La industria de la distracción ha crecido de una forma inmensa desde hace años. Parece que necesitamos escapar de las circunstancias que vivimos y de nosotros mismos, (a pesar de que la vida se ha vuelto más cómoda), hacia otros lugares, y otros espacios físicos o mentales. Pero hay que recapacitar un poco sobre lo que esto significa.
Por un lado, indica que lo que vivimos no nos gusta y no nos sienta bien, y por otro, que esos paraísos que se nos ofrecen son experimentados como la alternativa a vidas sufridas.
Nunca la vida ha sido fácil, pero jamás como ahora hemos tenido tantas vías de escape, naturales y artificiales, benéficas y dañinas, y se corre el riesgo de que la evasión se convierta en una forma de vida.
Es necesario ser constructivo en la existencia, aunque sepamos que dentro de unos años ya casi nadie recordará lo que hicimos ni quien fuimos, pero el construir nos realiza por dentro y nos da la satisfacción de estar colaborando en el mundo, cosa que cuantas más personas lo hagan, mejor nos irá a todos.
Intentar ser la mejor versión de uno mismo incluye ser generoso, porque la magnanimidad está muy relacionada con esta cualidad, y cuando nos escapamos, aunque sea muy necesario ocasionalmente, estamos renunciando a ser lo que hemos venido a ser.
Tiene que haber tiempo para todo, para encontrarse en la acción y para perderse en la contemplación, la sensualidad, el juego, la fantasía, etc. Pero hay que reivindicar el valor del cumplimiento del deber como algo, no solo digno y meritorio, sino relevante y plasmador de los valores que defendemos.
Muchos medios de comunicación, no obstante, muestran como deseable vivir el metaverso y la virtualidad de las vivencias de este nuevo mundo onírico, y a veces de tanto olvidarse de la realidad, ya no se sabe por qué se quiere uno olvidar de ella, y es importante saberlo, ya que a lo mejor hay alguna clave importante en esa cuestión. Si uno quiere alejarse de algo, necesita saber por qué, y además, necesita conocer, como cambiar la situación, y la actitud que tiene frente a ella para no pasar la vida huyendo.
Por eso, y por otros muchos motivos, es necesario profundizar, y lamentablemente, la mayoría de las opciones de distracción y escape que nos ofrece esta sociedad de mercado a nivel masivo son simples y superficiales, lo que no hace que busquemos soluciones para el origen de nuestra aflicción. Y es inteligente mirar cuáles son los problemas que tenemos e indagar para encontrar una manera de resolverlos, más que adormecernos de manera química o de otras muchas formas.
La toma de consciencia, es como el diagnóstico de un doctor, supone saber qué ocurre, después vendrá el tratamiento y las recomendaciones de actuación, que nos conviene hacer y cuando, pero lo primero es tener una clara y precisa idea de que está pasando en nuestra mente y en nuestras vidas. El querer irse en las primeras contrariedades implica que no se recogerán los frutos.
La vida es un teatro, para algunos una comedia, y para la mayoría un melodrama, pero para pocos una epopeya, y es lo que debería ser. Somos los héroes de nuestra vida, y necesitamos enfrentar dificultades y enemigos, que a veces están en nuestro interior o son un reflejo de nosotros mismos.
Vivir en una playa es posible que sea agradable, pero se crece poco, es en la lucha contra las adversidades internas y externas donde el hombre y la mujer ejercitan los músculos que Dios les ha dado para que hagan cosas en el mundo, y se conviertan en atletas mentales y espirituales, cosa que les llenará de verdadera satisfacción. Si se tumban a la sombra todo el tiempo, terminarán no solo aburridos, sino con sus capacidades maltrechas por la falta de uso, y con una gran sensación de haber perdido el tiempo. El placer en su justa medida es bueno, es agradable, satisface y descansa, pero no debe ser la meta en la vida, se ha de saber que se hace camino al andar y que el mérito en la obra de cada cual es una de las cosas que más llenan el alma.