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Ese tal Santos del que habla

19 de Junio de 2025
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Santos Cerdán

“Ese tal Santos del que usted me habla”. “Ese tal Ábalos del que habla usted”. Serán frases que escucharemos las próximas semanas y meses, y que recuerdan al famoso “ese señor del que usted me habla” de Rajoy para referirse a Luis Bárcenas. Como si nadie les conociese y como si Santos Cerdán hubiese llegado a ser Secretario de Organización del PSOE por su amplio y brillante currículum académico y político. O Ábalos a ser nada menos que Ministro de Fomento por ser alguien docto en infraestructuras y obra pública.

Lo que nos demuestra este caso son fundamentalmente  dos cosas. La primera es que pasan los años, pasan las legislaturas, se suceden los principales partidos en el Gobierno de la Nación y permanece una constante histórica en la política española: Si no eres un sinvergüenza, un corrupto, un desalmado, un cínico, una mala, mala persona, no llegarás a nada en la política española. Probablemente ni a concejal de pueblo. Porque debemos reconocer que los golfos se reconocen entre sí, y sólo se admiten golfos en la vida política española. Y en parte de la sindical y social. La segunda cosa que se ha demostrado es que no hay ningún rubor ni decoro ni vergüenza. Da igual que un gobierno caiga por corrupción. El siguiente no se cortará y seguirá la misma senda sin  ningún disimulo pero con distintos miembros. Parece ser que lo primero que piensen y en lo que fijen su estrategia los elegidos para un cargo es en ver cómo pueden sacar pasta desde el flamante despacho que han ocupado.

El latrocinio pues ha sustituido a la gestión,  y lo ha hecho desde hace décadas diría yo. No es extraño pues que nuestros servicios públicos, aquellos que se supone que nosotros pagamos con tasas, impuestos y recargos de todo tipo y condición, tengan cada vez más rasgos del Tercer Mundo. Nuestras carreteras dan pena, nuestros trenes no llegan a tiempo, el servicio de Sanidad Exterior no da citas para vacunas en el extranjero, Correos da cada día más pena, etc, etc. Son las consecuencias de décadas de selección adversa, de selección negativa; sólo los peores entre los peores, los que se reconocen por ello entre sí, tienen acceso a llevar las riendas políticas.

Y ahora, ¿qué hacemos? Una pregunta para la que hay en su mayor parte tristes respuestas. Y es que la posibilidad de arbitrar un movimiento de regeneración nacional choca con la realidad de  en qué desembocó el de hace apenas diez años. En chiringuitos familiares y chalets por un lado, y en lograr consultorías para hacer pasta por el otro. Y ello, claro,  provoca escepticismo. Y por otro tenemos los conjuros mágicos de siempre, o decir “fachas” o en decir “rojos” o en decir lo que sea al que intente defender un mínimo de decencia. Que mala pinta tiene esto. Qué pena me da mi país. Qué tristeza.

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