Pedro Nieto

Familia de óxido, hierro y salitre

16 de Marzo de 2017
Actualizado el 02 de julio de 2024
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estibador

Soy estibador portuario, quizá esto no le decía nada hasta hace unas semanas, y puede que si no le hace demasiado caso a la prensa o la televisión, siga sin saber que significa. Los estibadores portuarios somos quienes hacemos entre otras cosas, las labores de carga y descarga de las mercancías que entran en los puertos. Yo trabajo en el puerto de Barcelona, pero tengo más de seis mil compañeros repartidos por todo el país, una gran familia, ya lo creo. Movemos el 86% de las importaciones y el 60% de las exportaciones del país, tenemos varios puertos entre los mejores veinte de Europa, y cada año que pasa batimos nuestros propios records de productividad, siendo referentes en cuanto a calidad y eficiencia. Pues bien, si todo esto es así, si somos productivos, si no para de aumentar el trabajo por mar y los beneficios para las empresas portuarias, ¿por qué estamos en el ojo del huracán? Seguramente se habrán dado cuenta de que las redes bullen con los puertos. La prensa, televisión, radio, internet… los puertos, amenazas de huelgas, amenazas de desabastecimiento, injurias, mentiras…

La respuesta es tan sencilla que seguro que no coge a nadie por sorpresa. Estamos en el ojo del huracán porque hay enormes intereses económicos que quieren acabar con nosotros. Terminar con el modelo de estiba tal y como se conoce hoy día, en definitiva, enviar a las más de seis mil familias que dependen del trabajo en los muelles a la calle. Para ello, desde el gobierno se ha preparado un enorme paquete de odio (escuché esta expresión en algún medio y me parece brillante) y se ha lanzado a la opinión pública, como hicieron antes contra otros colectivos, como los mineros, los controladores aéreos, maestros, etc. No voy a entrar en mis opiniones personales sobre los entresijos políticos que hay detrás de esto. No hablaré de los buitres financieros que quieren meter sus garras en nuestro trabajo, de quien quiere quedarse con mayores porcentajes de los beneficios quitándonos a nosotros de la ecuación, precarizando los muelles y haciendo además, y esto ya es la repanocha, que el pago de todos nuestros despidos (recuerden que somos trabajadores de una empresa privada) salgan de las arcas públicas. Soy estibador, no analista político, y mis opiniones en esta línea no son importantes ahora.

Pero de lo que sí puedo hablar es de todas las mentiras que se lanzan contra nosotros, del contenido de ese paquete de odio del que les hablaba antes, porque yo sé exactamente qué hay en los muelles. Una mentira no deja de ser una mentira ni siquiera si la repites una y otra vez, cada día, cada semana, por todos los medios de comunicación posibles. Puede que por puro desgaste alguien acabe creyéndosela, pero en el fondo, sigue siendo una mentira.

Me levanto a las siete menos cuarto de la mañana y me voy al muelle. No sé si trabajaré o no. Me reúno con mis compañeros a la espera de que se anuncie el trabajo que hay para repartir. Tomamos café y nos gastamos bromas mientras el sol sale sobre las grúas, y entonces aparecen en los monitores los trabajos disponibles en cada empresa. Este trabajo viene relacionado con una larga serie de números. Cada uno de esos números es un estibador. Yo soy el 60104, y si mi número no aparece, me iré a casa con las manos en los bolsillos. Sin trabajar. Con suerte llegaré antes de que en casa hayan terminado de desayunar y podré llevar a mi hijo al cole, así disfruto un poco más de él.

Si por el contrario aparece mi número, debo dirigirme a la empresa que me ha contratado para ese trabajo y durante seis u ocho horas, depende del tipo de jornada, seré parte de la “mano” de trabajo. Llamamos “mano” a la unidad indivisible de estibadores que trabajan en una operativa concreta. Durante esas horas caminaré bajo la grúa, junto a enorme maquinaria pesada. Controlaré precintos de contenedores, supervisaré la carga y descarga del buque. Trabajaré al raso, haga frío, viento, llueva o haga calor. Mis compañeros de “mano” se dedicarán a otras cosas, cada uno tiene su función. Los manipulantes de maquinaria pesada se dejarán la espalda conduciendo esas formidables máquinas, moverán pesados contenedores bajo la grúa, prepararán la carga, se llevarán la descarga... otros subirán a bordo y prepararán los contenedores para ser descargados o para navegar, todo ello moviéndose por la cubierta del buque, entre bahías y bahías, rodeados de hierro. Allí todo puede hacerte daño, todo puede lastimarte si bajas la guardia. Y en ocasiones aunque no la bajes, pues la maquinaria falla, hay tambuchos abiertos y puedes resbalar y caer desde diferentes alturas, las barras de hierro se caen, “todo lo que cuelga, cae” me decía siempre mi padre a la hora de darme consejos sobre el muelle. Joder, que razón tenía.

Después del intenso trabajo, de no despistarte ni un instante, de dar lo mejor de ti para que el barco pueda volver a navegar cuanto antes llevándose nuestros contenedores a otros muelles, donde otros estibadores los aguardan, regresaré a casa hasta el día siguiente.

Si no tengo suerte y no hay trabajo, presentaré mi disponibilidad para trabajar la noche o la madrugada. El puerto no descansa, el mar es una inagotable autopista con millones de contenedores que esperan ser operados por nosotros. Si salgo a trabajar por la noche volveré al muelle a las 19 horas y esperaré, igual que durante la mañana, a ver qué empresa contrata mis servicios. Veré el sol ponerse entre las grúas y el frío nos abrazará mordisqueándonos los huesos.

Si no hay trabajo volveré a casa y al día siguiente a las siete menos cuarto, volveré a empezar con esta rutina.

Y así todos los días del año. El puerto no concede descanso.

Como veis, no hay horarios, no hay cuadrantes, nunca se si trabajaré o no al día siguiente, no podemos hacer planes a una semana vista, que diablos, ¡ni a un día vista! Es casi una quimera conciliar trabajo y familia. Necesitamos de nuestras parejas, padres, abuelos, canguros, etc para poder cubrir todas las responsabilidades familiares. Hay semanas en que veo a mi hijo una o dos horas al día con suerte debido a estos horarios. He de esperar al fin de semana para disfrutar de él (si es que no trabajo el fin de semana, claro). Y si hablamos de una familia compuesta por dos estibadores, las acrobacias que deben hacerse entonces son mayúsculas.

No nos quejamos de esto, en absoluto. El trabajo en el puerto es una forma de vida. Te acostumbras a no tener horarios, te acostumbras a trabajar bajo las inclemencias del tiempo, te acostumbras a todo porque es tu trabajo. Si no trabajas no cobras, somos destajistas. Cuanto más trabaje más cobraré, todos ganamos. Si las empresas ganan más, yo gano más, si las empresas no ganan, yo tampoco. Este es el principio fundamental en mi trabajo, procuramos cuidarnos todos, entre empresa y trabajadores acordamos, pactamos, nos respetamos, pues somos parte de un mismo “todo”. Las empresas sin nosotros no trabajan, nosotros sin ellas, tampoco. Y desde luego, no existen ni por asomo, esos salarios de más de 100.000 euros que van gritando algunos por ahí.

En cuanto a lo de que esto es una mafia donde sólo se entra si eres hijo de estibador, pues oiga… es sencillamente mentira. En Barcelona hay muchísimos estibadores que entraron sin tener familia ahí dentro. Yo sí que tenía familia, mi padre. Pero fue el primero de mi linaje, antes que él no había nadie relacionado con el muelle y después de mí, ya veremos. Mi hijo será lo que quiera ser, él no ha de cumplir mis sueños, sino los suyos.

No obstante, y cambiando de tercio, miro los medios y descubro que todo vale para fomentar el malestar entre las clases. Y no hay nada más triste que la división entre la misma clase obrera. Ese paquete de odio lanzado contra nosotros, y contra otros sectores antes que nosotros, está cargado de mentiras.

Pero ¿saben? Empiezo a notar algo en todo esto…

Tras la sacudida inicial del gobierno del PP y el ministro Íñigo de la Serna al frente, tras las oleadas de mentiras que se arrojaron contra nosotros, empiezo a notar un cambio de mentalidad en la sociedad, es algo muy sutil, pero está ahí. Quizá, cuando la gente ha decidido escuchar a nuestros representantes en las entrevistas en diferentes medios, han escuchado su mensaje y parece que han entendido lo que está pasando.

La lucha de los puertos, es la lucha del obrero.

Nosotros somos trabajadores, como tú, que lees estas líneas. Y como trabajadores, nos negamos a perder los que otros antes que nosotros lucharon tanto por conseguir, con uñas y dientes, ya lo creo.

Le decía a un compañero de trabajo el otro día “¿Conoces aquello de que el batir de alas de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo?” El llamado efecto mariposa, a través del cual se sugiere que un pequeño cambio puede acabar repercutiendo en enormes consecuencias. Pues bien, puede que la estiba, la lucha en los puertos, sean ese batir de alas de mariposa. Soy un romántico, lo sé. Todavía creo en valores humanos como el honor, la dignidad, la justicia y en todos estos aspectos que más a menudo de lo que debieran, resultan maltratados en nuestra sociedad.

Pero miro alrededor y más allá de las caras de mis compañeros, de mi familia de hierro, óxido y salitre, y créanme, éste es un lazo casi tan fuerte como el consanguíneo, comienzo a ver las caras de otros. De los que se suman. Empiezo a ver otros movimientos que se adhieren a la lucha, pues ya no es una lucha de los estibadores, es como decía antes, la lucha de la clase obrera. Creo que solamente desde la unidad de la clase obrera avanzaremos, solo así recuperaremos tantos derechos laborales y sociales perdidos. Y así bate sus alas, la mariposa se eleva y el soplo se convierte en brisa, y aparecen voces que creen en nuestra lucha, y partidos políticos que nos apoyan y que le dicen al PP que no apoyarán el Decreto Ley que acaba con nosotros de forma unilateral, sin contar con patronal o trabajadores. ¿Se imaginan esto en su trabajo? Sin contar con las principales partes interesadas, el gobierno se mete para echarles a todos a la calle. Se protegen asegurando que todo esto viene dictado desde Europa, pero vuelven a mentir. Están usando el texto original de una sentencia europea en su propia conveniencia, un texto al que durante dos años no han dedicado ni un minuto mientras nosotros llegábamos a acuerdos con la patronal, con todas las empresas del puerto. Todos estábamos a favor, todos remábamos en la misma dirección. ¿A quién favorece este decretazo? No favorece al país, quien de entrada deberá pagar los 350 millones de los fondos públicos para cubrir nuestros despidos. Desde luego tampoco favorece al trabajador, pues no es necesario que algún desempleado trabaje en los muelles en nuestro lugar, puede ser la misma marinería, el personal del buque proveniente de cualquier país del mundo quien ejerza nuestros trabajos, obviando temas como la profesionalidad o la seguridad. ¿Acaso alguien se cree que si nos rebajan el salario un 60% como aseguran, va a darle este porcentaje a otros trabajadores? No. Hablamos de beneficios para los de siempre, para las multinacionales, para inversores buitre que ven en nuestros puertos un pastel al que meterle las dos manos.

No nos van a echar de los puertos porque somos orgullosos obreros, no vamos a dar ni un paso atrás.

¿Notan esa brisa?

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