Jesús Ausín

Feudalismo en el Idioceo

18 de Septiembre de 2023
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fondos buitres

A sus veintidós años, Nicoletta, era la primera vez que salía de Dosso, una pequeña localidad cercana a Bolonia. También la primera que montaría en avión, la primera que pasaría unas vacaciones en la playa, la primera vez que se bañaría en el mar y la primera que había salido de casa de sus padres sin tener que pedir permiso. Hacía poco más de un año que trabajaba en una fábrica textil, dónde había conocido a sus otras tres compañeras de viaje y con las que había planeado las primeras vacaciones de su vida. Era final de junio de 1980 y habían elegido esos días porque eran más baratos pero también porque estaban tan cerca de julio que en Palermo ya habría ambiente veraniego y seguro que muchos chicos que como ellas, querían pasárselo bien.

Sentadas en el suelo de hormigón pulido de la sala del aeropuerto de Bolonia, esperaban pacientemente mientras hojeaban revistas de moda y de cotilleos de famosos a que, por megafonía, se nombrara la puerta de embarque de su vuelo. Tenía un poco de retraso aunque ellas, como los demás pasajeros, desconocían los motivos.

En la torre de control del Aeropuerto de Bolonia, habían recibido la orden de retrasar todo el tráfico aéreo que fuera a pasar por el mar Adriático en dirección a Sicilia, Libia y Argelia. Unas maniobras secretas de la OTAN (principalmente del ejército francés y americano) interrumpían el normal discurrir de las aeronaves en esa zona. Tampoco era un motivo extraordinario como para eliminar todo avión que surcara el cielo en esa “autopista” aérea, pero si era conveniente espaciarlos en el tiempo para evitar problemas. Todo era secreto y así debía seguir siéndolo.

El coronel Muamar Al Gadafi se encontraba en Belgrado, a punto de embarcar en un avión militar libio que le llevaría de vuelta a Trípoli cuando se le acercó uno de sus guardaespaldas que le susurró algo al oído. Lo que le dijo no debió ser del agrado del presidente libio porque, tras soltar unas palabras malsonantes, decidió llamar al general Al-Raid que estaba a unos metros a su derecha y le dio órdenes para que el avión partiera sin él. El coronel esperaría unas horas más en Belgrado y cogería un jet privado, vía Grecia, para volver a Trípoli.

Por fin Nicoletta y sus amigas, con cincuenta minutos de retraso, habían embarcado por la puerta 16. Ahora la azafata recitaba las consabidas medidas de seguridad con unos aspavientos que a Nicoletta, que no había salido nunca de su casa, le hicieron sonreír mientras su cerebro estaba seriamente acongojado con tantas precauciones. Una vez emprendido el vuelo en el que el miedo atenazó todos sus sentidos cuando Nicoletta notó que su estómago se juntaba con su garganta mientras flotaba sin su control, todo había vuelto a una normalidad sólo interrumpida de nuevo por el miedo a las alturas que se le fue pasando conforme el avión dio muestras de solidez. Estaban ya empezando a sobrevolar el Mar Tirreno y una de sus compañeras les conminó a las demás a mirar por la ventana desde dónde se podía vislumbrar la línea que separaba la tierra del mar.

En el radar del avión militar libio que debería llevar a Gadafi a casa, aparecieron cuatro puntos luminosos que se le acercaban por el noroeste. Eran aviones F-15. Dos pertenecientes al ejército francés y dos al de USA. Al este, aparecía otro punto. Era el avión en el que viajaba Nicoletta. El avión libio se aproximó rápidamente al comercial italiano y se puso “debajo” esperando desaparecer de los radares enemigos. Pero el piloto del primer caza francés, ya lo había localizado y ya había disparado un misil hacia el avión libio. Un misil que acabó impactando de lleno en el avión que llevaba 81 personas. Los restos alcanzaron al avión militar africano hiriendo al piloto que a duras penas logró controlar su nave y llevarla a un aterrizaje forzoso hasta unos montes cercanos a Calabria. Entre la herida y el aterrizaje, el piloto no pudo sobrevivir.

Nicoletta, y sus amigas no se enteraron de nada. Una vida truncada que no llegó a sentir el mar, ni a disfrutar de su juventud, ni a ligar con nadie. Los pasajeros y la tripulación se desintegraron con el avión. Ninguno de los familiares supo nunca la verdad de la causa de aquel accidente.

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Feudalismo en el Idioceo

A principios del mes de septiembre causó un leve barullo en las redes sociales una entrevista que le hicieron al ex primer ministro italiano Giuliano Amato, en la que volvía a insistir en que el avión desaparecido, cuyos restos se encontraron en el Adriático en 1980 que hacía la ruta Bolonia – Palermo, había sido derribado por un misil francés, en unas maniobras conjuntas de la OTAN y conminaba a Macron a que refutase o rectificase sus acusaciones. Francia no se ha pronunciado, dejando pasar inadvertida la acusación, pero visto lo que ahora está sucediendo en Níger y en Nigeria y cómo no dejaron a Libia en paz hasta que no asesinaron a Gadafi, convirtiendo un país próspero y estable en un estado fallido, es más que probable que la acusación sea cierta porque además, en este artículo de 2017, ya se dan señales suficientes como para certificar su veracidad.

Ahora que toda la prensa se hace eco de lo sucedido en Libia con la Dana, el derrumbe de las dos presas por falta de mantenimiento, la desaparición completa de la ciudad portuaria de Derna y los más de los 12.000 muertos (que probablemente acabará siendo muchos más), parece que este suceso sea consecuencia de la mala cabeza de los libios y no se hace ni una sola referencia a las consecuencias nefastas que para la gente de la calle tienen las acciones de los poderosos que manejan los intereses económicos del imperio y sus estados satélites y que, como en el caso del avión italiano o como en el asesinato del líder de un país que funcionaba como Libia para convertirlo en un estado fallido controlado por maleantes enemigos entre sí, o como en la guerra diferida contra Rusia en Ucrania o Afganistán, o la de Siria o tantos otros, que para apoderarse de sus recursos naturales acaban asesinado impunemente a todo aquel que haga falta sin ningún tipo de cargo de conciencia ni mucho menos legal, acaban produciendo pobreza, muerte y desesperación a millones de personas aunque ellos lo llamen eufemísticamente daño colateral, para quitar importancia a los genocidios cometidos.

Las democracias modernas no lo son. El mundo occidental encabezado por el imperio USA se ha convertido en un disparate feudal en el que multinacionales y élites genocidas y ecocidas, imponen sus intereses a través de los políticos que no representan al pueblo sino a las élites que pagan sus carreras políticas o sostienen sus partidos mediante préstamos que no devuelven. Todo ello a su vez “legalizado” por una clase media (la idiocia) que cree que el desarrollo económico y social del que han disfrutado hasta ahora y que estamos permitiendo que desaparezca más cada día, es consecuencia de lo que llaman capitalismo (hijoputismo explotador y especulativo) y no de las luchas intestinas (conflictos sociales) de sus ancestros obreros que pagaron con su vida las huelgas y los encierros para ganar derechos laborales. Una idiocia que da nombre a este periodo oscuro de la humanidad, el idioceo, que sigue creyendo que es posible seguir destrozando el planeta para conseguir tranquilidad para ellos y los suyos pero que no quiere saber que ese consumismo que llaman bienestar social son las migajas de esas élites que se enriquecen exponencialmente como consecuencia de la pobreza de otros y del robo sistemático de los bienes que existen en el mal llamado tercer mundo. Una idiocia que además cree que la pobreza de ese tercer mundo es consecuencia de la corrupción de sus líderes y que no se para a pensar que aunque eso fuera cierto, la corrupción tiene necesariamente dos actores, el corrupto y el corruptor. Y nosotros somos los corruptores ya sea por participación o por dejación.

Fruto de este poder feudal son los acuerdos del TTIP que han permitido que las empresas multinacionales estén por encima de las leyes nacionales o las repetitivas advertencias del imperio a los tribunales de justicia internacionales como el de la Haya bajo cuya jurisdicción dicen no estar pero que utilizan como arma política cuando un líder mundial no puede ser eliminado como el caso de Putin.

En esta coyuntura se mueven como pez en el agua sinvergüenzas y ganapanes, caraduras y egocéntricos como el cabo chusquero que nos metió en la guerra de Irak. Anormales sociales como el candidato fascista a la presidencia de Argentina Milei, o el CEO de Gurner Group, Tim Gurner, que aboga por mandar al paro al 50 % de la población para que la situación económica ahogue al trabajador y desesperado por la falta de recursos, ayude al empresario a su explotación y a demostrar a los demás obreros que son esclavos que dependen del amo y no al revés. Lo que en mi pueblo llamamos un marrajo con pintas amarillas.

En esta coyuntura se mueven también pseudoizquierdistas que manejan como nadie las tesis knesianas, los postulados económicos salidos de Harvard o las teorías económicas de la Unión Europea (puro hijoputismo especulativo) así como las resilencias de defensa del imperio. Unos tipos sin escrúpulos que mientras dicen trabajar para el pueblo llano, privatizan la sanidad, la educación, restringen los derechos sociales, abogan por acabar (eso sí a escondidas) con la seguridad social, las pensiones y todo lo público y mientras niegan que haya presupuesto para hacer que los pobres tengan una vida menos abyecta y le meten la pasta de los impuestos a los más  favorecidos, siempre son capaces además de encontrar 4.000 millones de nada para aumentar el gasto militar. Tipejos que, mientras reniegan por subir el SMI hasta los 12.000 euros anuales, no les importa meterse 80.000 euros al año por haber sido alto cargo del estado además de cobrar por los “servicios prestados” en diferentes consejos de administración.

Unos pseudoizquierdistas que permiten que grandes multinacionales o fondos de inversión destrocen el medioambiente, que acaben especulando con bienes de primera necesidad como el agua o el aceite de oliva y que trabajen constantemente en lugar de por el bien común, por el de esos poderes en la sobra que acaban robando el agua, las riquezas naturales y hasta la propiedad privada si con ello pueden hacer negocio. Unos pseudoizquierdistas que han dejado de lado a la gente que tiene que trabajar 60 horas semanales en dos trabajos para llegar a fin de mes y a los que quieren engañar con discursos inútiles, creando problemas de debate moral, generalizando otros que son de minorías y dejando que los grandes problemas sociales y la vida de la gente empeoren día a día. Unos pseudoizquierdistas que yerran en el análisis y la estrategia, que nunca sugieren que el gran problema es este capitalismo radicalizado en hijoputismo especulativo y feudal y que no quieren entender, porque es impopular, que no es posible crecer indefinidamente, que los recursos son limitados y finitos y que esta sociedad en este camino no tiene futuro más allá de un par de generaciones más como mucho. Una pseudoizquierda que no cree en el decrecimiento, ni en el reparto equitativo de la riqueza, ni en el abandono de la especulación, la penalización de las actividades rentistas no estatales ni en la limitación del consumo al mínimo esencial para que TODOS podamos vivir sin excesos.

Hay una máxima repetida hasta la saciedad por el capitalismo que dice que el comunismo te quitará todo y te dejará en la calle. El conocimiento empírico ha demostrado que los únicos que te quitan la casa y la propiedad privada son los fondos de inversión, máximo exponente de este hijoputismo que hemos dejado que nos joda la vida.

Salud, ecología, feminismo, decrecimiento, república y más escuelas públicas y laicas.

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