Jesús Ausín

En un mundo nuevo

12 de Diciembre de 2022
Guardar
mayas

De nuevo, lóbregos nubarrones se atisbaban por el oeste. De nuevo, el cielo era tan oscuro que parecía que había llegado el juicio final. De nuevo, esa punzada en el corazón, que te deja una sensación extraña de temor. Esa ansiedad del que espera algo malo, sin saber muy bien el qué. Esa inquietud picajosa que te impide estar tranquilo y que tienes que apaciguar aunque sea moviéndote de un lado para otro sin sentido alguno, en busca de nada y para hacer no sabes qué.

Las primeras gotas comenzaron a caer al rato. Era una llovizna tenue, de esas que si estás debajo de un árbol ni te mojas. Luego empezó a caer con mayor intensidad y unos cinco minutos más tarde, como si desde un avión, alguien estuviera lanzando cubos de agua a un ritmo frenético. No duró mucho. Apenas un par de minutos. Luego, los primeros rayos del sol comenzaron a atisbarse lentamente por el noroeste. Todo había sido un susto. Y sin embargo, la sensación de relax y tranquilidad apenas si duró, porque un enorme estruendo se acercaba río arriba. Cuando se quisieron dar cuenta, el agua cubría ya más de un metro de altura en el salón de la casa, los troncos de los árboles caídos, eran misiles que chocaban una y otra vez contra el muro de hormigón que recubría la fachada norte de la casa y que habían puesto allí, no hacía ni tres años, cuando en la última riada un par de chopas viejas, le hicieron un boquete de un metro a la fachada norte, dejando la casa a punto de demolición.

La abuela Clorinda, lloraba desconsolada mientras, a la sillita de la reina, era izada hasta el piso superior. Entre sollozos repetía en bucle “otra vez, no”, “otra vez, no”. Y es que no era la primera, ni la segunda vez que la casa se arruinaba a causa de una inundación. La abuela Clorinda que contaba con 103 años, había conocido unas siete desgracias a causa del agua. En la primera, siendo niña, perdió a su hermano Gaugerico que murió ahogado cuando contaba tan sólo con tres años. Las aguas del rio, entonces, circundaban la casa y movían una gran piedra que servía de molino. Unos años después, tras la segunda inundación, el abuelo de Clorinda, su padre, sus tíos y muchos de los vecinos del pueblo, cavaron durante días, para alejar el cauce del río unos quince metros de la casa, dejando sólo un canal para la piedra de moler. Eso mantuvo alejado el agua un tiempo. Pero recién casada la abuela Clorinda, en un aciago día muy parecido al que hoy revive, de nuevo, el río volvió a su cauce antiguo y a apoderarse del hogar de los Martín. Pasado el funesto suceso, otra vez, con ayuda de sus vecinos, construyeron un gran muro de piedra, río arriba, para obligar al agua a desviar su cauce lejos de la casa. Y sin embargo, la obra sólo funcionó, mientras no hubo tormenta río arriba. Cumplía la abuela cuarenta y cinco años, cuando por cuarta vez en su vida, en un día de aparente sol, el río recogió tanta agua en el norte, que acabó saltando el muro de piedra y devolviendo el cauce a su estado primitivo. Y con ello, reiteradamente, la ruina para la casa. A partir de ahí, decidieron tirar la casa y levantarla en el mismo sitio pero con dos metros de cota sobre el nivel del rio. Durante unos años, todo parecía haberse solucionado. El agua, nunca llegaba al piso bajo a pesar de las lluvias torrenciales que de vez en cuando caían río arriba. La quinta, fue obra de la desgracia. La presa que había al norte, a unos diez kilómetros, causó estrés y acabó quebrando soltando un millón de litros de agua que dejó casi dos metros de sedimentos, treinta muertos y un valle en la ruina. Clorinda, que para entonces era octogenaria perdió a su marido, a dos de sus hijos y un nieto pequeño. El cauce volvía a estar a la altura de la planta baja de la casa. En la sexta, los troncos secos de los árboles del bosque que había cauce arriba, navegaban a toda velocidad destrozando con el peso todo lo que pillaban a su paso. Un tronco viejo de chopo, le hizo un boquete a la fachada norte y dejó otro tronco varado en el sofá. Ahí construyeron el muro de hormigón que servía de contrafuerte a la fachada.

Y ahora, el agua, de nuevo había dejado inservibles el tresillo, el frigorífico, la lavadora, el lavaplatos y hasta el equipo de refrigeración de la casa que estaba escondido al sur bajo la fachada.

Los Martín, ya no sabían que hacer para evitar tanta desgracia. Y eso que la solución estaba allí mismo. Porque el problema no era la casa, sino su situación. El problema era que estaba invadiendo el lecho del río. Por muchos cambios que le hicieran, por muchas barreras que construyeran alrededor, nada funcionaría porque la única solución posible era derribar, y volver a construir en una cota no inundable fuera del alcance del agua.

*****

En un mundo nuevo

Los que no vemos telediarios y hemos dejado de escuchar la radico convencional, manteníamos una cierta salud mental y sobre todo espiritual. Aunque muchos somos conocedores del mundo real porque las relaciones personales siguen existiendo, teníamos una especie de oasis en el que refugiarnos y librarnos de tanta caspa, tanto fascismo, tanta indigencia moral, miseria intelectual y discapacidad política. Y en esto que llegó un fraude humano convertido en millonario a base de vender humo y coches eléctricos caros (la bolsa es confianza) que ofrecen una cuarta parte de lo prometido, un tal Elon Musk, y le dio por encapricharse de una red social, como la collares cuando iba a una joyería y se «enamoraba» de una joya del escaparate. Y como USA es como es, pues, a pesar de haberse vuelto atrás, un juez obligó al cantamañanas a soltar la pasta y quedarse con el juguete llamado Twitter. Y nos jodió el refugio. Y además de cargarse a la mayor parte de la plantilla de esa empresa, poner camas en las oficinas para que, como en los talleres chinos clandestinos de las pelis americanas, los trabajadores dejen de serlo para acogerse al estatuto de esclavo y así al menos poder comer y tener un techo dónde no pasar frío, pues nos ha fastidiado el algoritmo y ahora se te cuelan, en tu casa virtual, todos los indeseables a los que en la vida real no les darías ni agua, aunque tuvieran los labios morados. Y con ello, te das cuenta de que el mundo real es el de tu vecino que le grita a la tele putos moros cuando Marruecos elimina a España del mundial. Que el mundo real es el de los Díaz Ayuso de turno que creen firmemente que si pides una pizza en el portal de un piso de lujo y cuatro días después allanas una morada de ese edificio, tienes dos años de vivienda de lujo gratis porque la policía no te puede echar ya que, según estos ilustrados, el justificante de la pizza sirve como prueba de que tú vives allí, de siempre. Que el mundo real es el de los amorfos anímicos que creen que la homosexualidad se pega y con más intensidad y rapidez que la gonorrea (por eso no quieren que sus hijos vayan al colegio con maricones o lesbianas, pero no les importa que se vayan de putas). Que el mundo real es el de los simples neurológicos que llaman al gobierno «más progresista de la historia» (cuya diferencia en lo laboral, económico y social con el anterior del registrador polifacético, no existe) gobierno de comunistas y etarras. Y que ahora, cuando ven peligrar el LAWFARE (un espejismo) que lleva instalado en este país al menos ocho décadas, afirman que Sánchez, es un peligroso golpista y que la democracia (sistema en el que no creen, y que utilizan para dar a sus corruptelas apariencia de legalidad) está en peligro. Fíjese, querido lector dónde llega el exabrupto, que cuando Zapatero modificó la ley para que los miembros del Tribunal Supremo y de los presidentes de los Tribunales superiores de las CC.AA, para que su elección fuera al menos por 3/5 de los diputados, para así, evitar que el partido mayoritario metiera sus manos en la independencia judicial, el partido de los franquistas tradicionales, presentó recurso de inconstitucionalidad alegando que eso produciría bloqueo (justamente lo que están haciendo ahora ellos). Ahora, cuando el gobierno de la otra pata del régimen del 39, quiere establecer de nuevo la elección por mayoría, los franquistas, vuelven a sacar a la luz el mismo discurso de entonces, aunque ahora la situación sea justo la contraria.

Contaba el otro día la peruana Maria Fe Celi como lo que aquí han llamado intento de golpe de estadodel maestro convertido en presidente por el voto de casi 9 millones de peruanos de los 17 millones y medio que votaron, Pedro Castillo, ha sido en realidad una lawfare, aunque no de los jueces sino de un parlamento y de una constitución salidos directamente de un golpe de estado que no votaron más de un 30 % y que, de los que pasaron por el aro del simulacro democrático, el 48 % dijo NO. En un país donde la vida de las personas vale menos que la de una gallina, dónde no sabes si cuando sales de casa a un trabajo por el que pagan una mierda, podrás volver o acabarás muerto en cualquiera de los cientos de atracos y tiroteos que se producen cada día y en el que aunque seas afortunado y puedas hacer algo de dinero, si no tienes apellido de rancio abolengo eres un puto cero a la izquierda, los que fueron y traicionaron a la ignorante hidalguía española, siguen siendo intocables y ostentan el poder por derecho o por cojones. Cuando escribo esto, leo que miles de peruanos se están manifestando para devolver el poder a Pedro Castillo. Y sin embargo aquí, hasta la comparsa del ángel caído, se desvincula del poder legalmente establecido y ejerce, nuevamente de consentidor de los intereses del imperio.

Y es que, llegados a este punto, siento de nuevo, daros malas noticias, queridos lectores. La predicción maya se está cumpliendo. El fin de una era, la de la sociedad moderna, llegó a su fin y ha empezado otra que nos está llevado poco a a poco a una época de oscurantismo, indecencia, agnosticismo social y de nihilismo sobre los derechos humanos. Una nueva época feudal, que algunos llaman fascismo ecológico, en el que el racismo, la intolerancia y la misantropía social se han convertido en los nuevos mandamientos, el yo es el nuevo dios al que adorar, la democracia ha perdido toda su esencia para convertirse únicamente en la legalidad de lo ilícito y los derechos y libertades, se van quedando en las cunetas junto con los excluidos. Los gobiernos de lo que hasta ahora llamábamos primer mundo, no sólo consienten, sino que arman a un nazi drogadicto y megalómano que sirve a los intereses del imperio y, para colmo, con el apoyo al conflicto están destrozando la industria, la sociedad y la vida de sus administrados electores. Y da igual si, por ejemplo, un inspector honrado emite un informe para el juez de la Gürtel con el sobrecoste del 100 % de la obra pública en la época del Napoleón de hacendado, insufrible caradura y señor de la guerra, como presidente del gobierno, porque en las democracias de este feudalismo asocial, todos los poderes del estado responden ante el mismo interés que, por supuesto no es el general. Porque en esta nueva etapa feudal, hasta el capitalismo se ha vuelto más miserable de lo que ya de por sí era. El hijoputismo le ha dado una vuelta más a la tuerca, y los que siempre han vivido del momio, del trabajo de los demás y de esquilmar hasta la saturación la pobreza del mal llamado tercer mundo, ahora, además también se quedan, apropiándoselas según la legalidad que antes establecen, hasta de las rentas generadas por quienes las producen.

Lo que ha sucedido en Argentina con Cristina Kirchner, lo que sucedió en Brasil con Lula o Dilma Rousseff (y está sucediendo ahora con Bolsonaro, que sigue sin querer dejar el poder), lo que le sucedió a Evo Morales, o lo que sucede en España, dónde se abren y reabren procesos contra los supuestos oponentes del régimen una y otra vez, que se sobreseen sin embargo en otro partido que sigue siendo legal, a pesar de los cientos de casos de corrupción y de haber sido condenado por lucrarse con la trama Gürtel, o cuando se condena al estado a pagar por un proyecto fallido como el Castor o se dejan en suspenso multas millonarias como la que la AN acaba de hacer con los 204 millones por licitaciones de obra pública fraudulentas a Sacyr, Ferrovial u OHL, el hilo para enhebrar es siempre el mismo: la ley sólo afecta al ciudadano de calle. Legalidad ilícita que no responde al interés democrático o del bien general, sino al de aquellos que mueven la tramoya en la sombra.

Llevamos apenas dos siglos de lucha de los pobres contra el de los rentistas absolutistas cuyo poder es heredado, y en la mayor parte, fruto de las maldades de sus antepasados. A partir de la Segunda Guerra Mundial, creímos que podíamos ganar. Sobre todo con aquel Mayo del 68 o aquí con la muerte del fascista genocida eunuco en el 75. Y como pasa con el agua que inunda una vez y otra el molino de la  abuela Clorinda, cometemos el error una y otra vez de intentar cimentar la democracia sobre las rocas del feudalismo. Y el poder establecido, siempre encuentra vaguadas por las que colarse y acabar anegando las instituciones. Y no hay otra solución que empezar de cero y en una cota a salvo de ese feudalismo.

Como decía el analista informático holandés Edsger Dijkstra «Es prácticamente imposible enseñar programación correctamente a estudiantes que han estado expuestos al lenguaje BASIC con anterioridad. Como potenciales programadores, tienen la mente mutilada sin esperanza alguna de regeneración

Es imposible la ecología, el decrecimiento y la redistribución de la riqueza, en esta sociedad de aprendices de demócratas creen que los caprichos personales son derechos, que las molestias son intolerables y que la libertad no es el uso responsable de tus verdaderos derechos respetando prioritariamente los de los demás, sino hacer lo que te salga del higo por tú eres lo único y lo más importante de la sociedad humana.

Salud, feminismo, ecología, decrecimiento, república y más escuelas públicas y laicas.

Lo + leído