Vivimos tiempos de vaciado del contenido de las palabras. Nos pasa como en esos bares donde te ponen garrafón, pero en la botella original de la bebida, provocando la confusión del usuario.
Con las palabras ocurre algo parecido. Tomemos de ejemplo la palabra igualdad. Igualdad no significa que a todos nos den lo mismo. Imagínese usted que al león y al ratón les dan idénticas viviendas. Pues es posible que el ratón muera de frío y el león de angustia y opresión. Igualdad significaría construir una vivienda según sus necesidades.
Pues esto que parece tan sencillo y lógico, resulta de lo más complicado a la hora de que se entienda. Sobre todo, porque siempre están la mente de los pícaros (preferible a pensar que son los malvados) dispuestos a tergiversar y producir el engaño. En este ejemplo, el pícaro, sería el perro al que la casa se le ajusta perfectamente a su medida. Y tres puñetas le importan el ratón y el león, por miedo a perder el privilegio de que sigan construyéndose viviendas ajustables a sus exactas necesidades.
Pues bien, el ejemplo anterior es aplicable a casi todos los problemas de nuestra sociedad actual. El perro o el grupo dominante, o que se encuentra por circunstancias permanentes o temporales en una situación de poder, mira solo su propio ombligo y manipula para que los demás se sometan a ese ombligo. Aplíquese al Patriarcado y los que niegan la desigualdad entre hombres y mujeres, a la violencia contra la mujer, a la prostitución con su 34% del PIB, a los horarios laborales incompatibles con la crianza y el crecimiento de la natalidad, a los nacionalismos que no es más que una forma de mirarte por el hombro, a los corruptos disfrazados de representantes de la libertad, a los negacionistas de las realidades que no les convienen y a cualquier otro poder fáctico defensor en exclusiva de sus propios intereses.
Esto es Historia de la humanidad, la lucha del ser humano por imponer y defender sus privilegios, imponiendo la ley del más fuerte y la de la otra parte por evitar el abuso, la opresión y el sometimiento. Con el fin de que nos podamos entender, colaborar, organizar y que el más poderoso no aplaste ni imponga sus condiciones al más débil, se crearon las leyes.
Imprescindibles por motivos innumerables. Cuyo fin último es la organización social, la defensa de los más desprotegidos y la resolución de conflictos.
Alguien tendría que estar con la espada en alto y un poder ubicuo imponiéndola constantemente. Pero como esto es cuasi imposible, necesitamos que cada uno la interiorice, la cumpla e intente hacer un ejercicio de empatía con los demás, aplicándosela así mismo. Y esto no es ser tonto, sino buen ciudadano.
Que ocurre cuando las circunstancias sociales disminuyen el número de población que se esfuerza en el cumplimiento. Cuando todo vale y todo lo adapto a la medida de mis intereses. Crece, la corrupción, la violencia y el abuso de poder. Exactamente como nos está pasando ahora.
Desconozco quienes son los poderes interesados en generar caos, incertidumbre y desasosiego social. Pero lo cierto es que al menos en nuestro país, se respira en cada movimiento, las noticias, la prensa, las calles, el parlamento, ese espíritu de crispación continuo.
Si puedo, sin embargo, señalar a unos cuantos responsables de que nos encontremos en esta situación - Cualquier voz pública que no sea ejemplo de un escrupuloso cumplimiento de la legislación (la mujer del Cesar, no solo debe ser decente sino parecerlo). Porque los poderes públicos, los políticos, las administraciones, la prensa, el poder judicial son ejemplo a seguir. No es tu exclusiva responsabilidad, es el ejemplo que das a todos los que te siguen, y a toda la población.
Al igual que los maestros en las aulas, no solo imparten su materia, mal que les pese, son ejemplos de conducta y comportamiento. Si son maleducados, acosadores, incultos, no controlan su carácter, o corruptos. Niegan la realidad porque no les favorece, entran al insulto, al mal genio continuado y al menosprecio, así mismo les saldrán sus alumnos. Si, además, esto es continuado manteniendo un intenso clima de tensión, sus alumnos acabarán en el médico, el psicólogo o ambos a un tiempo. O intentarán poner orden como buenamente ellos sepan, haciendo lo mismo, saltándose todas las leyes, aunque sea de un modo menos sutil.
Si hay algo que siempre se cumple, es la injusticia, generando más injusticia.
El otro día, desde un programa de debates en televisión, la hija de una buena amiga espeto “Qué poquita empatía tenéis”, digna hija de su madre, en sentido de justicia, responsabilidad y solidaridad humana.
Pues eso, qué poquita empatía tenéis, y qué añitos nos estáis dando.