No, esas no han sido las palabras del comunicado realizado por el CEO del Atlético de Madrid, Miguel Ángel Gil. Que no lo haya dicho con esas palabras no significa que no estuviese en su consciente –incluso en su inconsciente– cuando ha dado el visto bueno a la redacción que se ha publicado. La maquinaria nacionalmadridista se había puesto a funcionar casi al terminar el encuentro del sábado y la coincidencia de argumentos ya hacía sospechar que Florentino Pérez (o cualquiera de sus esbirros) había dado la orden de no dejar que hubiese sospecha alguna. Y eso que ya se presuponía, en estas mismas páginas, lo que iba a pasar.
El silencio, cómplice, del Real Madrid en el caso Negreira estaba dando pábulo a que el resto de equipos y de aficiones comenzase a rumiar la idea de que entre mafiosos no se producen los “sanvalentines sangrientos”, salvo cuando son necesarios. Y más cuando el proyecto megalómano de Florentino, la Superliga, pende de un hilo y en ese hilo está enganchado Joan Laporta. Ayer hubo un tímido intento en Marca de justificar el silencio del equipo madridista, con el ayudante de cámara habitual, José Félix Díaz, hablando de quejas pasadas, de sospechas, pero callando que en este siglo (que es el tiempo de los pagos) el Real Madrid ha ganado 8 títulos por 10 los blaugranas. Los otros cuatro se los reparten Atlético de Madrid y Valencia.
Nadie cree las proezas que puedan defender desde el Bernabéu cuando, a ojos de personas clarividentes, han tenido tanto apoyo arbitral como sus queridos enemigos. Y mucho más en Europa. Donde Negreira no ha podido llegar, una multinacional sí. Estaban comenzando a preparar la respuesta desde el nacionalmadridismo pero los últimos crímenes de lesa deportividad cometidos, en menos de un mes, con el Atlético de Madrid (¿se acuerdan cuando Mourinho se quejaba de que su equipo nunca terminaba con 11?) hacen sospechar que uno utilizó los pagos porque otro controla los medios de comunicación, como desliza el CEO rojiblanco en su comunicado.
Los teleñecos de la noche, que se extienden en distintos medios y redes sociales, aunque no tanto en sus capacidades intelectuales, ya estaban diciendo la misma noche que los rojiblancos eran unos llorones (¿han oído a Simeone dar lista de árbitros en rueda deprensa?), que si quejarse del arbitraje es de equipo pequeño (¿recuerdan a Florentinollorando en una Asamblea por el VAR?), que si Rudiger casi ha podido morir o las demás estupideces y exageraciones del nacionalmadridismo típicas para ocultar lo que es un hecho: el arbitraje está completamente condicionado en favor del duopolio. Más allá de los argumentos la campaña nacionalmadridista estaba en marcha y con el comunicado Gil ha querido no tanto frenarlo como decir “¡Eh, que somos pobres pero no gilipollas!”.
Por eso, antes del comunicado, ya había lanzado Gil a sus dos o tres pequeños amanuenses en los medios a fin de neutralizar la propaganda madridista. Algo épico si se tiene en cuenta que la potencia florentina se extiende más allá del ámbito deportivo mediático. Los generalistas también le doran la píldora y se dan codazos para ser más nacionalmadridistas que nadie. Clece se lo agradecerá… con publicidad. Están muy nerviosos en la Castellana, incluso antes de saber que el Barça pinchaba en Almería. El proyecto no es tan claro como quieren vender. Hay dudas y la caja no está tan llena como dicen (doblar el coste del estadio es producto de una muy buena gestión).
Lo peor es que están tocando el bolsillo de Gil (y de otros accionistas de otros equipos) y por ahí no pasa el señor de Valdeolivas. Sabe perfectamente que con el duopolio, ese que tanto gusta a Rubiales y Tebas, el precio de los equipos no subirá. O lo que es peor, ningún equipo será atractivo para los inversores. Sólo hay que mirar las ligas en las que se mueve el dinero y la inversión (en proporción, claro). En aquellas donde no existe ni un club dominador, ni donde hay duopolios. Muchos años callado mientras no le tocaban el negocio, pero incluso para alguien tan soso como Gil hay un límite, o dos. Sabe que Florentino mueve, hace y deshace por detrás, pero esta vez no se ha callado.