Tres noches después, subidos a una loma de tristeza lunar podemos ver perfectamente repartidos por zonas de negro absoluto en la noche, tan sólo grises al sol, los fuegos fatuos emanando de la tierra, tocones de pino repletos de brea que consumen lentamente sus raíces fósiles como en una descripción del averno de Dante. Puntos de luz anaranjada que salpican el paisaje destruido de lo que fue bosque.
El fuego se ha quedado a un par de metros de los límites de mi parcela. No creo en la suerte más que como explicación a posteriori, y ahora puedo decir que la hemos tenido. Sólo se nos han quemado unos pocos metros cuadrados dentro de mi vallado, en una zona rodeada de llamas por todas partes en la que, oh milagro, hemos tenido todo el invierno unas cabras comienzo zarzas, aulagas, riparias y todo lo que ha flameado en los alrededores... primera pregunta: ¿un uso controlado de este tipo de ganadería no pondría orden en los campos abandonados que todos sabíamos que iban a arder tarde o temprano?
Porque el fuego tiene muchas causas, pero la principal es el abandono del campo. El majara que anda encendiendo por aquí, y parece que lo hay, tendría poco que hacer sin el metro de alto de mierda comburente de eucalipto acumulada en la parcela que está junto a la mía. Parece que la mayor parte de las tierras son privadas, la Administración se lava las manos diciendo que existe una Legislación aplicable; el problema real es que en muchas casos no son fincas explotadas, ni muchas veces los propios dueños tienen recuerdo de su propiedad, o (y ocurre constamente) si pasar una venta de un pedazo de tierra minúsculo por la Notaría vale más que el precio fijado: miles de parcelas están a nombre de personas que llevan décadas muertas y han cambiado de propiedad hasta llegar a perderles el rastro. Eso significa que la Ley no funciona, y la Administración lo sabe: y sigue provocando el fraude (nadie pagaría 2.000 euros de papeleo por algo que vale 800) que tiene como consecuencia el abandono.
La Administración, que sabe esto, insisto, debe limpiar. Y procurar solucionar esta cuestión de la propiedad y exigir el pago de las limpiezas a los dueños; si uno tiene un palacio del XVII sus obligaciones por muy propietario que sea están claras y si no: expropiación, pues lo mismo pero ya. Lo otro suena a fraude de Ley: “[...] la realización de una estafa o fraude por medio de un acto o negocio jurídico amparándose en una normativa existente con la finalidad de alcanzar ciertos objetivos, que, no siendo los propios de esa norma, sean además contrarios a otra ley existente del ordenamiento jurídico” (wiki, sin ir más lejos).
Impresiona ver trabajar a los Bomberos y al Infoca. Todas esas cuadrillas son despedidas al final de la temporada sistemáticamente, ¿no podrían trabajar en invierno cuidando el monte, asesorando, ayudando... incluso cobrando los trabajos a cada cual según su capacidad? (Nadie vea un atisbo de negocio privatizado en esto porque empezaríamos mal).
Basta dar un vuelta fuera de las ciudades para ver cunetas que son vertederos, y si uno no se aleja mucho de los caminos principales la basura es constante porque el bicho humano es el peor y lo sabemos. Todo confluye a la destrucción sabida y ante la que nos quedamos indiferentes. En mi zona, dependiente del famoso acuífero sobrexplotado de Doñana, más de la mitad de las casas en las que llevan más de medio siglo viviendo familias con sus pozos sin problemas, desde hace una década a estas alturas del año ya los tiene vacíos: viendo llegar el fuego y sin poder echar un cubo de agua, ¿de quién es responsabilidad esto? ¿Acaso estas familias no tienen derecho a una vida sostenible y digna, como hasta ahora, igual que los agricultores derecho al agua para regar? Las familias no pueden presionar, los agricultores tienen cogidos por los genitales a todos los poderes públicos con aquello de que la necesitan para comer y que por sus familias están dispuestos a lo que sea (en algunos casos las familias son casas de exuberancia kitsch, todoterrenos de pitiminí, chalés playeros, viajes tutiplén o ropajes de marca hortera).
Yo no creo que todo el colectivo sea igual y coincido en la necesidad de estos trabajos necesarios, tradicionales y, muchas veces, la única posibilidad económica en estos pueblos; tienen que tener una infraestructura seria organizada por la Administración, pero cuidado con esos “sindicatos” de agricultores dirigidos por presidentes de cajas de ahorro, terratenientes de herencia o soterrados aspirantes a cargos políticos para el beneficio propio... porque llevan años consiguiendo destruir el patrimonio común defendiendo lo aparentemente necesario, el agua, y en realidad su única finalidad es egoísta y hasta criminal: la riqueza cuanto mayor mejor.
Los arroyos llevan años secos desde mayo hasta diciembre, los ríos sin apenas caudal, los pozos llenos de limo, los friales quebrados de ardor, la desertización es un hecho visible en una vegetación estresada al borde de la expiración y un pasto acumulado de años que amarillea sin vida entre la basura: ¿y nos asombramos del éxito de los pirómanos?
Los Ayuntamientos deberían tener competencias claras porque alejándolas hacia arriba se pierde la perspectiva. Y, aunque suene demagógico, menos obras gilipollescas (tantas veces encaminadas a inventar un objeto turístico que consolida el modelo camarero) y más peonadas en el campo abandonado, esto solucionaría muchos problemas de muchas clases en poblaciones que tienen a un sector amplio de la población condenado a las cosechas y la precariedad.
El fuego se combate muy bien, los profesionales son impecables y la máquina funciona. Como ciudadano, me encantaría pagar todo eso y que se toquetearan los uebos obligados todo el verano sin tener que intervenir. El invierno no debe hacernos olvidar la pesadilla del estío, hace falta un organismo que coordine este problema gigante desde todos los frentes y con capacidad ejecutiva; la gente está hasta el mismísimo de ayudas, fotos, puestos de mando, cargos que coordinan a cargos de los cargos en los cargos, y declaraciones, prensa… mientras no se gobierne de verdad: crece el fanatismo descontento.