En una cadena de trabajo todas las categorías profesionales cumplen un papel importante, sí bien es cierto que unos profesionales tienen más responsabilidad que otros. Por ejemplo, la decisión de un médico, si hablamos del ámbito de la sanidad, posee una carga de responsabilidad mayor que la del resto de personal que trabaja en un área de salud. Aún así, no se debe obviar que este no podría ejercer de modo adecuado su labor, por no decir de ningún modo, sin el resto del equipo que componen el engranaje de dicha área.
Es pues, y llegados a este punto, en el cual hemos resaltado la importancia que ejercen todos los profesionales de la salud, y que abarcan tanto los de carácter sanitario como no sanitario, que me gustaría hacer mención a una labor que si bien no pasa desapercibida, puesto que se desempeña en la inmensa mayoría de servicios, no se llega a percibir del todo el relieve de su desempeño. Me estoy refiriendo a los administrativos.
Es a través de la mano de estos que el usuario no solo toma contacto con el entorno sanitario, sino que también gracia a los mismos se crea un orden de ese ámbito para un mejor aprovechamiento de aquellos servicios compartidos a los que se accede. Desde que se recibe al paciente en un mostrador de citas, hasta la finalización de cualquier proceso clínico, la mano administrativa es la encargada de manejar los recursos disponibles del modo más eficiente posible. Es así, que su campo de actuación abarca un amplio abanico que pasa, entre otros, por el manejo de agendas y tramitación de documentos, distribución de camas, facturación, contabilidad, recursos humanos, listas de espera, programación de quirófanos, derivación a otros centros, atención al paciente y un largo etcétera.
Lo que queda claro de todo lo dicho, es que una médico, o cualquier otra sanitaria, no podría atender de un modo adecuado, y a través del servicio que le ha sido asignado, sin la incuestionable labor que le proporciona la asistencia de una administrativa. Además, esta se va haciendo cada vez más imprescindible debido a la compleja situación que padece los sistemas sanitarios, los cuales requieren de una más artificiosa organización para llevar sus asuntos de la manera más racional posible. Con lo cual, y aunque esta palabra dé espanto, la burocracia representa la red nerviosa que mueve toda esta citada complejidad organizativa.
El empleado que se encarga de esas labores burocráticas, y que dan movilidad a todo este cuerpo coincide con la figura del personal administrativo. Es por eso, que este posee, entre otras muchas cosas, una completa formación sobre la legislación y las estructuras sanitarias en la que trabaja. Es más, justo por esa misma formación, la cual le permite tener un mapeo del conjunto del sistema, que este se vuelve una herramienta importante al poder desarrollar un papel trasversal con el resto de servicios.
Entre las tareas de un médico, relacionando un ejemplo con lo anterior, está la de dirigir una interconsulta a otra especialidad para tratar la patología o el trastorno de un paciente, incluso esto lo puede hacer ya, gracias a los avances tecnológicos, sin la ayuda de un intermediario. Aún así, no son pocas las veces que estos han tenido que consultar sobre el trámite de un documento, debido a la urgencia que requería el procedimiento, a los verdaderos expertos en temas del papeleo. Y es que las mismas administrativa, por sus conocimientos trasversales relativos a cómo funciona el organigrama de la entidad, saben que cauce es más efectivo en este tipo de gestiones.
Sin duda, un médico especialista al que se le ha remitido un paciente de una consulta de distinta especialidad, sabe tratar el asunto mejor que nadie con el colega remitente. Pero, se nos daría una visión pobre, e injusta, si no se visibilizará toda la completitud de los distintos elementos que intervienen en este tipo de gestiones. Los demandante de una prestación sanitaria tienen el derecho a poder llegar de modo ordenado, y sin ningún tipo de discriminación, a una consulta, ser operados o instalados en una habitación hospitalaria. Es en parte a las gestiones administrativas que esto no solo da lugar, sino incluso que sin estas todo se volvería un caos.
Las propias tareas de los recursos humanos en salud, compuesta en su mayor parte por administrativos, tienen como función contribuir a resolver asuntos laborales, conflictos internos, gestión de nominas, etc., así, y con relación al paciente, encontrar a las personas más idóneas para atenderles. Otros servicios, en su mayor parte compuesto por administrativos, sería facturación, contratación, contabilidad, patrimonio, tarjeta sanitaria, etc., todos ellos tratan de armonizar los limitados recursos que se disponen, por un lado, a la par que intenta que los servicios cuenten con los mejores medios posibles.
El personal administrativo, ya para terminar, reúne alrededor suyo una serie de características que le dan tanta relevancia como al resto de categorías. Estos tienen en su haber una buena psicología, puesto que están en continuo trato con los usuarios, un control transversal de todo el organigrama administrativo de una entidad sanitaria, conocimientos amplios sobre legislación (sanitaria, procedimiento administrativo, protección de datos, contratos, etc.), una gran capacidad de organización del aparato burocrático y sin el cual, como hemos visto, reinaría el más absoluto descontrol y, por último, una disposición dentro de sus competencias al buen desarrollo del entorno sanitario en el que trabaja.
He querido ser breve a la hora de describir la labor del personal administrativo, y es quizás por eso que me haya dejado muchas cosas en el tintero. Es cierto que he dado una visión sobre cómo debe ser un profesional de este campo, pero este, al igual que todos los profesionales , muchas veces se ve arrastrado por esa condición humana que nos expone al error, de aquí la importancia de aquellas personas que se dedican a velar por el buen desarrollo profesional. De todos modos, y es con lo que me gustaría que nos quedáramos,que el papel que cumplen estos trabajadores de la sanidad pública, con todo lo dicho antes, ha quedado más que demostrado que es imprescindible.