La simulación, el falsete, es como una intención y un deseo deliberadamente insatisfecho. El mundo virtual es a la simulación como la canción del verano a su caducidad; resulta pegadiza, aunque nadie la recuerda el resto del año.
El teatro de la política real pergeña una revolución que acaba en reforma; recrea una manifestación y se transmuta en un paseo matinal; sueña con un nuevo orden y se conforma con una proclama en una terraza de verano. Esto es natural en el ágora pública del disimulo y la simulación, por lo que prescindir del modelo original es más que una aspiración: es el objetivo del régimen popular: Nosotros somos el pueblo.
Como Umberto Eco aseguraba, para deshacerse del modelo primario hay que mejorarlo...con una copia. Por ejemplo, en Palestina tenemos copias de los pueblos semitas que reclaman su herencia divina sobre Jerusalén. Precisan exterminar el original para mejorarlo con la copia askenazi. Los maestros del calco lo tienen claro; no hay nada más auténtico que el émulo. Ahí tenemos al imperio americanizante: clonaron a Europa hasta exterminar el modelo.
Debe ser una máxima de la arena pública; mejora el original con una copia tan sorprendente que no desearás conocer nada más. Entre ciertos campeones del islam (algunos "países árabes", Turquía, etc.): gritan los crímenes en Gaza mientras comercian con el régimen exterminador. La guerra es una simulación mejor que la original, la política pura retórica huera, la economía un ficticio balance de pagos, incluso una simulación de la copia. Es el palacio de las figuras de cera; esta recreación fingida hiperrealista produce 55.000 fotos por segundo. Son infinitas reproducciones que surgen del deseo de materializarse, aunque derivan en pura insatisfacción.
Así se simula la salvación de Palestina para aliviar la mala conciencia con el lanzamiento de fardos de comida desde el cielo. Esta vorágine reproductora tiene su síntesis en el exquisito cinismo de los políticos y sus relaciones internacionales. La dinámica la dictan los émulos campeones; es preciso destruir la Historia para sustituirla por un letrero o escultura donde se lea; aquí yacía...luego, un libro de condolencias junto con un respingo de los bibliotecarios; si, lo hicimos, los matamos, nos avergonzamos. Serán los mismos funcionarios los que nos entreguen el folleto; mirad, aquí, el Monte Carmelo, Jericó, Hebrón, Masada... Pretenden hacer de la Historia Emiratos o Dubais y aplastar los cadáveres con silenciosos rascacielos mientras espectros digitales hablan con los muertos para pedirles perdón.
Desde el otro lado del Océano hay senadores que aseguran que en Gaza sucederá lo mismo que en Berlín y Japón; tabula rasa para la reconstrucción de un decorado simétrico, un Eldorado de cristal y acero, de avenidas amplias y prosperidad, un gran escenario en el que se miren las siguientes generaciones fascinadas por el poder del émulo.