Cuando te expones a una amplia gama de rostros no solo moldeas tu percepción de lo que consideras una apariencia normal, sino que también aumenta la probabilidad de que veas a más personas de manera favorable. A cambio, cuanto más segregados y aislados vivamos, más reducida será nuestra idea de la "imagen normal o cercana" en términos de apariencia política, dando como resultado el juzgar negativamente a aquellos que percibimos como diferentes.
En el año 2005 el profesor búlgaro y psicólogo Alexander Todorov, de la universidad de Princeton, hizo un estudio científico demostrando que la apariencia física es un factor determinante para la política, sobre todo a la hora de ser escogido en unas elecciones por personas que no te conozcan. De hecho, también se ha encontrado que los políticos y políticas con una apariencia física más atractiva suelen tener un mejor resultado electoral, como se evidencia en el caso de Justin Trudeau, primer ministro de Canadá.
Psicología del voto
Todorov ha profundizado durante años en la psicología detrás del voto. Sus investigaciones en el trabajo "Inferences of Competence from Faces Predict Election Outcomes" publicado en la revista Science, indica que gran parte de las decisiones electorales se basan, en un gran número de casos, en percepciones superficiales, a pesar de nuestro deseo de querer pensar que son juicios políticos racionales. Recuerda que el 85% de nuestras decisiones son irracionales, provocadas por una parte del cerebro que no ha evolucionado desde hace más de 200.000 años.
En el año 2003, Todorov comenzó a sospechar que, a excepción de aquellas personas que se involucran activamente en la política y ejercen el denominado “voto duro”, vamos, los fieles a las siglas, la razón por la que el resto de las personas, más alejadas del día a día político y que optan finalmente por un determinado candidato a gobernar, tenía más que ver con la percepción, que con la propuesta política misma.
Fue así como en aquel experimento, tras mostrarle a un grupo de voluntarios muchas fotos de rostros a los que debían calificar por la confiabilidad que se reflejaba en ellos, – sin sospechar que efectivamente se trataba de candidatos reales al Senado y la Cámara estadounidense- los participantes coincidieron en un 70% con los resultados que efectivamente se dieron en los posteriores resultados electorales.
A mayor apego a unas siglas, ideologías o conocimiento del candidato, menor es la necesidad de una buena presencia e imagen, aunque siempre tendrá un plus de aceptación. Ahora bien, a mayor desconocimiento de un candidato o trayectoria de una marca de partido político, mayor esfuerzo y cuidado a la hora de proyectar tu impronta en una campaña electoral o campaña política.
Como la apariencia física de un político o política te condiciona
Todorov ha conseguido demostrar que la primera impresión de los candidatos puede ser precisa con solo un vistazo, lo que subraya la importancia de la apariencia física, el lenguaje no verbal y la imagen personal en la política. La percepción de confiabilidad y competencia de un candidato a menudo influyen en el resultado final de las elecciones. Es por ello por lo que los candidatos que son percibidos más confiables y competentes son los que generalmente terminan ganando las elecciones.
¿Y si en una campaña electoral hacemos diferentes carteles electorales o vallas publicitarias dependiendo del lugar en donde vayan a ser colocados?
Esto a juicio de Todorov queda claro si observamos el reciente mapa electoral de Estados Unidos y observamos los lugares en la que la gente votó a favor de Trump o de Clinton. En las áreas urbanas, tales como Nueva York, en que la gente vive en un ambiente multicultural, el voto de manera abrumadora fue para la Hillary, la candidata demócrata, en tanto el apoyo para Trump vino de las áreas rurales y poblaciones más homogéneas.
Desde este punto de vista, en las pasadas elecciones estadounidenses, el comentario de Marco Rubio, político del partido republicano, acerca de lo pequeñas que eran las manos de Donald Trump fue algo más que comentario al azar, se trató, a juicio de más de un experto en comunicación, de un intento indirecto de menospreciar la capacidad de Trump como líder.
De la misma manera, Donald Trump mencionó varias veces durante la campaña el estado de salud de Hilary Clinton, cuestionando así, intencionadamente, si estaba apta para el cargo. Si bien estas tácticas pueden parecer insignificantes, en muchos casos son suficientes para influir en el voto de los electores indecisos. Se ataca de manera directa el aspecto físico del adversario y se tiene muy en cuenta a la hora de decidir el voto.
Aunque enfocarse en detalles físicos durante la campaña puede influir en los votantes indecisos, -el voto blando o el voto de los abstencionistas-, estas tácticas pueden ser vistas también como manipuladoras en lugar de evaluaciones políticas de autoridad y criterio.
Politólogo y pseudociencia
Además, otras investigaciones recientes han mostrado que las inferencias basadas únicamente en la apariencia y los rostros de los candidatos arrojan un resultado impreciso y pueden variar según las culturas. Esto destaca nuestra tendencia innata a favorecer a quienes se parecen a nosotros y a desconfiar de aquellos que vemos diferentes.
La fisonomía, que es la pseudociencia basada en el estudio de la apariencia de las personas, sobre todo sus caras, para conocer sus personalidades, ha existido desde siempre. Aunque hoy en día son pocos los que se la toman en serio, la ciencia ha demostrado con creces que es imposible resistirse a las primeras impresiones. La primera impresión es la que queda. Pongamos por ejemplo: Si la primera vez que veo a algún político o política en una entrevista, un cartel o un encuentro con la ciudadanía, la primera vez, y su rostro refleja enfado, disgusto o una mala imagen en general ¿Qué resultado generará en el cerebro de la gente?
Observar a alguien por menos de un segundo puede ser más que suficiente como para hacernos una idea sobre esa persona. Es más, estas impresiones predicen resultados concretos, incluyendo elecciones políticas, transacciones económicas y sentencias en juicios. Utilizando métodos de vanguardia y neuromarketing político, hoy podemos mejorar las primeras impresiones hacia nuestra marca política personal como por ejemplo fiabilidad, credibilidad o agresividad.
La confianza en las elecciones
En política, el orden natural para conseguir la confianza ciudadana es: atención, emoción, recuerdo y voto. Es decir, que primero hay que ser capaces de ser disruptivos para poder emocionar a continuación. Si lo conseguimos podremos ser recordados a la hora de conseguir el voto en las urnas.
¿Tienen razón entonces los que practican la fisonomía? En cierto sentido, gracias a estos métodos, pareciera que sí. Los mismos estudios revelan que las afirmaciones de los fisonomistas modernos pueden ser tan exageradas como las del pasado y que la fisonomía no tiene base científica, por eso se considera una pseudociencia.
Entonces ¿Cómo llegamos a un equilibrio cuando necesitamos explicar y hacer saber más de nosotros y la mayoría de las veces es muy poco el conocimiento que tienen sobre mí y todo lo que quiero proponer a la ciudadanía? La respuesta es: encontrar una o varias imágenes que transmitan buena apariencia y que se integren lo máximo posible en la inconciencia ciudadana del lugar. En lugares donde la población es más diversa y plural, proyecta una imagen más fresca, dinámica, menos clasicista. A cambio, en entornos donde los habitantes sean más uniformes en cuanto a culturas o arraigo al lugar, muestra en la medida de lo posible una apariencia más conservadora, tradicional o moderada.
Si te dedicas a la política, preocúpate mucho en proyectarla así, mucho.