La República romana nunca fue una democracia. Ni de lejos. Fue un sistema oligárquico de gobierno, con sus checks and balances, donde como muy bien dice Jeffrey Winters, en su magnífico libro “Oligarquía”, los muy ricos romanos establecieron una especie de gobierno compartido y con reglas. Aún así, aún en este sistema de gobierno el pueblo romano tuvo un cierto peso y un cierto respeto, por lo menos hasta principios del siglo I a.C; el logo SPQR (El Senado y el Pueblo romano) intentaba explicar una cierta realidad.
Es bien conocido la destrucción de la República romana y el proceso que llevó a esa destrucción durante el siglo I a.C, las guerras civiles entre Mario y Sila, el primer triunvirato con Craso, Pompeyo y César, la guerra entre César y el Senado, el famoso asesinato de Julio César, el segundo triunvirato y el enfrentamiento definitivo entre Marco Antonio y Octavio que acabó con el establecimiento del principado de Augusto y la llamada Pax Romana. Ahora bien, es mucho menos conocido que este proceso en el que la oligarquía gobernante se sometió al poder de un solo hombre, fue fruto de algo que podríamos llamar la primera “globalización”, un proceso que conllevó la ruina total del campesinado romano y la desaparición total y absoluta de las clases medias tradicionales romanas.
En efecto, fruto de las conquistas, se inició la afluencia hacía Roma de millones y millones de esclavos (Julio César, además de matar a un millón de galos hizo su fortuna inmensa con los millones de esclavos procedentes de la hoy Francia que vendió). Estos millones de esclavos, adquiridos en su inmensa mayor parte por los grandes oligarcas, y sometidos a una explotación tan brutal que su vida media apenas superaba los siete años de cautividad, hicieron que las explotaciones agrarias de los pequeños y medianos campesinos italianos y romanos no pudieran competir. La inmensa gran parte de estos tuvieron que malvender sus tierras y quedaron reducidos a la condición de proletarii, de proletarios, de gentes que sólo contaban con su prole, sus hijos. Una parte, para sobrevivir, se enrolaron en los ejércitos personales de los grandes generales de la época, a cambio de la promesa de tierras al finalizar el servicio militar en las provincias conquistadas (como Hispania). Otra parte acudió a Roma a malvivir en un estado de estrés constante que Jerry Toner ha narrado magistralmente; para ello dependían en última instancia de la annona, que era, simplificando, el equivalente de las llamadas “paguitas”.
Los Gracos, Tiberio y Cayo Sempronio Graco, a finales del siglo II a. C, fueron los últimos que intentaron oponerse a este proceso de despojo del campesinado romano. Aún perteneciendo a la oligarquía, tenían claro su compromiso con la segunda parte del lema SPQR. Fueron asesinados por la Oligarquía. Ahí inició la misma su pérdida de poder político, que no del económico. Nunca fue más grande que en el Imperio. Ni más grande el despojo, de los esclavos y del ciudadano romano de a pie.