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El piquito del hombre blanco vs las violaciones de los hombres no blancos llegados en patera

02 de Octubre de 2023
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Rubiales besa a Jenni Hermoso durante al ceremonia final del Mundial.

Los canales de televisión que un día celebraron con alegría y entusiasmo el ya famoso piquito, fueron los mismos que apenas 48 horas después orquestaron el aquelarre mediático en cuyas llamas ardería Rubiales. Canales de televisión que mirarían hacia otro costado mientras que por las redes comenzaron a circular los videos de Jenni Hermoso bromeando con sus compañeras de equipo por causa de un beso que a la luz de las imágenes solo parecía haberla divertido. 

La culpa, por supuesto, es de la que en este país pareciera ser una omnipresente extrema derecha. Si se denuncia el fraude de la pandemia, todos los medios de comunicación señalan al unísono a la ultra derecha. Si se denuncia que estamos pagando el aceite de oliva a 10 euros el litro mientras que en aquellos países a los que nosotros mismos lo exportamos se paga a 5, la culpa, evidentemente, es también de la extrema derecha. Así que si una compañera del equipo de Jenni osa hacer público un video que se viraliza y demuestra la inocencia del hombre blanco heterosexual….

En este mundo, y más si cabe en España, la verdad y la mentira han sido politizadas. Si se denuncian las mentiras político-mediáticas y se hace hincapié en la verdad, no es porque nos estén engañando, es porque la extrema derecha va contra el gobierno. Y, por supuesto, no importa que el denunciante sea un anarquista declarado o un hippie fumeta y melenudo. Ese hippie pasa inmediatamente a ser considerado un infiltrado de la extrema derecha.

Cortinas de humo para mentes débiles previa lobotomización desde muy temprana edad. Que, desgraciadamente, son mayoría. Las mismas mentes que temblaron ante un COVID-19 que, ni aun de haber existido realmente, supero nunca la mortalidad causada por la neumonía de toda la vida. Neumonía ante la que nunca nadie mostró el menor atisbo de miedo.

Tampoco hasta ahora ninguna mujer había mostrado nunca miedo al piquito de un amigo en un momento de máxima emoción y jolgorio. Pero de un día para el otro, el piquito hubo de convertirse en una imperdonable agresión sexual y su autor debía ser castigado por ello. 

Toda España y parte del extranjero conocen el caso del piquito de Luis Rubiales a Jenni Hermoso porque se ha mediatizado hasta la saciedad.

Ahora yo me pregunto. ¿No debieran acaso los “crímenes” mediatizarse según su grado de proporcionalidad? Y entrecomillo “crímenes” porque, desde luego, el piquito de Rubiales nada tiene de criminal.

¿Sería lo lógico verdad? Que a mayor gravedad del crimen, mayor difusión y bombo mediático obtuviera.

Sin embargo en este país, los crímenes terminan más o menos mediatizados dependiendo de quienes los perpetran; o más concretamente, dependiendo del sexo o raza de sus perpetradores.

Por ejemplo, la noticia de una mujer que haya asesinado a su esposo o hijo, apenas recibirá foco mediático. Y si un violador o grupo de violadores son de origen magrebí, nadie se enterará del suceso y, si lo hace, seguramente no obtendrá fácilmente el dato referente al origen racial de los agresores.

En cambio, si el agresor es un hombre blanco heterosexual, sucederá que todos los telediarios abrirán con la noticia durante días o semanas enteras.

¡Bombardeo mediático!

¡Un hombre blanco ha violado a una mujer!

O ni eso. Ahora si no hay crimen, nos lo inventamos. Todo sea por incriminar a un hombre blanco heterosexual: ¡Un hombre blanco le ha dado un piquito a una mujer! Y pese a ser quemado en la hoguera, nadie mencionará que, por lo que pudo verse –y el propio Rubiales ha declarado – el piquito fue consentido.

A día de hoy el nombre de Rubiales está en boca de todos, y no para bien precisamente. Todo por un piquito, cuya connotación sexual no supera por mucho a la de un beso en la mejilla. Sin embargo, estoy seguro de que a nadie le suenan los nombres de Aziz Laghribi, Mohammed El Bazouni, Hicham El Adnany y Hamza Ez Zahaf. Estos cuatro hombres de origen magrebí de entre 24 y 34 años de edad, han sido condenados recientemente a 40 años de carcel, no por darle un piquito, sino por violar vaginal y analmente a una mujer en Puerto rico de Gran Canaria.

Pero nadie se ha enterado de este caso porque, como la inmensa mayoría de las violaciones que se producen en este país, ha sido perpetrada por magrebíes.

No tengo nada contra los magrebíes, ni siquiera contra la llamada inmigración ilegal –nunca entendí que hubiera que pedir permiso para caminar por el mundo–. Pero sí tengo, y mucho, contra los violadores, independientemente de cuál sea su origen racial o país de nacimiento. Y si en este país la mayoría de los casos de violaciones más claros y atroces –normalmente grupales– son acometidas por magrebíes de entre 14 y 40 años, la mayoría de ellos llegados en pateras, no veo por qué debiera ser silenciado.

¿Recuerdan el caso de la manada de Pamplona?

Claro que sí, la noticia abrió telediarios durante meses. Todo el mundo escuchó hablar de la manada y aquellos chicos fueron quemados en la hoguera mediática y condenados pese a que las principales pruebas no apuntaban a su culpabilidad. Pruebas que, por descontado, nunca fueron expuestas en los principales medios de comunicación.

Si los componentes de esta nueva manada se hubieran llamado Pedro García en lugar de Aziz Laghribi, y Rafael Pérez en el de Mohammed El Bazouni, no me cabe el menor atisbo de duda de que tendríamos nueva manada de hombres blancos “heteros” para rato.

¿Qué hacen las “feministas” cuando los violadores son magrebíes? ¿Qué hace nuestra ministra de “igualdad” Irene Montero?

Os lo diré: criminalizar a Luis Rubiales por dar un inofensivo piquito a una mujer que no dio muestras de recibirlo como una ofensa, ni en el mismo momento de recibirlo, ni horas después en las conversaciones que mantuvo al respecto con sus compañeras en el autobús del equipo.

Y para dar por zanjado este artículo –esta vez sí, de opinión–, tan legítimo como políticamente incorrecto, una advertencia: mientras que en este país los criminales sean señalados conforme a intereses políticos, las manadas de violadores y las agresiones sexuales a mujeres no harán más que multiplicarse.

Que no se me olvide decirlo: ni soy racista, ni de la extrema derecha.

Pero al Cesar lo que es del Cesar.

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