¿Vosotros disfrutáis de un día de compras o supone una pesadilla? Hoy he visto un vestido precioso en una de las tiendas del paseo marítimo, una de esas tiendas medio hippies, con vestidos largos muy pijos, o como a mi me gusta llamar a esa ropa “hipija”, ropa hippie y pija.
Me he probado el vestido de mi vida, un vestido marrón con dibujos tribales, me hacía delgada y muy hipija, pero parecía que iba a casarme, incluso la parte delantera que era más corta que la parte trasera me quedaba larga, ni siquiera me quedaba bien poniéndome de puntillas como si tuviera tacones. Nada, que parecía una niña de cinco años jugando con la ropa de su mamá. Así que con toda la pena del mundo lo tuve que dejar allí en la tienda.
Cinco puñeteros centímetros más y los anoraks largos no me harían parecer baby Yoda, cinco centímetros más y encontraría las cosas que se colocan en la estantería de arriba, cinco centímetros más y no tendría que subir el asiento del coche hasta casi tragarme el volante ni tendría que dar tres pasos mientras los demás dan uno. Pero sí, menos mal que pienso en positivo y veo ventajas como el salir en las fotos la primera y que al mirarme la gente desde su alta perspectiva, se me vea desde arriba más delgada, y por supuesto, puedo comprarme ropa de niña o despreocuparme de la estatura de mi pareja, tampoco me fijo en las puertas porque por todas paso, y si me quiero dar un baño de espuma relajante, me puedo estirar en la bañera.
Pero por muchas ventajas o desventajas que se tengan, al final, con respecto a la ropa, son los diseñadores o las empresas las que definen nuestros estándares de belleza. Si es talla única es larga y dependiendo de en qué tienda te pruebes la ropa tienes una talla más o una talla menos, vamos que, en algunas tiendas la talla pequeña es princesa Disney y en otras tiendas es talla Fiona de Shrek. ¿Tan difícil sería que se regularan las tallas y todos se pusieran de acuerdo? Más que nada, porque la adolescencia es una edad muy mala, y si de una tienda a otra engordas una talla, surgen problemas como la anorexia o bulimia.
Bueno, para que engañarnos, hasta yo me pondría a comer lechuga si no fuera verano, si no me gustaran las barbacoas, si no me gustara una cerveza fresquita, la pizza, los pasteles, el chocolate, las hamburguesas… ahora que lo pienso, en lo único que me afectaría sería en ponerme a llorar mientras como helado y pienso en las escasas posibilidades que tengo de meterme en una talla pequeña.
La modelo Eva María Pérez Llano lleva muchos años luchando para que todas las marcas actúen dentro de una coherencia y unifiquen tallas.
Se habla mucho de aceptarse tal como somos, pero es muy fácil echar la responsabilidad al consumidor, es como si te ponen una tarta de chocolate delante y te dicen que debes tener fuerza de voluntad y comer lechuga, pero nadie le echa la culpa al mala sangre que te ha puesto delante la tarta.
Con la ropa sucede igual, ves una falda monísima que en la percha queda estupenda, buscas tu talla y te metes feliz en el probador, cuando te la ves puesta, pareces un colchón hinchable con los botones a punto de estallar y saltarle un ojo al de enfrente. Nada más salir de la tienda, aún avergonzada por la imagen que aparecía en tu mente una y otra vez, vas a otra tienda porque necesitas ropa para una cena a la que debes asistir, así que suspiras y entras en la siguiente tienda, y… no sabes cómo, pero la misma talla que antes te quedaba horrible, ¡ahora te queda como un guante! entonces te alegras de haberte metido en otra tienda.
Pero pensadlo, ¿y si no hubieras entrado en otra tienda? Seguro que te habrías puesto a régimen, pero eso no es lo malo, lo grave sería dejar de comer o vomitar la comida porque tus padres no entienden que desees adelgazar con tus cincuenta kilos y tu perfecta figura, bueno, aquí no me estoy refiriendo a mí, es un ejemplo, ya quisiera yo recuperar mis cincuenta kilos.
¿Culpables? Hay muchos, pero no son los consumidores, yo no tengo la culpa de ser bajita, la culpa la tienen los que hacen ropa solo para altas.