Lo primero de todo es denunciar el terrible, el injustificable e incalificable insulto que el malvado Pedro Sánchez, ¿quién si no? ha proferido contra la pobre Isabel Díaz Ayuso, esa santa señora, esa candorosa dama permanentemente mancillada y vilipendiada; esa ejemplar servidora pública que solo habla, sobra decirlo, con una educación y unas maneras exquisitas, del bien común, de los modélicos y ejemplares servicios públicos de sus desvelos, especialmente de la sanidad y la educación, y no digamos la vivienda, que disfrutamos todos los madrileños y las madrileñas. Isabel Díaz Ayuso es, todos lo sabemos, una humilde y paciente mujer, española de bien y de orden, cuya única tarea, y casi podía decirse obsesión, es la calidad de vida y el bienestar de los habitantes, sobre todo de las clases más desfavorecidas, de la Comunidad de Madrid que tiene a bien presidir; Isabel Díaz Ayuso, esa dulce, prudente, moderada y conciliadora dama que lleva permanentemente, como una sufrida y paciente dolorosa, los siete puñales clavados por la pérfida izquierda.
Hace unos días, el malvado Sánchez encaramado en la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados como una terrorífica gárgola, dijo estas espantosas palabras que, aviso, pueden herir la sensibilidad del lector, dirigiéndose a ese otro no menos santo y recto varón, otro español de bien y de orden, que es don Alberto Núñez Feijóo: “La verdad es que es bastante atrevido por parte del Partido Popular hablar de corrupción. Y en particular usted, señor Feijóo. Ya sabemos hasta donde llega su compromiso con la limpieza. Su antecesor alertó sobre un probable caso de corrupción por parte de la presidenta de la Comunidad de Madrid, la señora Ayuso, y su respuesta fue fulminante: evacuar al señor Casado en un golpe de mano, y echar por tierra ese caso de corrupción de la señora Ayuso”. Estas, y no otras, fueron sus groseras y afrentosas palabras
Espero que ningún lector haya sucumbido a un infarto o lipotimia, después de leer este intolerable insulto escupido por el colmillo por Sánchez a la ya casi santa y, por lo demás, acreedora, solo por este feroz ataque sanchista, de la palma del martirio. Una dama que nunca, jamás, ha caído en ese lodazal al que quiere arrastrarla el villano líder socialista, porque todo ella es bondad, sensibilidad, discrección, mesura y educación exquisita. Una ejemplar dirigente política que después de este horroroso ataque, esta difamación por parte de Sánchez, no ha tenido más remedio, la pobre, que rechazar reunirse con él en unas de las rondas bilaterales con los presidentes autonómicos. La pobre y desvalida señora Ayuso que jamás ha insultado al presidente Sánchez. Que lo más que le ha llamado es “hijo de puta”, “tirano”, ”felón” “traidor” “caradura impresionante”; “Sánchez es chavismo” “Caudillo Bolivariano” “culpable de carcomer España” “representante del proyecto más autoritario y corrupto”, “matón”, “responsable de comportamientos estalinistas” “representante de Hamás” Y ahora es de suponer que también se habrá quedado con la representación de Hezbolá. Y, naturalmente, “Socio de ETA” no importa que ETA ya no exista, hay que seguir dando la matraca con ella, con Txapote y demás. “Meme de república bananera” “estafador” “mafioso” “Ultraizquierdista”, “Inhumano”…. Y últimamente, “el gobernante más corrupto y violento de Europa,” pero más allá de estas cosillas sin importancia, fruto de algún pequeño y, por otra parte, muy comprensible y disculpable enfado, poco o nada más ha dicho Isabel Díaz Ayuso del presidente Sánchez. Ella siempre ha tendido la mano al adversario y ha tratado de ser positiva, paciente y conciliadora. Pero con una izquierda así no ha habido manera.
Una vez más, y las que quedan, la presidenta madrileña monta su ya cada vez más visto, cada vez más tedioso y previsible, y no más burdo porque no puede serlo más, número de mentiras, bulos y tergiversaciones y manipulaciones, todo ello bien aliñado y aderezado de insultos, difamaciones, calumnias y provocaciones, según reza el folio que tiene en la mano, que acaba de pasarle Miguel Ángel Rodríguez, su doctor Frankenstein. Un folio que elabora Rodríguez y su equipo cada día como el pan, y que ella se limita a leer metiendo, ella siempre puede, más insultos, groserías e improperios de su cosecha.
Y cuando recibe la respuesta, algo que no siempre ocurre porque es casi imposible seguir su ritmo, esta respuesta es siempre, o casi siempre, comedida, educada, sin caer en la provocación, en el cenagal al que quiere arrastrarnos porque ahí nos gana por maldad, vileza y sinvengonzonería, se pone en modo víctima, en modo Mater Dolorosa, desplegando sus bien ensayadas poses de mártir inmolada, sacrificada en el altar del sanchismo y, por extensión, de la malvada izquierda liberticida. Como la de aquella portada que le dedicó el periódico El Mundo, con una extensa galería de fotos en su interior, donde aparecía vestida toda ella de negro, de riguroso luto por España, con sus manos cruzadas a modo de virgen doliente, solo le faltaban los siete puñales; con sus pelos algo descompuestos por el poco dormir, debido al permanente desvelo por Madrid y por España, porque España es Madrid y Madrid es España y.. etc. etc.; su rostro serio, compungido, afligido; y su caída de ojos tristes, cansados, al borde de la lágrima. Todo muy efectista, muy teatral y dramático, y vergonzosamente sobreactuado. Un penoso, lamentable y burdo montaje, de vergüenza ajena que, por si le faltaba algo, retrató muy bien al periódico como, junto a otros diarios, órgano de propaganda del Partido Popular.
La presidenta madrileña sigue llamando la atención, en eso consiste su tarea, multiplicándose en todo tipo de actos, haciendo todo tipo de declaraciones a cual más provocadora, aumentando si cabe su tono belicoso, chulesco, pendenciero y bravucón, para tapar su agresiva, su clamorosa ignorancia y no menos clamorosa falta de educación. Solo ella, y no estoy seguro si también los que la dirigen y tutelan, que no tienen nada de tontos, creen que alguien así, con esas hechuras, puede llegar a ser presidenta del gobierno de España.
Lo peor es que mientras perdemos el tiempo, un tiempo precioso, entrando al trapo de todos sus insultos, de todas sus necedades, sandeces, payasadas; mientras perdemos el tiempo hablando de ella y sus majaderías, estamos perdiendo de vista lo que de verdad importa. Porque la Ayuso no es nadie, y no deberíamos caer en el error de hacerle caso. No deberíamos caer en la trampa de seguirle el juego, que no es otro que el señalarse, que el de exhibir permanentemente su muy llamativa y barriobajera y agresiva chulería, su monumental e inabarcable ignorancia y todos sus trucos y mañas de trileros, que utiliza para desviar la atención de otras cosas que son infinitamente más importantes que ella y sus penosos y muy llamativos y espectaculares números de circo de los horrores en sesión continua. Hay que recordar una vez más que ella solo es un biombo, una gran cortina de humo, la estrella indiscutible de un gran circo de monstruos destinado a entretener al personal, aunque cada vez, por suerte, lo entretiene menos; ella es solo una marioneta, un llamativo señuelo, un títere en manos de Miguel Ángel Rodríguez, su “doctor Frankenstein” y del repugnante Aznar y su gran obra, que será su gran legado: la patriótica Fundación FAES. El mismo Aznar, que acusó a Sánchez de ser “un peligro para la democracia española” el autor de la frase / toque de arrebato / llamada a la rebelión, al levantamiento golpista de “el que pueda hacer, que haga” “la inhibición no tiene hueco” “el que pueda aportar, que aporte” “el que se pueda mover, que se mueva” . Una gran cita digna de un gran estadista como él, destinada a ser grabada en una placa de bronce y atornillada en los sólidos muros de la patria como símbolo de concordia, de fraternidad entre españoles y, por supuesto, de confianza, lealtad y fidelidad a la democracia.
En vez del último número circense de la presidenta de la Comunidad de Madrid, deberíamos preocuparnos por cosas como el apagado de cámaras de las calles de Madrid por donde transcurrió la última, y enésima, manifestación a favor de la enseñanza pública y de calidad. Con las cámaras apagadas no se vio ni la cantidad de manifestantes, ni pudo leerse ninguna de las pancartas y carteles con las reivindicaciones de los enseñantes; sus problemas, carencias, y el abandono en general, cuando no el desprecio al que es sometida la enseñanza pública por las políticas del PP que quiere acabar, ya casi lo están logrando, con todos los servicios públicos, para dar paso, vía libre, al gran negocio de la Educación, y no digamos de la Sanidad. Una sanidad y educación públicas que, además de otros derechos y libertades, están desmantelando delante de nuestros ojos, mientras la presidenta madrileña nos entretiene con sus penosos y aparatosos espectáculos de ruido, odio y más mentiras que resuellos.
Respecto a las mentiras de la derecha, Emilio Romero, político y periodista, legendario director del diario Pueblo, uno de los principales periodistas del franquismo; aquel inquietante personaje de grandes gafas bifocales, y que yo tenía por antepasado del “Conde Draco” el vampiro de Barrio Sésamo; un hombre nada sospechoso de ser de izquierdas, de hecho y para que no quede duda de su ideología, fue consejero nacional del Movimiento por Ávila, procurador en Cortes y falangista, dijo una frase que sigue vigente a pesar de los años transcurridos: “La derecha para ganar unas elecciones necesita mentir, y la izquierda, sin embargo, no, porque la derecha defiende los intereses de doscientas familias, y eso no da votos suficientes para ganar en unos comicios.”
Lo peor no es que esas doscientas familias defiendan sus intereses, sus privilegios, recurriendo a la mentira y a lo que haga falta, y gastando cuantiosos recursos ¿será por dinero? en comprar los medios de comunicación, los periódicos y emisoras de radio y televisión que sean menester. Lo peor es que haya tanta gente, millones de personas, que defienda los intereses de esas doscientas familias, que no solo no son los suyos, sino que están claramente en su contra.
Hay que reconocer que esas mentiras están dando sus frutos. Y estos “frutos” son los millones de personas que han decidido con su voto, en contra de sus intereses, en contra de su pellejo, mejorar la vida de los ricos. O como dice el periodista y escritor Martín Caparrós: “Usar a los descontentos para mejorar la situación de los más contentos es el truco más viejo del manual y, por eso, cada tanto cambia de nombre comercial: ahora se llama la extrema derecha cuando deberían llamarse la gran derecha, el gobierno tradicional de los poderosos de toda la vida.”