Juan Gérvas / Mercedes Pérez Fernández

La espiritualidad en medicina

05 de Julio de 2024
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Espiritualidad, Juan Gévas y Mercedes Pérez

Espiritualidad 

Espiritualidad es el sentimiento que responde a lo que el ser humano no logra comprender, como la existencia de su propia vida y del Universo, la conciencia de libertad, la inevitabilidad de la muerte, el ser personal, la angustia vital, etc. Como tal sentimiento conlleva conmoción, y muchas veces recogimiento y meditación.  

A lo largo de milenios la espiritualidad devino en religiones varias que han regido y controlado sociedades, establecido códigos de conducta y ética, sacralizado lugares y ritos y jugado un papel fundamental en el ejercicio del poder. Tales religiones han perdido presencia en favor del consumo capitalista, con la consecuente crisis de identidad en las sociedades occidentales. 

Creer que la espiritualidad solo se da con la religión es como creer que la inteligencia solo se da con la ciencia.   

El duelo y sus rituales 

No es enfermedad el sufrimiento normal del duelo ante la muerte de un ser querido ni para el propio afectado, ni para sus familiares y amigos, ni para el médico y por ello no se vive como tal por la sociedad. Puede existir, eso sí, un ritual simbólico y cultural "terapéutico" individual y social de apoyo y ayuda al doliente y sus familiares, más o menos estricto.    

Se expresa en lo público mediante el luto, cuyas muchas pautas (entierro, funeral, vestimenta, higiene, comidas, esquelas, banderas a media asta, fiestas conmemorativas, ausencia al trabajo, etc) permiten aflorar valores solidarios primitivos y necesarios.  

Cada individuo, según su cultura familiar y social, tiene una respuesta para el dolor de la "pérdida" en formas y tiempos muy diversos y en ello hay mucho de un saber ancestral popular que da autonomía y capacidad para enfrentarse a los inconvenientes y vicisitudes de la vida. Así, el color habitual para el luto suele ser el negro, pero las reinas europeas de la Edad Media emplearon el blanco como tal, y esta costumbre persistió en España hasta finales del siglo XVI, siendo "revivido" el color blanco por la reina Fabiola de Bélgica (española de nacimiento) en el funeral de su esposo, el rey Balduino I de Bélgica, en 1993.

El duelo no es un proceso médico sino personal y social. Conviene no medicalizar el duelo sino acompañarlo de espiritualidad, intimidad, de filosofía, de silencios, de conversaciones y de los valores por los que la vida vale la pena ser vivida.

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La llama de una mariposa 

Hay lamparillas o mariposas, mechas y pábilos preparados sobre un soporte generalmente de corcho que se deposita sobre aceite. Una vez prendida la mecha, la llama persiste mientras quede aceite.  

Durante nuestros años clínicos encendíamos una mariposa cada vez que “se nos moría un paciente”, y no porque nos sintiésemos culpables, sino en general por una vibración interior de pérdida, de cese definitivo de una relación que solía haber sido intensa. 

Es decir, por el sentimiento de espiritualidad, esa conmoción que lleva a recogimiento y meditación. 

Delante de la llama, fijos los ojos en sus oscilaciones, los pensamientos iban y venían a su libre albedrío

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Los humanos somos seres capaces de reír y de llorar

Entre los seres vivos hay algunos que son capaces de escribir y de leer esto. Son los humanos. Además del dominio del lenguaje, a los humanos les caracteriza la alegría y la pena. Así, el reír y el llorar son actividades singulares y típicas de los humanos. 

Los miembros de la tribu humana son parlanchines y curiosos, capaces de bromear, de contar chistes, de reírse de sí mismos y de otros, y de disfrutar del doble sentido de palabras y actitudes. 

También son capaces de penar, de tener un sentimiento de sufrimiento que, como la risa y la alegría, puede ser personal y/o grupal.

De hecho, estos sentimientos de alegría y pena se mezclan incluso en las situaciones más duras, como en el trabajo clínico del médico donde en medio del dolor y del sufrimiento cabe la anécdota y la situación hilarante

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La inteligencia

La inteligencia es importante y los humanos lo demostraron con el dominio de materiales diversos para construir instrumentos y herramientas, pero lo que probablemente “nos hizo” humanos fue la capacidad de penar por la muerte de un miembro de la tribu. Al menos eso dejó rastro en rituales diversos, los ya señalados respecto al duelo. 

La actividad diaria, la curiosidad y las ceremonias alegres dejaron también rastro, pero más elaborado y tardío; por ejemplo, en forma de instrumentos musicales. Sin embargo, el enterramiento de humanos fue temprano e indica un culto rudimentario a los muertos, al menos un deseo de considerar “especial” el cuerpo que ya no tenía vida. Este penar es típico del humano.

Filosofía para médicos

La medicina es un arte y una ciencia y los médicos siempre han tenido relación con los científicos y con los filósofos de la ciencia. Así, es parte del devenir de la actividad médica el saltar a otras áreas como la sociología, la antropología, la filosofía, las matemáticas y más. Y viceversa. No es raro que, por ejemplo, los filósofos de la ciencia se impliquen en cuestiones médicas. Sirve Mario Bunge con su libro “Filosofía para médicos”

Como es natural, los médicos también se implican en estas cuestiones, y buen ejemplo es la crítica de Luis Carlos Silva Ayçaguer al libro de Mario Bunge

Invasión de imbéciles

Lo nuevo es que ahora la Red permite lo que Umberto Eco ha llamado, con acierto que nos retrata, “La invasión de imbéciles, el fruto de las redes sociales. De tontos del pueblo a portadores de la verdad”

Lo nuevo es que ahora tenemos Internet hordas de justicieros con la medicina, que lo mismo lapidan a un médico clínico que critican decisiones científicas sin aportar nada más que gritos. Lo demuestra bien la histeria con las vacunas, la falta de la más mínima piedad y compasión en un debate sin fundamento científico. 

Es una “invasión de imbéciles”, portadores de la verdad que pueden considerar que tener en cuenta la espiritualidad del paciente es medicina alternativa. Poseen un fino bisturí (y mejor ojo) que les permite separar la ciencia de la pseudociencia, y están obsesionados con cualquier desviación de la ortodoxia científica (ortodoxia definida por ellos mismos).

Lo que sea la medicina no lo definen “tontos del pueblo” que creen que tener en cuenta la espiritualidad de los pacientes es “medicina alternativa”

Hay hordas de tontos del pueblo, los “E”scépticos actuales, que pretenden imponer una censura que va contra la esencia de la ciencia y que a veces disponen de títulos universitarios y son físicos, químicos, ingenieros o biólogos, y eso les da todavía mayor arrogancia y atrevimiento. Van por el mundo definiendo lo correcto, el orden y el mando en medicina. 

Así, consideran que la espiritualidad es ajena a la medicina. Son miembros de una Nueva Inquisición y quemarían vivos a los médicos díscolos, y a las enfermeras, pues de ellas es el artículo sobre revisión de la espiritualidad en pacientes con cáncer

Estos “tontos del pueblo portadores de la verdad”, que diría Umberto Eco, se asombrarían de ver a los psiquiatras promoviendo la escucha de las voces de los pacientes que escuchan voces, sin pretender doblegarlos a una pretendida “normalidad”

También se asombrarían leyendo propuestas de recuperación de la espiritualidad en la atención clínica, y con el British Medical Journal, dando voz a los pacientes en la evaluación “científica” por pares:

El papel de la espiritualidad en la atención sanitaria

Amy Price y Marilyn Mann hablan sobre las ventajas de la revisión por pares de pacientes

Cientifismo y tecnolatría

Estas turbas capaces de lapidar a cualquiera que piense y discrepe creen con fe de conversos en el cientifismo, en el poder de la ciencia para resolver los problemas, todo tipo de problemas.

Practican la tecnolatría que describió Ernesto Sábato, la idolatría de las técnicas y las tecnologías que uniforman con sus pruebas y datos “duros” el sufrimiento y la práctica clínica y se suponen resolverán las dudas clínicas y llevarán a la sustitución de los médicos por “inteligencia artificial”

Conviene rechazar esta idolatría porque es una forma de magia y superstición, de la magia y superstición que precedieron al establecimiento griego de la Medicina como ciencia y arte. 

El respeto a la espiritualidad de los pacientes

El respeto a la experiencia, a la espiritualidad y a las creencias de los pacientes es parte central de la medicina. De la medicina científica, y de las medicinas alternativas. Los pacientes pasan apenas unos minutos con los profesionales sanitarios, y pasan la vida consigo mismos y en su entorno. Lo importante es lo suyo: experiencia, espiritualidad y creencias.

La espiritualidad puede estar organizada en forma de entidad, sea una religión o una opción vital compartida. La espiritualidad puede ser sin más una actitud personal que emerge ante el sufrimiento y pena propia y ajena, ¡o ante la misma alegría y jolgorio que tanto nos identifica como humanos! 

En medicina hay que tener un respeto exquisito con la espiritualidad de los pacientes, y facilitarla si lo piden. 

¿Cuántos médicos no habrán tomado contacto con los responsables de las distintas religiones de sus pacientes, que en situación terminal lo piden? 

¿Cuántos médicos no habrán estado de acuerdo con la paz interior que relatan pacientes practicantes de la meditación, el yoga y otras actividades similares? 

¿Quién no ha sido respetuoso con creencias culturales y espirituales que le son ajenas pero claves para el paciente y su familia? 

¿Cuántos médicos habrán experimentado las drogas con las que algunos de sus paciente logran “otros” estados mentales y otra espiritualidad? 

¿Cuántos, conmovidos por la muerte de algún paciente no han encendido una vela en su recuerdo?

En fin.

 Síntesis

Lo científico es dudar de las teorías establecidas. 

Lo médico es escuchar al paciente y ofrecer alternativas a su sufrimiento adaptadas a sus creencias, cultura y espiritualidad.

¡Pobres pacientes cuya espiritualidad se niega en nombre de una diosa insaciable y celosa, la ciencia que no sabe que es pseudociencia! 

 

NOTA

Para terminar, y para dejarlo claro, se incluye una parte de una entrevista que nos hizo Enrique Gavilán, médico de pueblo en Extremadura e infatigable trabajador en el campo de la polimedicación. 

Entrevista de Enrique Gavilán a Mercedes Pérez-Fernández y Juan Gérvas

[Enrique Gavilán] En uno de sus últimos libros, “Filosofía para médicos”, el epistemólogo argentino Mario Bunge carga contra los críticos de la medicina, especialmente contra Petr Skrabanek, Ivan Illich y Michael Foucault. Según él, estos autores son “parte del problema”, ya que “denigran a la razón, a la moral y a los movimientos de reforma social. Sus escritos son malos para la salud individual y para la sanidad pública”. Tacha las críticas al preventivismo de “irresponsables”.

[Mercedes Pérez-Fernández]. Salvando las distancias, Mario Bunge tiene tanta razón como nosotros. Es decir, su apreciación es cierta en lo que se refiere a que los críticos con la medicina pueden llegar a ser un problema. Especialmente si carecen de base empírica y cuando su desconfianza de la ciencia médica y sus ideas no se transforman en acciones que mejoren el panorama. Pero justo nuestras ideas tienen siempre base empírica y se traducen de continuo en cambios de la vida cotidiana. Por poner un ejemplo, nuestra propuesta de humanizar las consultas eliminando toda basura de las industrias (bolígrafos, notas, carteles, calendarios, etc) se traduce en muchas consultas con flores naturales y ambientes sanos, sin humos industriales. Nuestra propuesta de calma y tranquilidad ante la pandemia de gripe A de 2009 se tradujo en un poderoso movimiento (GripeyCalma) que logró cambiar la respuesta profesional y científica promovida por la Organización Mundial de la Salud, el Ministerio y las Consejerías (y las industrias y los medios de comunicación). En otro ejemplo, nuestra práctica de no recibir a los representantes de las industrias, ni sus obsequios, ni formación continuada, ni congresos, llevó desde Healthy Skepticism a NoGracias, siendo en la actualidad NoGracias un excelente instrumento en contra de la expropiación de la salud. Es ejemplo, también, el éxito de los Seminarios de Innovación en Atención Primaria donde se generan ideas y actitudes y se transfiere la antorcha del trabajo científico y “humano” entre generaciones de médicos. ¿Qué decir del ejemplo del propio Equipo CESCA, con sus más de 35 años de actividad, inasequible al desaliento? Hay muchos más ejemplos de propuestas y críticas nuestras transformadas en acciones, no por mérito nuestro sino con nuestra participación y constante apoyo. En todo caso, hay un grupo de pensadores que nos han servido de lazarillos desde jóvenes, incluidos Petr Skrabanek, Ivan Illich y Michael Foucault (en el prólogo del nuestro libro [“La expropiación de la salud”] se incluye un listado, cada uno con su obra clave). 

[Juan Gérvas]. Salvando las distancias, Mario Bunge es realista, cree que las cosas existen por sí mismas. Nosotros somos empiristas, sólo creemos en lo que vemos y probamos. Mario Bunge fue marxista; nosotros nunca lo hemos sido. Mario Bunge es filósofo; nosotros somos médicos. Mario Bunge es materialista y, por ejemplo, cree que las enfermedades mentales expresan cambios en el cerebro y muestra una gran confianza en los psicofármacos. Nosotros somos críticos con estos medicamentos que intoxican el cerebro y creemos que el enfermar es una compleja interacción entre el individuo y la sociedad cuyo resultado final es variable; sirve de ejemplo la inclusión de la homosexualidad entre las enfermedades mentales antes, y ahora la medicalización de la angustia vital. Mario Bunge es “sistematista”, incluye tanto el análisis como la síntesis. Nosotros somos también sistematistas y nos encanta ir y volver de la anécdota a la categoría, y entre medias a la filosofía, pero cargamos la mano en los relatos de los pacientes, en lo que parecen simples anécdotas. Mario Bunge defiende básicamente mecanismos causales mecanicistas y cree en leyes homeopáticas en las que el resultado final se puede prever a partir de los componentes iniciales. Nosotros defendemos circunstancias causales biopsicosociales, somos emergencistas y creemos en leyes heteropáticas; por ejemplo, no se puede prever el resultado final de la miríada de situaciones y problemas biológicos, psicológicos y sociales que se suman para “producir”, por mecanismos que desconocemos en general, más enfermedades, más graves, más complicadas y más permanentes en los pacientes pobres. Mario Bunge defiende un cientifismo numérico del que nosotros abominamos pues los números son sólo ayudas y se vuelven venenosos si “viven por sí mismos”. De hecho, la expropiación de la salud se basa mucho en la biometría (el definir, medir y establecer un sistema de pesos y medidas normales) y en el uso espurio de la estadística y la epidemiología. Mario Bunge cree en los ensayos clínicos como el “patrón oro”, nosotros creemos en los estudios que demuestran que más de la mitad de los ensayos clínicos no tienen nada de oro (su grado de ley es cero). Mario Bunge es crítico e intolerante con las pseudociencias, nosotros somos críticos pero tolerantes con las pseudociencias (entre otras cosas, porque el 90% de la medicina científica “oficial” es pseudociencia). Mario Bunge cree en la autoridad científica, nosotros no. Nosotros somos, en el buen sentido de la palabra, nihilistas; Mario Bunge no. “Nihil” significa en latín “nada”, y de ahí proviene “nihilismo”, nombre con el que se define una actitud filosófica de negación de todo principio, autoridad, o dogma filosófico, político, religioso o moral. Lo expresó bien en su sentido político Dimitri Pisarev, quien luchó contra la pobreza del pueblo ruso. Dijo “Todo lo que pueda romperse hay que romperlo; lo que aguante el golpe será bueno y lo que estalle será bueno para la basura; hay que dar golpes a derecha y a izquierda, pues de ello no puede resultar nada malo”. En su sentido filosófico, el nihilista niega el determinismo y acepta que no existe propósito de la existencia humana. En su sentido científico, el nihilismo implica apertura a lo nuevo y negación de toda idea preconcebida, y por ello supone una negación de cualquier creencia, especialmente de supersticiones, perjuicios, costumbres y actitudes hipócritas. Creemos que esta es la única forma de progresar, si las nuevas ideas se transforman en acciones que mejoran la salud de individuos y poblaciones. En este camino de la crítica a la práctica han sido fundamentales autores como Petr Skrabanek, Ivan Illich y Michael Foucault.

https://www.nogracias.org/2015/05/04/la-moda-dicta-centrarse-en-el-paciente-pero-es-una-forma-de-paternalismo-refinado/

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