Todos pudimos verlo. Cuando Donald Trump accedió a su actual segundo mandato en enero de 2025, apareció en escena con un discurso que, en apariencia enfrentado al Estado Profundo y al complejo militar-industrial, pretendía el desmantelamiento de las políticas globalistas y la inauguración de un nuevo tiempo caracterizado por el abandono del intervencionismo y la guerra como instrumento de acción política, una de las bases ideológicas del movimiento MAGA; daba la impresión de que, incluso, estuviera jugando con la idea de prescindir de la OTAN y abandonarla a su suerte.
En ese momento la UE entró aparentemente en pánico, alimentó el fantasma de la invasión rusa de Europa, nos presentó su patético “kit de supervivencia” y, cuando creyeron habernos inoculado el miedo suficiente para vencer toda resistencia a los nuevos planes, nos comenzaron a hablar de la necesidad de impulsar su "autonomía estratégica", lo que implicaba incrementar en 800.000 millones € el gasto en defensa. Trataban así de convencernos de que la UE tenía que financiar su propia defensa ante el “abandono del amigo americano”, que el esfuerzo estaba justificado.
El baño de realidad llegó con ocasión de la última cumbre de la OTAN celebrada en la Haya (Holanda) el pasado mes de junio. El objetivo previsto de comprometer el 5% del PIB de sus miembros en gasto de defensa y seguridad se vio ampliamente satisfecho, y la participación de Donald Trump y su servil escudero, Mark Rutte, convirtió el evento en un desfile triunfal. “Llegué, ví, vencí” debió pensar el aspirante a emperador.
Curiosamente, las inversiones comprometidas en dicha cumbre, el 5% del PIB, prácticamente coincidían en cuantía con las anunciadas anteriormente por la Comisión Europea en favor de la “autonomía estratégica europea”, 800.000 millones de euros ¿Casualidad?, en absoluto. Todo había sido una estratagema, un juego de trileros: conocedores de que nunca hubiese sido posible alcanzar dicha autonomía defensiva permaneciendo en la estructura de dominación norteamericana, la OTAN, en realidad se había utilizado como pretexto para que el incremento de gasto fuese destinado a reforzar esta organización y a sostener el frente ucraniano.
La fase final del proceso de subordinación de la UE ha sido la aceptación de los "acuerdos" de aranceles del 15%, la compra de armas y combustible, y el compromiso de inversión de 600.000 millones € en EE.UU. De esta manera, el hegemón pretende parasitar a Europa para salir de su propia crisis, una factura que indudablemente pagaremos los contribuyentes europeos.
Resulta necesario recordar que la expansión de la OTAN hacia el este promovida por EE.UU. había mostrado claramente su actitud imperial y su voluntad declarada de modelar un Nuevo Orden Mundial según sus propios intereses. La OTAN nunca fue una alianza defensiva. Todos los presidentes norteamericanos, también Donald Trump, han tenido la certeza de que EE.UU. tenía una misión histórica encomendada por Dios, todos han aplicado la doctrina Monroe. La preocupante novedad es que ahora, por primera vez, un presidente controla la mayoría del Congreso, del Senado, del Tribunal Supremo y de las gobernaciones, lo que le confiere un poder extraordinario y le permite actuar sin apenas limitaciones.
Por otro lado, EE.UU. se ha venido retirando de instituciones e instrumentos del derecho internacional, como hemos podido ver con claridad durante el actual mandato, optando por adoptar una posición de fuerza en su política exterior y consagrando la ley del más fuerte desde el ejercicio despótico de un poder sin contrapesos. Trump quiere ejercer de emperador, y para ello utiliza un estilo esperpéntico y bravucón que, en realidad, busca ocultar el síntoma de la descomposición de un sistema de dominación imperial en franca decadencia frente a la emergencia de nuevos centros de poder que cuestionan el actual estatus quo y claman por un mundo multipolar.
En este contexto, el genocidio palestino se nos presenta como el paradigma de la naturalización de la arbitrariedad, la barbarie y la impunidad frente al derecho internacional, el paradigma del tratamiento violento de toda forma de resistencia a los planes de dominio anglosionista. Ante ello, la dirigencia de la UE, sus principales instituciones, han venido actuando como la representación más acabada de la banalización del mal que un día nos enseñó Hannah Arendt cuando trataba de explicar la sicología del burócrata nazi Adolf Eichmann, responsable de la logística del Holocausto, que había actuado limitándose a cumplir órdenes sin reflexionar sobre los principios éticos ni las consecuencias de sus acciones. Sin el apoyo diplomático y militar de la UE –principal socio comercial de Israel- los planes genocidas del ente sionista posiblemente no habrían podido consumarse. La UE no ha mirado hacia otro lado, como se ha venido repitiendo desde ciertos ámbitos, sino que ha sido directamente cómplice. Esta realidad nos avergüenza como ciudadanos y hace que no nos sintamos representados.
Si queremos completar el diagnóstico, a estas circunstancias hemos de sumar los peligrosos antecedentes de EEUU sobre su retirada de acuerdos en materia de control de armamentos y de no proliferación nuclear – el 13 de junio de 2002 del Tratado sobre Armas Antibalísticas (ABM), y el 1 de febrero de 2019 del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF)- Actualmente sólo sigue vigente el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas New Start, un tratado que ha permitido verificar entre otras cosas el límite establecido de 1.550 ojivas nucleares por país. Firmado entre EE.UU. y Rusia en 2010, y prorrogado en 2021, vence en febrero de 2026. ¿Se sentarán entonces las dos grandes potencias nucleares, solas o acompañadas de otros actores, para acordar su renovación o su sustitución por otro acuerdo? Posiblemente no lo sepamos hasta que transcurran estos seis meses que restan, pero lo que sí sabemos es que las señales que estamos recibiendo no son, precisamente, esperanzadoras: asistimos a una escalada sin precedentes tanto en las declaraciones como en el rearme, que ya no será sólo convencional, también nuclear.
Se están abriendo nuevos frentes en el cerco militar a Rusia, Irán y China, contemplando la organización de atentados terroristas en sus territorios, y recientemente conocimos que Francia había ofrecido ceder parte de su arsenal nuclear a Gran Bretaña, y que Alemania aceptaba la instalación de misiles balísticos de medio y largo alcance apuntando hacia Moscú para el año que viene; precisamente Alemania, el único país de la zona euro actualmente sin crecimiento y que antaño fuera la locomotora económica del bloque comunitario.
Con este preocupante escenario de quiebra del derecho internacional, de violación y ruptura de antiguos acuerdos de disuasión y contención nuclear, de rearme y escalada bélica, así como de ejercicio arbitrario y despótico del poder, se abre ante nuestros ojos un horizonte apocalíptico en el que la guerra será la protagonista, al convertirse en el único recurso del imperialismo norteamericano tras el previsible fracaso de su guerra comercial.
En estos tiempos los locos están guiando a los ciegos, y los pueblos de Europa sólo podemos perder en esta guerra.
“El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer y, en ese claroscuro, surgen los monstruos” Antonio Gramsci
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