Que Dios no existe es algo se sabe desde hace bastante tiempo. Otra cosa es que estos argumentos hayan llegado a la población general, o que cuando lleguen, la población general los acepte. Los argumentos son de orden científico. Las cosas se definen por sus características físicas (cuando son cosas físicas), y por las consecuencias físicas de su existencia, cuando no lo son. Así, Dios siempre se ha definido por su ubicuidad, su eternidad, su omnipotencia… y su inteligencia. Hoy día ya sabemos que no se puede estar en más de un sitio al mismo tiempo, que nada es eterno, y que hay cosas que no se pueden hacer. Me estoy refiriendo a cuestiones que la Ciencia (ahora con mayúsculas) ya ha demostrado. Dios no existe, simplemente, porque varias de las características que lo definen (sin las cuales no sería Dios…) son imposibles. Y lo imposible no puede existir en la realidad, aunque sí pueda existir en la mente humana, como los superhéroes, o cualquier personaje de ficción. Porque Dios es eso, un personaje de ficción muy conveniente cuando no había otra manera de explicar el mundo.
Pero también hemos nombrado a su inteligencia. Ciertamente, y en teoría, la inteligencia de Dios es como la nuestra, solo que muchísimo más vasta. Somos, teóricamente, creaciones suyas hechas a su imagen y semejanza, solo que en cutre (algo así como un producto made in Taiwan). La inteligencia humana emula a la de Dios, y no puede haber otra, si es que somos sus hijos y la cima de la creación (que es de lo que se trataba…) Pues bien, Europa ha prohibido el desarrollo de la Inteligencia Artificial Generativa ¿Por qué? Porque evoluciona, aprende, y en muy poco tiempo será capaz de tener conciencia de si misma, de superarnos, y, tal vez, decidir en un microsegundo que en este mundo sobran las personas (y tendría razón…) Por supuesto la Inteligencia Artificial jamás podrá ser como la humana porque la Inteligencia Humana no es solo racional. De hecho, es apenas racional: la inteligencia humana es, sobre todo, emocional; en nuestras decisiones están permanentemente involucradas emociones simples y complejas, tan complejas, extrañas y poco comprendidas como el orgullo, el rencor, la misericordia, el odio… o el amor. Una cosa es que un robot sea inteligente, y otra muy distinta es que esté orgulloso de serlo. Los seres humanos tenemos miedos, alegrías, ascos, arrebatos de ira. Podemos sentir satisfacción, o sentirnos frustrados. Las emociones son un motor muy importante de nuestra motivación (el motor de nuestra conducta), aunque no el único. Pero también podemos hacer las cosas por miedo, venganza, o simplemente porque nos salga de los cojones. También éstas son cuestiones motivacionales, pero vemos que muy complejas. Las máquinas nunca serán como nosotros. Sí, pero eso no significa que no sean inteligentes (de otra manera) y, de hecho, mucho más inteligentes que nosotros y plenamente conscientes. El problema es, y de ahí la prohibición, que ante la falta de empatía hacía nosotros, puedan decidir no ser nuestros coleguis y nos den por donde amargan los pepinos. No lo sabemos, y de ahí el miedo.
Pero vamos, que volviendo al origen del artículo, el hecho de que se acepte que la conciencia de si mismo es una cuestión cuantitativa, y no cualitativa, que la Inteligencia Humana no tiene nada de especial con relación a los primates, los delfines, o los elefantes, salvo el hecho de ser mucho mayor, y que se acepte que puede haber otras formas de inteligencia, atenta gravemente contra la idea de que somos los únicos seres inteligentes de la Creación porque Dios así lo quiso, según el Génesis, hace unos 8500 años. Menuda banda de rojos estos europeos.
Un saludo a todo el mundo.