Plataformas como Uber y Bolt presumen de exigir un certificado de antecedentes penales a sus conductores (limpio de antecedentes, se supone), lo cual debería garantizar la seguridad de sus usuarios. Sin embargo, recientemente ha salido a la luz un caso que pone en tela de juicio la fiabilidad de estos requisitos y, lo que es más preocupante, la seguridad de los pasajeros.
Jony, más conocido como "Viviendo en la calle", es un famoso streamer que ha ganado popularidad en las redes sociales compartiendo su vida como toxicómano y expresidiario. En multitud de videos y entrevistas, Jony ha admitido haber estado en la cárcel hasta en tres ocasiones por delitos graves como robo con fuerza e intimidación. Además, ha confesado ser adicto a la cocaína y haber trabajado transportando droga desde Marruecos a España. A pesar de este oscuro historial, tanto Uber como Bolt tienen una relación contractual con Jony quien trabaja como conductor para ellos.
Este caso plantea una serie de interrogantes. ¿Es totalmente mentira que estas aplicaciones comprueben los antecedentes penales de sus conductores? ¿O acaso existe una laguna en los requisitos que aun no permitiendo ser conductor a personas con antecedentes penales, sí se lo permite a personas con múltiples condenas de cárcel cumplidas? Sea cual sea la respuesta, lo cierto es que la seguridad de los usuarios de estas apps, está en juego.
No podemos ignorar el hecho de que Jony no es un caso aislado. Si estas aplicaciones han contratado a un expresidiario con un historial delictivo tan amplio, ¿Cuántos más podrían estar transportando personas, incluyendo a vuestros hijos, vuestras hijas, vuestras parejas? La falta de transparencia y la poca rigurosidad en los requisitos de acceso a la profesión de conductor VTC plantean una preocupante incertidumbre sobre quiénes son realmente los encargados de llevaros de un lugar a otro. Y hablo en segunda persona porque como supongo que sabrá el lector, yo soy taxista y no me incluyo ni a mí ni a la gente de mi entorno. Y si bien es cierto que en este caso, cuanto peor lo hagan las VTCs, mejor para mí, creo que es mi deber moral informaros de este grave hecho.
Pero este artículo no solo busca cuestionar la fiabilidad de los requisitos de acceso, sino también reflexionar sobre la sociedad decadente que premia a un delincuente. Resulta alarmante que a pesar de que obviamente cualquiera puede merecer una segunda oportunidad, Jony haya ganado una gran cantidad de dinero como streamer al contar su vida como expresidiario y adicto a las drogas. Esto envía un mensaje peligroso a la juventud, romantizando el hecho de ser un delincuente y un politoxicómano que ha cotizado 4 días, pero que da igual y no pasa nada porque si un día te ves con 50 años, en la calle, sin un duro y con tu cuerpo hecho escombro, puedes contarlo en redes sociales, ganar mucho dinero fácil y encima hacerte famoso y convertirte en la fuente de inspiración de un chaval que se piensa que eso mola mazo. ¿Qué ejemplo estamos dando a las nuevas generaciones al recompensar la falta de esfuerzo, la drogadicción y lo que es peor, la criminalidad? Para más inri, el hecho de que se le permita el acceso a una profesión sin capacitación profesional alguna, lo agrava aún más, pues en la actualidad además aprovecha sus directos mientras también factura dinero transportando personas en una vtc, a pesar de que, como ya se ha visto en sus directos, ni siquiera sabe qué es un carril bus-taxi ni quién puede circular por él (para lo que no hace falta ser profesional de nada sino aplicar el sentido común), o que fuese una clienta la que tuviera que indicarle cómo ir a la estación de Atocha y encima se metiera donde los Taxis. Todos hemos sido nuevos alguna vez y vamos conociendo nuestra profesión en profundidad con el paso del tiempo y la experiencia, pero no saber qué es un carril bus ni ir a Atocha, es al sector del Transporte Urbano lo que no saber encender un ordenador a un ingeniero informático. Pero aquí todo vale…
En conclusión, el caso de Jony, conocido como "Viviendo en la calle", pone en tela de juicio la dudosa fiabilidad de los requisitos de acceso a la profesión de conductor para aplicaciones como Uber y Bolt. No solo se cuestiona si estas plataformas realmente verifican los antecedentes penales de sus conductores, sino también la seguridad de los usuarios al contratar a personas con un historial delictivo tan preocupante. Para mí, como Taxista, cuanto peor, mejor… Pero si hago de abogado del diablo, de mí mismo, diría que es hora de exigir mayor transparencia y rigurosidad en estos procesos, para garantizar la tranquilidad y protección de quienes confían en estas aplicaciones para sus desplazamientos diarios. Además, debemos reflexionar sobre la responsabilidad de la sociedad en la glorificación de la delincuencia y el consumo de drogas. Es necesario promover valores positivos y ejemplos de superación para las nuevas generaciones, pero basados en el trabajo diario, continuo y personal de cada uno de nosotros, no pensando en que da igual lo que hagamos porque cuanto más la cagues, mejor porque más “mítico” serás algún día.