Julián Arroyo Pomeda

Explorando el origen de la naturaleza humana desde la ciencia

28 de Julio de 2025
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Explorando el origen de la naturaleza humana desde la ciencia. Evolución homo

Voy a escribir sobre un tema cultural que me ha llamado la atención y causado extrañeza. Nunca se deja de aprender algo, lo cual me parece fantástico. En junio de este año se presentó una investigación titulada "Homo exul", que despertó mi interés por tres situaciones, especialmente.

La primera es sobre el cirujano chileno James Hamilton, quien en su momento sufrió abusos por parte del cura Fernando Karadima. Esto no lo plantea con afán de notoriedad ni buscando indemnización, sino para preguntarse sobre el origen del abuso y la violencia, retrotrayéndose a las causas por las que el hombre perdió su naturaleza original y pasó de la cooperación a la violencia, convirtiéndose en objeto de investigación científica. Hamilton buscaba entender el origen del mal y la violencia en el ser humano.

La segunda situación aborda la tesis de Hamilton, donde en su análisis llega incluso a la agricultura, viéndola como el origen de conductas violentas y el olvido de la cooperación.

Finalmente, en la tercera situación se plantea si es posible revertir esto y volver a formar una sociedad cooperativa.

Así nació una nueva especie simbólica, el Homo Exul, el hombre exiliado de su entorno natural, volviéndose más agresivo y menos colaborativo. Esto causó una gran desorganización social, perdiendo su genuina naturaleza cooperativa, empática y altruista, transformándose en una especie violenta y guerrera. Fue un cambio evolutivo cuyos efectos persisten hasta hoy.

Hamilton plantea que la agricultura fue una infraestructura que nos transformó radicalmente en nuestra biología y estructura social. Sin duda, la revolución agrícola fue un gran avance técnico, pero desgraciadamente interrumpió procesos neurobiológicos fundamentales que habían sostenido la cooperación y la empatía durante milenios. Al parecer, esto ocurrió hace más de 12,000 años.

Las cosas siempre son complejas. La agricultura también tuvo consecuencias negativas, entre ellas: violencia y guerras, nuevas enfermedades (como obesidad, Alzheimer), aspectos que afectaron a las mujeres, segregación sexual y pérdida de conexión con la naturaleza. El ser humano se desconectó de su entorno natural, lo que transformó completamente su estilo de vida. Esto afectó incluso la fertilidad femenina, el desarrollo social y la salud física y mental de las poblaciones humanas. En esencia, el ser humano se "desnaturalizó".

Se trata de una tesis provocadora y nada convencional, pero igualmente interesante. No es convencional porque la mayoría de los antropólogos han visto en la agricultura un paso crucial para el desarrollo de civilizaciones, tecnología, arte y escritura, permitiendo una expansión demográfica sin precedentes. Otros científicos, sin embargo, creen que trajo desigualdad y conflictos.

Es interesante porque conecta el cambio agrícola con una transformación profunda del cerebro humano y su regulación emocional. Aunque no todo está demostrado, abre un campo fascinante para el estudio e investigación. No son conclusiones cerradas, pero invitan a reflexionar y avanzar en las investigaciones.

Los humanos dejaron de ser nómadas y se volvieron sedentarios, lo que originó aldeas y ciudades. Con la acumulación de excedentes surgieron jerarquías, clases sociales y el sometimiento de ciertos grupos, especialmente de las mujeres, con abusos y explotación. Es un tema gravísimo que merece atención.

Dejaron de vivir en simbiosis con su entorno para empezar a dominarlo. Llegó el hacinamiento, y con ello el menor contacto entre padres y progenitores, reduciendo el tiempo de juegos y aprendizaje. Aumentó la violencia doméstica y social. La crianza se volvió menos afectiva y más funcional, impactando la salud mental de las generaciones posteriores. Más egoísmo y menos cooperación.

El dominio de la naturaleza por parte del hombre no ha terminado todavía. Obviamente, nos hemos vuelto mucho más ambiciosos. El ser humano no ha dudado en expulsar y usar a los habitantes genuinos de su tierra con tal de quedarse con sus propiedades. Ni siquiera las normas han podido contrarrestar estos efectos.

Si interesaba la madera, no había ningún obstáculo para talar los bosques. Si necesitábamos determinados animales por su carne, su piel o cualquier otro motivo, no se dudó en cazarlos hasta casi su extinción. Si lo importante eran los minerales de las profundidades de la tierra, allí se fue, agotando todo lo necesario.

La ambición desenfrenada parece no tener fin. El don de la racionalidad que nos fue dado, ha dejado de funcionar. Aunque muchos otros seres humanos hayan muerto, incluso, por defender lo que siempre había sido suyo. La deshumanización sigue siendo vergonzosa.

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