%B3n_Balfour
[4] https://unlimitedhangout.com/2021/02/reportaje-investigativo/schwab-family-values/
[5] Estos hechos han sido analizados con detalle aquí: https://www.lahaine.org/mundo.php/el-imperialismo-anglosajon-la-otan
[6] https://elcomun.es/2023/04/10/victoria-nuland-personaje-siniestro/