En la primavera de 1940, un F. Scott Fitzgerald abatido se lamentaba por el destino de "El gran Gatsby". Quince años después de su publicación, la novela era un fracaso comercial, retirada incluso de la Biblioteca Moderna por sus bajas ventas, un golpe que sumió al autor en la desesperación. "Dios mío, soy un hombre olvidado", confesaba a su esposa Zelda, mientras preguntaba a su editor, Maxwell Perkins, si una reedición barata podría, quizás, mantener la obra a flote, tal vez en las aulas. Sus esperanzas eran mínimas; temía que el libro simplemente hubiera perdido su oportunidad. Siete meses más tarde, Fitzgerald moría, convencido del olvido de su obra. Pero "Gatsby", contra todo pronóstico, apenas comenzaba su verdadera vida.
Desde aquel lejano abril de 1925, la novela ha resurgido de maneras inimaginables: múltiples adaptaciones cinematográficas, versiones teatrales, e incluso un videojuego. Las ventas, inicialmente exiguas, explotaron décadas después, alcanzando cifras millonarias a nivel mundial. La pregunta inevitable es ¿cómo ocurrió esta transformación? La respuesta, más que en premios o modas literarias, reside en un pilar inesperado pero fundamental: su arraigo en el currículo de inglés de la escuela secundaria estadounidense. Millones de estudiantes leen "Gatsby" cada año, convirtiéndolo en un rito de paso cultural, aunque su camino hasta ese pedestal fue, como mínimo, tortuoso.
Tras la muerte de Fitzgerald, algunos críticos lo elogiaron como un clásico, pero el verdadero punto de inflexión llegó con la Segunda Guerra Mundial. Una iniciativa crucial, las Ediciones de las Fuerzas Armadas, distribuyó millones de libros de bolsillo económicos entre las tropas para levantar la moral. En 1945, ciento cincuenta y cinco mil soldados recibieron ejemplares de "Gatsby", diseñados para caber en sus uniformes. Esta exposición masiva fue la chispa que reavivó el interés y catapultó la novela hacia un nuevo público.
El impulso continuó en la posguerra. La mención de "Gatsby" como lectura favorita por Holden Caulfield en "El guardián entre el centeno" de Salinger (1951), coincidió con el llamado "resurgimiento de Fitzgerald", avivado por la publicación de su primera biografía. Scribner's capitalizó este renacer publicando ediciones escolares con guías de estudio, facilitando su entrada definitiva en las aulas. La aparición de las guías CliffsNotes en 1964 solidificó su estatus, haciendo que el análisis de la novela fuera accesible y estandarizado para los estudiantes.
Este ascenso no fue solo por su temática, sino también por un cambio en la pedagogía. El enfoque de la Nueva Crítica, dominante a mediados de siglo, priorizaba el análisis textual de la estructura y el simbolismo sobre la conexión personal. "Gatsby", rica en símbolos como la luz verde, el valle de las cenizas o los ojos del Dr. T.J. Eckleburg, y convenientemente breve, se convirtió en el vehículo perfecto para enseñar este método analítico. Generaciones de estudiantes aprendieron a desentrañar sus significados ocultos como crítica a la cultura estadounidense.
A pesar del dominio de la Nueva Crítica, muchos profesores buscaron conectar la novela con la realidad de los estudiantes, demostrando su persistente relevancia. En los años 80, por ejemplo, se trazaron paralelismos entre el materialismo de los años 20 y la era Reagan, incluso comparando a personajes como Tom y Daisy con figuras contemporáneas como Donald Trump. Su inclusión recurrente en exámenes estandarizados a partir del año 1982 ha cimentado aún más su posición en el canon escolar, aunque nuevas tendencias educativas que favorecen la no ficción podrían suponer un desafío futuro.
Durante décadas, "El gran Gatsby" ha servido en las aulas para explorar el sueño americano, analizar técnicas literarias y debatir sobre la moralidad, a menudo mediante actividades creativas. Fitzgerald escribió que un autor debía dirigirse a los jóvenes de su tiempo, a los críticos del siguiente y "a los maestros de escuela de siempre". Irónicamente, en esto último acertó de pleno. La enseñanza secundaria no hizo grande a "Gatsby" por sí sola, pero ha sido indiscutiblemente el motor que ha mantenido viva su llama, asegurando su legado generación tras generación. La incógnita es si esta obra maestra, nacida del fracaso y resucitada por la historia y la educación, logrará sobrevivir otros cien años.