Losasesinatos machistas continúan, cada uno más atroz que el anterior, si es quela atrocidad puede mediarse según el número de víctimas o la naturaleza deestas, y los hombres seguimos sin hacer nada, sin decir esta boca es mía, y porsupuesto sin asumir la responsabilidad colectiva que como género por derechopropio nos pertenece.
Laceremonia de la confusión basada en pequeños gestos en apariencia sinimportancia, como el realizado recientemente por el presidente de la Junta deAndalucía, tiene como fin la invisibilidad de las causas de la violencia degénero, y diluir nuestra responsabilidad.
Que este tipo de estrategias las utilicen los hombres corrientes no es extraño, pero que sean realizadas por la máxima autoridad política de los andaluces y andaluzas, dice mucho del concepto de igualdad, y de la importancia y consideración que los partidos políticos que sustentan al gobierno andaluz dan a las mujeres.
La ceremonia de la confusión basada en pequeños gestos en apariencia sin importancia, como el realizado recientemente por el presidente de la Junta de Andalucía, tiene como fin la invisibilidad de las causas de la violencia de género
Esta política de “bajaintensidad” aparente, que tiene como fin la negación de la violencia de género,cala como lluvia fina en la población masculina.
Peroesto solo es posible si se cuenta con la anuencia, permisividad, silencio y laactiva complicidad de los hombres, que de buen grado aceptamos estos pequeñosgestos del machismo hacia nuestro género.
Alo largo de la historia los hombres hemos gozado de inviolabilidad e inmunidadrespecto de nuestros actos de violencia con las mujeres. Privilegios a los que se pretende darcontinuidad mediante la creación de una cultura de la negación, que debilitelas causas feministas, desprestigie a quienes las reivindican, e instale en elsubconsciente colectivo la idea de la existencia de una desigualdad masculina,bajo el argumentario machista de la desprotección de los hombres por unaspolíticas de igualdad de género que solo favorecen a las mujeres.
Conesta nueva normalidad de la desigualdad, los hombres nos sentimos encantados dehabernos conocido, al saber que por fin se protegerán nuestros “vulnerados”derechos, y podremos sin temor continuar ejerciendo nuestro machismo, cientosde micromachismos y violencias hacía las mujeres. Por qué para qué cambiar unarealidad que nos favorece, por otra que nos obliga al compromiso y lacorresponsabilidad. No tiene sentido.
Anteeste panorama, qué debemos hacer los hombres que no nos identificamos con estarealidad, e intentamos deconstruir nuestra masculinidad y transitar hacía otrosmodelos de ser hombre.
Desdenuestra posición no es fácil la respuesta, pero mi experiencia como hombre medice que como en todas las cuestiones importantes de la vida, aquí laequidistancia tampoco es posible. Que es necesario tomar partido si no queremosser arrastrados por la desvergüenza y la responsabilidad cómplice.
Tenemosque asumir el compromiso activo de trabajar por la igualdad. Leer, escuchar alas mujeres, documentarnos, participar en foros, seminarios, talleres sobrefeminismo, igualdad, masculinidad. Identificar y renunciar a los beneficios quecomo hombres tenemos, y no tolerar en nuestra presencia actos, comportamientos,actitudes discriminatorias, sexistas, machistas.
Dejarde ver a las mujeres como un objeto y comenzar a relacionarnos en la equidad.Trabajar activamente y orientar todos nuestros esfuerzos hacía esos objetivos.Ser activistas del cambio de los hombres, no aspirar a inmerecidosprotagonismos, y colaborar con orgullo y sin complejos con el feminismo y sulucha.
Reflexionary hablar sin miedos sobre igualdad con otros hombres, pertenecer, crear yfomentar grupos de hombres por la igualdad. Contactar con los hombres queformamos parte de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género,conocernos, saber quiénes somos, qué hacemos y participar.
Cuidary cuidarnos, empatizar, mostrar nuestros miedos y afectividades ante otroshombres y la sociedad.
Nopermanecer quietos, callados, pasivos, abandonar la inmunidad de la manada quenos protege, y asumir nuestra responsabilidad en la desigualdad y la violenciamachista.
Esun difícil camino, pero es el que único decente que conozco si no queremosalcanzar el final de nuestros días, siendo responsables de las injusticias,abusos y asesinatos, de los que a diario son objeto millones de niñas y mujeresen el mundo. Cualquier otro camino que decidamos escoger será purahipocresía.