De este modo puede definirse mi posición política en la actualidad. He leído recientemente en este mismo diario, un artículo de Eva Puig titulado "Duelo pandémico". No puedo estar más de acuerdo. La pandemia me originó un profundo trauma que no termina de sanar y que se reactiva frente a circunstancias propicias, como por ejemplo los resultados de las recientes elecciones catalanas. Me explicaré.
Samuel Beckett (1906-1989) es uno de los grandes representantes del teatro del absurdo. En esta corriente, mediante el humor, el despropósito y los diálogos repetitivos, incoherentes o disparatados se destapa el lado más irracional y descabellado de los seres humanos (hoy se llaman "persones") Su obra más famosa es, sin duda, "Esperando a Godot". En ella, dos vagabundos, Vladimir y Estragón esperan a un tipo llamado Godot que tal vez llegue en algún momento según anuncian otros estrafalarios personajes, desde luego no en el día de la fecha, pero casi seguro que sí, el día siguiente. El tal Godot podría simbolizar a Dios, al Paraíso del proletariado, a la democracia, a la felicidad, a la patria soñada o a tantas y tantas quimeras en las cuales creemos los humanos (persones, insisto en ello dada la trascendencia del lenguaje inclusivo) y que son habitualmente utilizadas por políticos y demagogos para manejar a las masas de ilusos vladimires y estragones y que ellos califican de "pueblo".
Eva Puig padece de un "Duelo pandémico". Me identifico con lo que dice. Es lo bueno de los renglones escritos, que permiten identificar en otras personas unas vivencias propias que, de lo contrario, se sufrirían en soledad. Creo que arrastro ya secuelas crónicas y que padezco una "Depresión democrática" que, desgraciadamente implica una serie de síntomas, "anhedonia democrática" "insomnio de conciliación democrático" ganas de llorar democráticas" e "irritación democrática" que se han hecho persistentes y no me abandonan, como los buenos desodorantes. Ignoro si Beckett aprobaría todas estas expresiones sintomáticas manifiestamente absurdas, como lo son, en realidad, cualquiera de las que emplean de modo cotidiano nuestros políticos, para ensalzar como intachable su conducta y vilipendiar la del adversario.
Como soy bastante iluso, antes de la pandemia me encontraba yo esperando a Godot. Pensaba que vivíamos en una democracia imperfecta y mejorable, pero democracia al fin y al cabo y que un generoso Godot podría llegar e ir tejiendo poco a poco instituciones mas justas, decentes y transparentes. Vale, ya se que soy bastante memo pero no puedo remediarlo. Llevaba ya unos años muy mosqueado pero en definitiva continuaba en el papel de Vladimir o de Estragón, es decir, esperando. Y en esto llegó el covid19 y nuestras autoridades no cesaron de mentir en ningún momento y bajo ninguna circunstancia. Los responsables de tanto embuste no eran dictadores o tiranos malvados, eran los representantes de la gente democráticamente elegidos mediante el voto libre y secreto y que se supone debían trabajar por nuestro bienestar y velar por nuestra seguridad. Nada de eso, peor todavía, transformaron con el inestimable apoyo de los medios de propaganda a los buenos ciudadanos, en agentes del "Ku Klux Klan vacunal y a los que cuestionábamos tanta majadería elevada al rango de norma moral en unos insolidarios delincuentes. Eso fue lo peor de todo, contemplar lo fácil que es transformar a las personas en policías de la moralidad pervertida disfrazada de salud. Ya no me extraña nada lo que sucedió en la Alemania nazi, o en Yugoslavia o en Armenia o en Ucrania o en cualquier otro lugar. Es muy sencillo destrozar la convivencia y la sensatez de cualquier comunidad mediante el miedo. Esa fue mi gran pérdida. Antes de la pandemia tal vez ya no esperaba a Godot. Pero la actitud de las autoridades desde el 2020 me hizo perder la confianza en un sistema que yo consideraba estable y seguro.
"Duelo y Melancolía" es uno de los mejores trabajos de Freud. Lo escribió en plena Gran Guerra( 1917). Se trató de un conflicto brutalmente destructivo, alimentado por las mentiras y las manipulaciones de unas élites políticas europeas codiciosas e imprudentes que no dudaron en sacrificar una generación en el barro, las ratas y las alambradas de las trincheras. Mas o menos lo que algunos pretenden ahora. Los que sobrevivieron a las matanzas perdieron la confianza y la seguridad. Stefan Zweig o Céline o Remarque escribieron sobre ello rabiosos o perdidos. Los dictadores de los años 30 suplieron con su demagogia, a fin de cuentas terroríficos " falsos godots", toda la inseguridad existencial provocada por el estallido bélico de 1914. Freud planteaba la melancolía en su similitud con el duelo, debidos ambos a una pérdida real o fantaseada. Esta pérdida podía referirse a una persona, a un objeto material, a una representación valorizada de uno mismo, o para el caso, a un estado emocional y cognitivo como la confianza y la seguridad que pueden ofrecer las instituciones políticas y sus representantes. Esos mismos que no paraban de mentir. Desgraciadamente la única certeza que tengo ahora es que el Godot democrático en forma de buen gobierno jamás llegará.
No vivo en Cataluña ni soy catalán. Tal vez un poco, ya que nací en Valencia, según algunos el extremo sur de los soñados "pays catalans". Ver ganador de las elecciones a Salvador Illa, que recientemente ha mentido una vez más en sede parlamentaria, hablando de una "vacunación voluntaria" me produce una inconmensurable irritación. ¿Acaso la mentira no tiene consecuencias? No lo parece. Claro que tampoco había mucho donde elegir. El famoso "proces" siempre me pareció otro Godot. En realidad, los nacionalismos con sus paraísos independientes presentados como un futuro posible de felicidad, su estimulación de las vanidades colectivas y su desprecio por los vecinos inmediatos, tan parecidos a ellos mismos, siempre me remiten a las quimeras tan esperadas como esquivas. De nuevo Beckett. Ahora llegarán las negociaciones para formar un gobierno que asegure, otra vez, los intereses de las élites privilegiadas del mejor modo posible. Los ciudadanos, tras las elecciones importan más bien poco.
Ganas me dan de abandonar el papel de Vladimir y Estragón y disfrutar de un sano escepticismo que me permita superar este "duelo pandémico" y la posterior secuela de "melancolía democrática". Abrazar las palabras de Macbeth pero referidas a la política: "un cuento, escrito por un necio, lleno de ruido y furia y que no significa nada". Pero no, ¡todavía no!. Guardo la pequeña esperanza de que Godot llegue finalmente y lo más seguro es que vuelva a votar en las próximas elecciones europeas. Si es que no aprendo.