27 de Diciembre de 2018
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Tengo la suerte de haber comido un par de veces con Javier Sánchez Menéndez, que tiene buen yantar, buen beber de vinos y otros, y buen gastar de sus posibles en libros incluso como editor (y conmigo se ha permitido perderlos un par de veces, aprovecho para lanzarle un tiento para cuando quiera...); compartimos placeres, sospecho que no coincidimos políticamente pero hay, creo que mutuo, un respeto basado en las ideas, el debate, la reflexión y el sentido común.En un reciente artículo titulado “Vintage” (no cito la fuente porque me hizo un feo) dice que en su juventud distinguía dos tipos de seres humanos: los carajotes y los de sentido común. Creo que la clasificación sigue valiendo, aunque abundan más aquéllos que éstos; quizá sea siempre así y el tiempo nos endulce todo.A propósito del discurso de SSMM esta Navidad dieciochesca dice don Javier: “Solo perdurará aquello que es y será necesario. Y la necesidad de los españoles debe ser la necesidad de un rey”. No se puede decir más claro ni más fuerte. Ahí es donde yerra la Corona, ha perdido su campechanía mítica. El Rey es humano y nada de lo humano le es ajeno, lo entendemos, pero ahora es humano demasiado humano; busca más lo suyo que solucionar o empatizar con las necesidades de sus feligreses. Quizá si en vez de distancia perfeccionista y de boba solemnidad transmitieran una preocupación real (¿cogen la broma?) por lo que pasa en España, y permítanme de momento incluir a ese protopaís montserratiano, le iría mejor.Yo no soy monárquico. Cuando miro a la realeza, la bandera, las religiones o los estados... veo la estela de sus crímenes, no lo puedo evitar. Por eso me permito huir del símbolo “España” y jamás entenderé cómo puede una persona formada agarrarse al de “Catalunya”. Para mí el Estado es algo que me encuentro ya conformado y, dada mi incapacidad para hacer milagros, asumo como mal menor... eso sí, peleando por su transformación. Y hace tiempo que decidí quitarme importancia, no creerme Dios y, por tanto, cambiar todo sin dañar a nadie, sin imponer con violencia y procurando consenso: aunque debatamos a calza abierta y sin límite. Los intolerantes son los de los dioses o los símbolos indiscutibles.Tengo otro amigo que lleva toda su vida montando negocios de bares, sobreviviendo a todo y con una edad que le permite distancia y una seguridad; los metería entre los del sentido común, a Manuel Avilés y a su compañera y socia en todo Salomé. Me dice don Manuel, tampoco monárquico: “Yo estoy más tranquilo con el Rey que con un Presidente de la República”, le pregunto por qué y me añade: “Porque el Ejército español respeta más la figura histórica de un Rey a que un señor de un partido que no deja de venir de donde viene y que cambiaría con cada puñado de años”...Nótese la utilidad del punto y aparte estiloso que me acabo de marcar. Yo creo que el futuro de España no pasa por la Monarquía borbónica, lo tengo claro; pero la sensatez, el “seny” que demuestran don Javier y don Manuel debería moderar nuestras derivas, que nos ha entrado mucha priesa a todas, que estamos todos como acelerados. Algunos por gobernar pactan con el diablo si hace falta, y pasan de ser el bloque constitucionalista a trabajar con los enemigos de la Constitución... pasando por el forro de allí todo lo dicho contra quienes, entonces, eran contrarios a esa Constitución de los cojones.Yo, hombre sin fes, salvo en Frank Zappa, pediría a los Reyes este año (otra broma genial y poco manida) debate verdadero y no la ramplonería violenta de quienes nos gobiernan; tenemos los políticos que nos merecemos, porque el nivel de pensamiento de la sociedad española en general no transpone el “borderline”, entre psicópata y neurótico, adobado con una incultura peligrosa, esto es: riesgo de enfrentamiento en un futuro no muy lejano.Lea, lea, lea, hable, discuta, piense, folle... así se construye el futuro. Si a usted le duele una bandera, una monarquía o una república, hágaselo mirar: roza usted la zona peligrosa.
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