Paco está de moda en la política española. Más allá de un simple recordatorio de nuestro pasado, parece que se ha convertido en un recurso estratégico utilizado por los partidos políticos, principalmente la izquierda, para definir sus posturas y marcar diferencias con la derecha. Sin embargo, más allá de las pugnas ideológicas, el ciudadano se encuentra atrapado en este juego, donde se reabre una y otra vez una herida histórica mientras se dejan de lado temas más urgentes, como la inversión en sanidad pública y educación. Ambos fundamentales para que las personas puedan desarrollar un pensamiento crítico y no ser manipuladas por narrativas polarizadoras.
Polarización y Memoria Histórica:
La izquierda española parece decantarse por utilizar la memoria de Franco como una herramienta para reforzar su posición ideológica. El ejemplo más reciente es el anuncio del presidente Pedro Sánchez sobre la celebración de “España en Libertad”, un evento previsto para 2025 que conmemora los 50 años de la muerte de Franco. Según el “número 1”, esta serie de actos busca destacar la transformación democrática de España desde la dictadura. Sin embargo, este tipo de propuestas también generan controversia, al ser vistas por algunos sectores como un intento de afianzar la narrativa de la izquierda como única defensora de la “democracia” y los derechos. Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, criticó duramente esta iniciativa, acusando al gobierno de “declarar la guerra a parte de los españoles”.
Por otro lado, Vox ha adoptado una estrategia distinta pero igualmente polarizadora. Manuel Mariscal, diputado del partido, calificó recientemente el franquismo como un periodo de “reconstrucción, progreso y reconciliación”. Estas declaraciones no solo provocan indignación en los sectores “progres”, sino que también buscan consolidar el apoyo de una base electoral nostálgica o crítica con el enfoque de la izquierda. En lugar de centrarse en debates actuales, ambas posturas utilizan a Franco como un símbolo que define quién está en el lado “correcto” de la historia, buscando aparentemente perpetuar con ello la división entre los ciudadanos.
Manipulación de Masas:
Desde un análisis psicológico, se siente evidente que estas narrativas no solo tienen un objetivo político, sino que también influyen profundamente en la forma en que los ciudadanos procesan la información y toman decisiones. Según el psicólogo israelí-estadounidense recientemente fallecido en marzo de este año Daniel Kahneman en Pensar rápido, pensar despacio, los seres humanos tienden a simplificar problemas complejos mediante heurísticas. En este caso, la constante alusión a Franco se convierte en una heurística emocional: si se rechaza a Franco, automáticamente se rechaza cualquier discurso que se perciba como conservador o de derechas. La izquierda utiliza esta asociación para ganar terreno moral, pero la derecha también juega su parte al alimentar el rechazo hacia lo que perciben como un uso “selectivo” de la historia para adoctrinar.
Desde otra perspectiva, Vox utiliza un enfoque que Kahneman describiría como una “ancla emocional”. Al presentar el franquismo de forma positiva, busca contrarrestar el relato predominante y generar una reacción que movilice a sus seguidores. Ambas estrategias apelan más a las emociones que al razonamiento crítico, lo que a largo plazo deja a los ciudadanos atrapados en un debate estéril.
La Influencia Psicológica en los Jóvenes:
Los jóvenes, al estar en proceso de construir su identidad y con las emociones en plena “rave hormonal”, son especialmente vulnerables a estas narrativas polarizadoras. El que fuera pediatra, psiquiatra y presidente de la Sociedad Psicoanalítica Británica en dos ocasiones en los 50 y 60 Donald W, Winnicott, en su trabajo sobre el desarrollo emocional primitivo, destaca la importancia de un entorno seguro y equilibrado para que el individuo pueda desarrollar un self auténtico. En un contexto donde los discursos están diseñados para polarizar y generar emociones intensas, los jóvenes pueden acabar adoptando posturas rígidas, perdiendo la capacidad de analizar críticamente las ideas que reciben.
Además, el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman señalaba allá por mediados del siglo XX, en sus reflexiones sobre memoria colectiva, que la manipulación de la historia es una herramienta poderosa para consolidar el poder. Según él, “el éxito político muchas veces depende de la capacidad de revisar la historia”. Esto explica por qué ambos lados del espectro político recurren a Franco: no se trata tanto de educar, sino de controlar la narrativa para afianzar su base electoral.
Estrategia Política:
Me resulta evidente asumir que la figura de Franco no se utiliza únicamente para recordar el pasado, sino como una herramienta política para polarizar. Por un lado, la izquierda encuentra en esta narrativa un símbolo que refuerza su identidad como defensora de los valores democráticos frente a un enemigo común. Por otro, Vox utiliza el revisionismo histórico para cuestionar la autoridad moral de la izquierda y defender una visión más “neutral” de la historia, atrayendo a votantes que se sienten alienados por la narrativa predominante.
Ejemplos recientes como las críticas al uso de lemas como ”¡Que te vote Txapote!” del simpatizante del, para muchos, dictador Nicolás Maduro, José Luis Rodríguez Zapatero, evidencian cómo la memoria histórica se utiliza para generar un terreno de disputa simbólica, en lugar de abordar temas actuales. Tanto la izquierda como la derecha buscan movilizar a sus bases mediante estrategias que apelan más a la emoción que a la razón, perpetuando una dinámica en la que los ciudadanos quedan atrapados en un juego de manipulación.
Educación vs. Propaganda:
Aquí es donde entra la cuestión fundamental: ¿es posible educar sobre el franquismo sin convertirlo en una herramienta política? La respuesta, aunque complicada, pasa por garantizar que la memoria histórica se utilice para fomentar el pensamiento crítico, no para alimentar el sesgo político. Kahneman, destaca cómo la repetición constante de ciertas ideas puede generar aceptación automática. Si queremos evitar esto, necesitamos sistemas educativos que promuevan el debate abierto y la capacidad de cuestionar las narrativas predominantes, tanto de izquierda como de derecha.
Conclusión:
La memoria de Franco sigue siendo un terreno fértil para la manipulación política en España. Mientras los partidos lo utilicen como una herramienta para dividir y movilizar, los ciudadanos seguirán atrapados en un debate que rara vez aborda las necesidades reales de la sociedad. Es fundamental que recordemos el pasado, pero no para alimentar la polarización, sino para aprender de él y construir una narrativa inclusiva.
Lo verdaderamente importante es que la política se centre en mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Más inversión en sanidad pública, especialmente en salud mental, y en educación son claves para garantizar que las personas puedan desarrollar un pensamiento crítico y no sean alienadas por las narrativas simplificadoras de los políticos. Solo con ciudadanos informados y críticos podremos superar el uso partidista de la historia y avanzar hacia una sociedad más madura y democrática.
¿Estarán dispuestos los políticos a mejorar nuestra capacidad de pensamiento a sabiendas de qué se volverá en su contra?
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