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Fentanilo: Pandemia silenciosa de diseño y poder

22 de Abril de 2025
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Fentanilo

Letal, adictivo y económico. No necesita pasaporte, ni aviones para extenderse. El fentanilo es, sin exagerar, una pandemia moderna que ya ha cobrado más de 70.000 vidas al año solo en Estados Unidos. No es ciencia ficción. Es presente. Y es global.

Un dolor convertido en negocio

 El fentanilo no es nuevo. Fue creado por el químico Paul Janssen en 1960 con fines médicos, como analgésico y anestésico de alta eficacia. Pero desde los años 80 comenzó a salir de los quirófanos y a infiltrarse en las calles. Lo que alguna vez alivió el dolor hoy se ha convertido en un arma silenciosa que secuestra al cerebro, al cuerpo… y a las estadísticas.

Producido de forma ilegal, es hasta 100 veces más potente que la morfina. Su bajo costo y facilidad de producción lo han convertido en un producto atractivo para las redes del narcotráfico, que lo venden solo o lo mezclan con heroína, metadona o incluso medicamentos falsificados. El resultado: sobredosis, muertes, dependencia feroz. En Estados Unidos ya se lo reconoce como la "tercera ola" de la crisis de opioides, según la CNN.

Una droga con muchos rostros

En EE. UU. se le conoce por más de diez nombres callejeros. En Latinoamérica lo llaman “China White”, “Tango”, “N-30” o simplemente “el Fenta”. Se consume de múltiples formas: inhalado, fumado, en parches, tabletas, e incluso impregnado en papel secante. Cada presentación representa una vía rápida hacia la adicción.

Según la DEA, muchas de las pastillas que circulan en las calles son falsificaciones que imitan medicamentos legales como la oxicodona, pero con un contenido letal. La trampa está servida para quien busca un alivio... y encuentra una sentencia.

España y México: dos realidades, un mismo peligro

Aunque Europa no presenta cifras comparables con las de EE. UU., la tendencia preocupa. Según el Plan Nacional sobre Drogas (EDADES 2022), en España el consumo de analgésicos opioides ha crecido de forma significativa: el fentanilo ya es el tercer más usado. En apenas dos años, pasó de un 3,6 % de consumo ocasional a un 14 % en la población de entre 15 y 64 años. En muchos casos, su uso se combina con alcohol u otras sustancias, elevando el riesgo de efectos fatales.

En México, la situación es distinta, pero igual de alarmante. La frontera norte se ha convertido en un epicentro del consumo de fentanilo ilegal. Las causas son múltiples: pobreza, exclusión, falta de servicios sociales y una red de narcotráfico cada vez más eficiente. Según datos del Observatorio Mexicano de Salud Mental y Adicciones, entre 2013 y 2024 se atendieron más de 5.900 casos de urgencia por consumo de opioides. Los picos más altos se registraron en 2019, 2022 y 2023.

La ruta del fentanilo es tan clara como peligrosa: precursores químicos llegan desde China, se procesan en laboratorios clandestinos en México y el producto final cruza hacia Estados Unidos. Es una cadena de valor perversa, pero eficiente.

¿Cómo actúa en el cerebro?

El fentanilo no solo actúa sobre el dolor físico. Engaña al cerebro. Imita sustancias naturales como las endorfinas, activando el sistema de recompensa. Al principio, produce una sensación de placer. Pero muy pronto aparecen las trampas: tolerancia, dependencia, abstinencia, y el cuerpo comienza a exigirlo para funcionar. El sistema nervioso se altera. El corazón se acelera. El cuerpo tiembla. El síndrome de abstinencia se vuelve un enemigo invisible, y la adicción, una jaula sin barrotes.

¿Qué podemos hacer?

Afortunadamente, en nuestro país el consumo sigue mayoritariamente bajo control médico. Solo un 1,5 % reconoce haberlo usado sin receta. Sin embargo, eso no significa que estemos a salvo. El mercado negro no respeta geografías, y la adicción no distingue clases sociales.

Frente a una sustancia tan potente como accesible, no basta con campañas. Hace falta una estrategia firme: regulación médica rigurosa, educación pública, cooperación internacional real y recursos para la atención a las adicciones.

La lucha contra el fentanilo no se gana con discursos. Se gana con prevención, con salud pública y con humanidad.

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