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"Es necesario despachar una cédula de buen comportamiento a los migrantes inadaptados"

16 de Julio de 2025
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"Es necesario despachar una cédula de buen comportamiento a los migrantes inadaptados"

Debe de ser difícil sentir un rechazo abierto en la vía pública por tu "aspecto africano". Cada día son más comunes, o están más normalizadas, expresiones del tipo: moro, vuelve a casa. Son expresiones que se escuchan en los baretos, discotecas y en las terrazas: se prohíbe el paso a los moros¡vete a tu país! y así sucesivamente. Ha sido un axioma durante siglos: las dos orillas de Mediterráneo se dan la espalda, aunque algunas empresas sortean estas dificultades. Quedan ciertas costuradas mal enhebradas como Ceuta y Melilla, disimuladas a duras penas por la "economía de mercado".  

Este furor nacionalista, opuesto a un delirante globalismo, casa mal con la ideología liberal, pues mientras se sublima el patriotismo de pulsera, se precisan manos dispuestas al jornaleo en campos y ciudades.  

La rebelión antisistema es nacionalista 

A nadie debería asombrar: la disidencia hoy es nacionalista, y está decidida a recuperar la identidad "occidental" (sic). Y está tan segura de su victoria popular, que tan solo afronta un formidable e irresoluble problema de método para expulsar al inadaptado. Crece pues la presión y el desaliento sobre una multitud de inmigrantes: ¿Cómo devolver al terruño a los que han sacrificado su identidad? ¿Qué decir a sus hijos del barrio, del extrarradio, para convencerles de que este, su único país conocido, no es el suyo?  

Desean purificar la raza hispánica sin renunciar a los dineros de la Alhambra ni a la lana de las merinas. Es necesario purgar de indeseables el sistema, y sustituirlo por las gentes de bien, engañadas por los corruptos del bipartidismo y otros partisanos del perenne pelotazo político-empresarial.  

Las certezas teóricas de la gente de bien

Es humano; el pueblo se identifica con un hombre carismático justiciero, capaz de desbaratar las mascaradas del poder. Cada triunfo, cada humillación de los todopoderosos del burdel y el soborno son un éxito propio. Es preciso barrer el país de políticos e indeseables migrantes. Las gentes, la totalidad reflejada en la personificación del hombre-justicia, no recuerdan si sus abuelos emigraron, o lo hicieron cualquiera de sus antepasados, de tal manera que la víctima propiciatoria es el inadaptado que supuestamente vagabundea por una pensión en el laberinto administrativo. Así lo dictan los héroes carismáticos de las redes sociales.  

Cuesta entenderlo, pero los Robin contemporáneos actúan con sinceridad y son capaces de sintetizar la justa frustración de los jóvenes: a nadie se le escapa; veamos ¿por qué se ha multiplicado el precio de la vivienda? ¿por qué aumenta la inflación mientras el sueldo medio se mantiene en niveles de pura supervivencia? ¿quién puede soñar con paliar la soledad de una tarde dominical con un vástago? Desde las redes se tuitea con claridad: es preciso volver a la esencia, sin embargo ¿dónde está ese lugar común donde el conjunto alcanza la felicidad en una arcadia etnonacionalista?  

Vienen pues los salvadores, azotes del mestizaje, para devolver a la concurrencia a las modernas iglesias, pagadas con el dinero público, a las fiestas de los pueblos y sus olvidados quintos, a la España de los usos y costumbres. ¿Se refieren a los usatges de la Cataluña histórica, a los fueros vascos? ¿a la Castilla de los bailes regionales? El movimiento es reactivo, y no puede ser de otra manera: es preciso que los padres y sus hijos nacidos en suelo ancestral y patrio reemigren. Hay que explicarles a los Ahmeds y Mohameds del cinturón sur de Madrid y los arrabales de Cataluña o País Vasco: vuelvan al país de sus ancestros.  

Ya no sirve sumergirse en una pila bautismal, por lo que cabe la posibilidad de exigir una cédula de buen comportamiento ciudadano expedida por el ayuntamiento y certificada por los vecinos de los pueblos y barrios. Para ello, se puede realizar un examen anónimo enviado a los vecinos de pura cepa con al menos dos apellidos hispánicos, con el fin de certificar su buen comportamiento y adhesión al sistema.  

Para realizar tan magna obra necesitamos del concurso de un Felipe III, movilizar a la Armada con el fin de trasladarlos a Berbería. Los hijos mestizos arrancados a sus madres recibirán cursos de reciclaje, la costumbre del vermú o la cervecita a su hora correspondiente, la siesta preceptiva, el culto al equipo ganador, la celebración de las fiestas de los quintos y patronales con el transporte de los iconos a la ermita y, durante la Semana Santa, la asistencia a los pasos procesionales con pulcra devoción. En Navidad, el culto a Cristo con sus fiestas culinarias asociadas y así sucesivamente.  

En cuanto al medio laboral, es de interés que estos migrantes asuman tareas repetitivas y tediosas con el fin de domesticar su mala conducta. Es razonable, pues, satisfacer al patrón con una extensión de la jornada laboral a voluntad y según las necesidades. 

Estas medidas para fomentar las buenas costumbres deben estar recogidas en un nuevo estatuto de los trabajadores promocionado por el régimen del buen comportamiento. Este organismo (por sus siglas hispánicas RBC) vela por la correcta integración de los migrantes y afines, sus hijos hasta la tercera generación y aquellos de dudosa adhesión a los principios integradores del neo régimen casticista

Toda la sociedad está implicada en esta magna obra. Su buen hacer, su disciplina y diligencia en la denuncia publicitada en redes sociales son suficientes para iniciar el protocolo público-privado con el fin de lograr la reintegración del migrante en el país de sus ancestros.  

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