Los animales, los gatos en este caso, saben a quien acercarse, cuando lloras vienen a verte, si te acuestas se acurrucan a tu lado y cuando juegan te hacen reír. Acompañan, son limpios y silenciosos. No es casualidad que sean fuente de inspiración de múltiples escritores. Las pasadas navidades me encontré por casualidad con una película sobre un gato: el gato Bob. Lo cierto es que solo vi el comienzo, se llamaba Mi Navidad con Bob, secuela del éxito de Un gato callejero llamado Bob, basada en hechos reales y en la novela del mismo nombre. Hace unos días, a pesar de no haber realizado ninguna búsqueda al respecto, Instagram me mostró la vida de Bob junto a James Bowen, su dueño. Y yo que soy de naturaleza felina, es decir, sensible, me quedé hipnotizada por la historia de este minino londinense que ha dejado un rastro imborrable en el corazón de muchas personas. Y en el mío también.
Los algoritmos, que saben de mi inclinación hacia los gatos, me presentan a diario a muchos de ellos. Antes de entrar con la vida de Bob, voy a mencionar a una gatita que hizo latir el corazón de alguien que no necesitaba nada, porque lo tenía todo, o casi todo. Seguí con atención la vida de Choupette Lagerfeld, que protagonizó numerosas portadas de revistas de moda y alguna campaña publicitaria. Tenía un libro, Choupette, una gata de altos vuelos, y una fortuna personal de unos tres millones de euros. El carismático director creativo de Chanel, Karl Lagerfeld, sentía pasión por ella. Hablamos de un hombre en apariencia frío, al que no le gustaban especialmente los gatos, pero que no dudó en “apropiarse” de Choupette cuando un modelo de Chanel se la dejó unos días mientras estaba de viaje. Ella se convirtió en su princesa. ¿Qué le dio la gata? Cariño, compañía e inspiración. La gata revolvía lápices y sketches en su mesa de trabajo mientras él diseñaba para Chanel o Fendi. Pero es que Karl no estaba solo. Era un hombre pragmático, racional, trabajador infatigable y sin adicciones más allá de la Coca-Cola. Vivía en un palacete en el centro de París y estaba rodeado de gente. Tenía una vida plena y un trabajo que le llenó de satisfacciones hasta el fin de su vida. Y una gata que le sirvió como fuente de inspiración y todo aquello que no se puede explicar con palabras, al igual que le pasó a James Bowen. Choupette vive en París junto a la que fuera ama de llaves del káiser de la moda. Karl Lagerfeld no dejó nada al azar, el día que se vaya su princesa será depositada junto a su “daddy” que tanto la quiso.
La vida de Bob nada tiene que ver con la de Choupette, salvo que los dos bellos felinos han conocido la fama y llenaron el espíritu de sus dueños. El gato Bob era londinense y callejero hasta que apareció por casualidad en la vida de James Bowen en 2007, un toxicómano que tocaba la guitarra en la calle y que en esos momentos había encontrado ayuda en un centro de rehabilitación, que también le había proporcionado un hogar. Y a quien el gato cambió la vida. Una vida marcada por la soledad y las noches en la calle. Un día Bowen se lo encontró malherido en la escalera de su casa y lo llevó al veterinario, se gastó lo poco que tenía en curarlo y lo devolvió a la calle, pero el astuto felino lo seguía a todas partes. Finalmente, Bowen se lo quedó, le compró un arnés y terminó llevándoselo a los lugares en los que tocaba la guitarra. El carácter sociable del gato llamó poderosamente la atención de los viandantes. La gente les hacía videos que luego subían a sus redes sociales. La relación del músico callejero con un gato a hombros por el centro de Londres se volvió viral. Es entonces cuando James deja la heroína porque había encontrado un sentido a su vida: Bob.
Al poco tiempo de que la noticia saliera en un medio local, la editorial Hodder & Stoughton le ofreció escribir un libro. El tema no podía ser más que su vida con su adorable compañero de cuatro patas. En 2012 James Bowen publica un Gato callejero llamado Bob, del que se vendieron más de un millón de ejemplares en Gran Bretaña, no está nada mal. Después vendrían El mundo según Bob, Un regalo de Bob y El Pequeño libro de Bob, así como otros libros infantiles. Y un par de películas con escenas protagonizadas por el propio Bob. La revista The Big Issue que James repartía, cuyos beneficios iban para gente sin hogar, vio cómo aumentaban sus ventas cuando el precioso felino aparecía en la portada. Entiendo que todo sucedió de una forma natural. El gato era maravilloso y su dueño lo cuidaba. Era su amigo. Hasta aquí la parte más bonita y cinematográfica de esta historia real.
Una mañana de junio de 2020, seguramente por un descuido, Bob salió de casa y desapareció. Los gatos son curiosos, se escapan por las ventanas, les gusta pasear para luego regresar a su hogar. Las calles están llenas de peligros para los que son domésticos. Bob lo era. Dos días después fue encontrado en un arcén con un fuerte hematoma en la cabeza, había sido atropellado. Una tragedia para cualquier persona que tenga mascota. Y un contratiempo muy difícil de superar para alguien con antecedentes de drogadicción y depresión, y cuyo vínculo con el felino había sido esencial a la hora de recuperarse e integrarse en la sociedad. Un vínculo de dependencia, pero también de afecto y cariño entre James Bowen y su mascota Un gato súper especial que le dio sentido a su existencia.
Casi todos los artículos y noticias se quedan en ese punto. En la muerte de Bob. Pero, ¿cuál es la vida de James después de Bob? En un podcast de Alejo Pérez, un escritor que ha seguido la vida de nuestros protagonistas, me entero que James a la muerte del precioso gatito cae en una fuerte depresión que le lleva de nuevo a la heroína, deja a su prometida y pierde su casa. James Bowen obtuvo unos ingresos de unas 250.000 libras gracias a Bob y a sus libros, una cantidad importante, pero no excesiva si tenemos en cuenta los nueve millones de libros que se vendieron a nivel mundial. James tenía un agente, un publicista y un contable. También un coguionista que se llevó la mitad, porque él no era escritor, el resto de los beneficios fueron para los editores. Aunque su ruina fue sin duda, la heroína. Cuando James dejaba su casa, le robaron las cenizas de su querido compañero de vida y le pidieron un rescate de 2.000 libras. Esto es digno de reflexión.
En la actualidad, según leo, James Bowen está desintoxicado, vive de una pequeña pensión de 300 libras, tiene un perro y una barcaza y acude periódicamente a leer fragmentos de sus libros junto a la escultura de Bob, situada en el barrio londinense de Islington, enfrente de la librería Waterstone donde publicó su primer libro. A través de Facebook obtiene donaciones que le hacen los seguidores de Bob. No ha querido otro gato porque él era único.
Esto sí que es volver a empezar. Caer y levantarte. Es una historia conmovedora, real, dura y triste. Espero que James vuelva a escribir Su vida después de Bob, por ejemplo, porque Bob le aportó mucho y no debería desaprovecharlo. Yo que tengo gato, sé lo que nos dan y no son tan independientes como se cree. Ni ariscos. Te siguen, buscan tu compañía y siempre te sacan una sonrisa. Bob se dejaba poner bufanda, se acomodaba en el hombro de su dueño e hizo muchas de las escenas de sus propias películas. Rodar con un gato es extremadamente difícil, aunque sea manso y doméstico. Bob tenía algo especial. “Me dio mucho más que compañía. Con él a mi lado encontré una dirección y el propósito que me faltaba. El éxito que logramos juntos con nuestros libros y películas fue milagroso. Él ha conocido a miles de personas y tocado millones de vidas. Nunca ha habido un gato como él y nunca lo habrá”, comentó James Bowen anunciando su triste pérdida.
Esta historia la he descubierto hace apenas unos días, y me ha hecho reflexionar sobre lo humano y lo divino, sobre las debilidades y fortalezas del hombre, así como nuestra relación con el dinero y con los demás, no subestimemos la importancia de los animales en nuestras vidas, si esto ha llegado a tantas personas es porque el mundo está necesitado de belleza y bondad. No es una historia infantil, es real. Es mi pequeño tributo a un gran gato llamado Bob que llenó de esperanza la existencia de James Bowen, un “sin techo” que no tenía nada ni a nadie. Y a todas esas mascotas que llegan a nuestras vidas para alegrarnos el alma. Incluida la señorita Choupette Lagerfeld.