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Entre ladrones anda el juego

22 de Junio de 2024
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entre ladrones anda el juego

Con la nueva era digital, evidentemente, nació el robo digital. A través de la red pueden acceder en algunos casos al banco y en otros hackearte cuentas de redes sociales: es decir, entran , cambian contraseñas y toman el control de tu espacio digital. Normalmente, entran en cuentas de gente que utiliza estos medios como escaparates profesionales, es decir, cuentas con más o menos seguidores, pero que no son personales, sino perfiles públicos que comparten su trabajo ya sea artístico, terapéutico, o del tipo que sea.

Eso le sucedió hace unos días a mi alter ego Malika. Entraron en mi cuenta @malikaysumundo, que ahora ha desaparecido, y me pidieron 325€ para recuperarla. Evidentemente me abrí otra (mientras me perdía por el infinito universo de Instagram para reclamar lo que era mío y aún no he recuperado) y ahora podéis encontrarme en @masmalikaquenunca, nombre que es toda una declaración de intenciones.

Varias reflexiones me salen al paso: unas dirigidas al ladrón de pacotilla y otras dirigidas a las propias redes del consorcio “meta”.

Respecto al ladrón, decirle que hay que ser miserable para aprovecharse del trabajo de artistas que comparten su arte en redes. Que los humanos podemos ser miserables, lo sabemos, pero otra cosa es experimentarlo, y más cuando también es cierto que podemos ser todo lo contrario. Yo estoy convencida que todos tenemos luz, pero no es menos cierto que quienes se dedican a robar la luz de los demás en vez de brillar con la suya propia deben ser muy pobres de espíritu (y no en el sentido de las bienaventuranzas). Más allá de eso, pueden robarnos todas las cuentas que quieran, pero nunca podrán secuestrar el talento. Podemos hacer otras cuentas y llegar a muchísima más gente, cosa que estos ladrones nunca podrán hacer. También es cierto que quien roba a un artista, no le está robando sólo a él, sino a todos aquellos a quienes su arte puede alegrar el día o les ofrece un valor único e intransferible.

Cabe decir que, buscando información, me di cuenta de que el mundo del hackeo es  un submundo increíble y que es un hecho que sucede más a menudo de lo que pensamos. En este submundo existen también “hackers buenos” que te recuperan las cuentas, evidentemente cobrando por el servicio. Hackers hackeando a hackers. La información es poder.

La policía se limpia las manos: “es un hecho muy común -me dijeron-, no pagues, denúncialo en la red social (en mi caso Instagram)”.

Y ahí viene la otra cara de la moneda: la respuesta de “meta” (que con ese nombre ya debiera alertarnos de que en el país de “más allá” rigen otras normas). Literalmente, en esos momentos de shock, deberías tener fácil acceso a un teléfono donde ser atendido humanamente por otro homo sapiens que actuara rápido. Nada más lejos de la realidad: una red que no nos sale gratis porque el producto somos nosotros y hacen millones a nuestra costa, no tiene ni atención de emergencia, y en su lugar, te encuentras con páginas que te redirigen a otras páginas que te llevan a otras páginas, en un bucle que haría las delicias de kafka. Al fin y al cabo , somos sus clientes, y el servicio es pésimo, por no decir nulo. Sin contar que estamos constantemente expuestos a su infame censura si mostramos pezones (artísticos) o nos salimos de ciertos discursos oficiales.

En fin, entre ladrones anda todo este juego. No sé las alternativas, pero seguro que las hay. Es cuestión de ponerle imaginación y crearlas. ¿Alguna sugerencia?

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