Se cuestionaba Lev Tolstói en su famosa novela que da nombre a este artículo, cuál fue el insólito acontecimiento que hizo que, en 1812, millares de hombres, bajo el liderazgo de Napoleón, avanzasen de la Europa Occidental hasta el Este con dirección a las fronteras rusas para aniquilar a otros tantos de sus semejantes dirigidos, a su vez, por el zar Alejandro I. ¿Sería, según creyó Bonaparte en la isla Santa Elena, “que la guerra tenía por causa las intrigas de Inglaterra”?; ¿sería por “la ambición de Bonaparte” como señalaron” los miembros de la Cámara inglesa”?; ¿estribaba “en la ofensa hecha al duque de Oldemburgo”?; ¿se debía, quizás, “al bloqueo continental que arruinaba a Europa”?; ¿sería a la necesidad de utilizar “a los soldados viejos y generales”?; ¿acaso se debió , según los legitimistas, “a la necesidad de restablecer les bons principes”?; ¿o tal vez a la poco disimulada ante los ojos de Napoleón “de la alianza rusoaustríaca de 1809” y “que el memorándum número 178 estuviese mal redactado”?
Para el escritor, ninguna de estas circunstancias por sí sola fue la causa exclusiva del conflicto, sino que fue necesaria toda una cadena de hechos, todos imprescindibles para provocarlo. La ausencia de uno solo de ellos hubiera sido insuficiente para desencadenarlo. La Historia no puede examinarse analizando los acontecimientos por separado para afirmar arbitrariamente que un acontecimiento tiene como principio una sola causa, ni que esa causa sea la inmediatamente anterior al suceso. Una sola no sirve para explicar la magnitud de un hecho tal como es la Guerra sino participan las demás concordantes, que juntas hacen un todo indivisible, un entramado que dan forma a lo que se intenta comprender: las “leyes del movimiento histórico.”.
Algo similar sucede con la guerra de Ucrania y su origen. Atribuir a Rusia la exclusiva responsabilidad no basta para explicarlo. Detrás hay una cadena de decisiones, provocaciones y omisiones diplomáticas. No puede entenderse este punto de la Historia si escogemos la última causa como la razón primera y única de un conflicto que está ocasionando la matanza de miles de personas en el corazón de Europa y que, por su curso y creciente intensidad, podría acabar tocando nuestras puertas; las de una sociedad narcotizada por el hedonismo y el escapismo social, ajenas a las verdaderas posibilidades de verse inmersa en un conflicto con riesgo de escalada nuclear.
Lo justo para el lector sería preguntarse entonces cuáles son todos aquellos acontecimientos que de manera lógica vendrían a constituir las leyes de ese movimiento histórico, y si la ausencia de alguno de ellos habría bastado para detenerlo; para lo cual me he servido a efectos de su recopilación, entre otros, del más que recomendable libro de Benjamin Abelow “Cómo Occidente llevó a Ucrania a la Guerra.”
¿Podría haber sido la sustitución del derecho internacional por un orden internacional basado en normas? Unas normas dictadas por un hegemón, que dice ser una democracia liberal, enfrentada con Estados autoritarios y que hacen legitimar cualquier tipo de intervención, como la ilegal que tuvo lugar con el bombardero de Yugoslavia en 1999 sin el mandato de la ONU bajo el pretexto de la defensa de nuestros valores liberales y un posible veto de China y Rusia. Si la expansión de la OTAN encuentra su legitimidad en los valores liberales que decimos nos definen, ¿por qué no se plantea ninguna intervención, por ejemplo, en Qatar?, que sabemos que ni de lejos es un país democrático y sí fuente de financiación del terrorismo con el envío fondos a Hamas, con la aquiescencia del Gobierno de Netanyahu, para así mantener divididos a islamistas y a la Autoridad Nacional Palestina con el único fin de acabar con el pueblo palestino sobre cuya sangre se quiere levantar un complejo hotelero. No; nuestra intervención ha consistido en llevar el mundial de fútbol a Qatar, porque el orden internacional basado en normas encuentra vesánicas excepciones en aquellos países que se encuentran alineados con los intereses de Estados Unidos.
¿Fue entonces la expansión de la OTAN hasta las puertas de Rusia? Una expansión justificada en la exportación de unos supuestos valores democráticos, a pesar de la cascada de garantías dadas a Rusia durante la reunificación alemana, diluyendo así la diplomacia que debe regir en las relaciones internacionales y los más que legítimos intereses de seguridad rusos. Si fuese a la inversa, ¿podríamos pensar razonablemente que Estados Unidos no intervendría militarmente cuándo es quien se arroga la guarda de la seguridad del hemisferio occidental por aplicación de la Doctrina Monroe?
¿Fue la retirada unilateral de Estados Unidos en 2001 del Tratado de Antimisiles Balísticos?, cuando tal retirada permite la instalación de un sistema de lanzamiento Mark-41 Aegis con capacidad de albergar no solo misiles antibalísticos, sino también hasta 24 misiles de crucero Tomahawk, un arma ofensiva capaz de alojar una ojiva nuclear con un alcance de 1.600 km, y cuando la colocación de esos sistemas de lanzamiento antibalísticos se hizo en países que permitiesen alcanzar a Rusia, como Rumanía y Polonia.
¿Fue la Revolución Naranja de Ucrania en 2004? Revolución de creación estadounidense, que desembocó en la presidencia de Yushchenko, un personaje hostil hacia Rusia, representativo del brazo ultranacionalista del oeste del país y complaciente con la política de expansión de la OTAN.
¿Fue la promesa de adhesión de Ucrania y Georgia a la OTAN en la Cumbre de Bucarest de 2008?, cuando se trata de una promesa hecha a pesar de las advertencias del ex director de la CIA, William Burns, que explicó que el ingreso de Ucrania en la OTAN provocaría una intervención militar rusa, congelaría las relaciones ruso-ucranianas y crearía un terreno fértil para la injerencia rusa en Crimea y en el este de Ucrania; huelga decir que esto fue lo que ocurrió. Por su parte, la guerra ruso-georgiana tuvo lugar meses después de la promesa de adhesión y pocos días después de unas maniobras militares de 2.000 hombres bajo el liderazgo de Estados Unidos.
¿Fue el Golpe de Estado del Maidán del 2014?, y lo fue, porque su origen se sitúa en unas protestas alentadas y financiadas por Estados Unidos, seguidas de la violencia de ultranacionalistas ucranianos armados amantes del colaborador nazi Stepán Bandera, que culminaron con la huida del país del presidente Yanukóvich democráticamente elegido, no sin que antes la subsecretaria de Estados Unidos, Victoria Nuland, conspirase para elegir al nuevo gobierno ucraniano bajo la frase “Que se joda la UE”.
¿Fue el inicio de una Guerra Civil tras el Golpe de Estado del Maidán?, en la que quedó enfrentada la parte este del país con la parte oeste étnicamente rusa, con políticas de marginación de la lengua, cultura y la Iglesia Ortodoxa rusas, y con una depuración de la oposición política en Ucrania, hasta el punto de que Zelensky siga ostentando un poder caducado por la expiración de su mandato como presidente.
¿Fue el sabotaje por occidente del Acuerdo de Minsk II? El mismo que se vistió con el ropaje de terminar con el conflicto del Donbás, pero cuyo verdadero motivo fue dar tiempo a Ucrania para rearmarse contra Rusia. Véase las declaraciones de Merkel, Francois Hollande y del ex presidente de Ucrania Poroshenko.
¿Fue por la actitud cínica de Trump? Aquél que en su segundo mandato prometió acabar con la guerra en dos días, quien se presentó como Santo Grial de la finalización de cualquier conflicto, cuando en su primer mandato suministró en cascada armamento más letal a Ucrania y se retiró en el 2019 del Tratado de 1987 sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio, agravando las preocupaciones de seguridad rusas sobre el despliegue de los misiles en Ucrania en caso de su ingreso en la OTAN.
¿Fue por la política de integración fáctica de Ucrania en la OTAN? Una política que consiguió reducir el ingreso de Ucrania a una mera formalidad, y que sirve como ejemplo lo sucedido en 2021 por los conjuntos ejercicios navales de Ucrania y Estados Unidos en el Mar Negro, participando armadas de 32 países y que estuvo cerca de provocar un ataque ruso sobre un destructor naval británico que entró en lo que Rusia considera sus aguas territoriales; ¿o por las actividades militares de la propia OTAN en la frontera con Rusia? Como fueron los ejercicios militares de fuego real en Estonia en 2020, o en 2021 en la misma Estonia con el disparo de 24 cohetes en simulación de un ataque de objetivos aéreos de defensa rusa.
Es razonable pensar, bajo las legítimas expectativas de seguridad rusas, que todas las causas anteriores han llevado a la guerra y que ésta no tiene como origen una idea paranoica o unas ansias irredentas de Putin. Es un error explicar un conflicto bajo los actos de un solo hombre que no expresan la realidad de un conflicto, lo que hace no entenderlo y vernos abocados a sucesivos actos de guerra que nos alejan de la paz, como son, por ejemplo, a un rearme sin objetivo ni estrategia, en unas cantidades desproporcionadas que evidentemente tienen como coste el Estado de Bienestar, y que serán los europeos los que pagarán la factura al complejo militar industrial norteamericano, aquél de cuyos peligros ya nos advirtió Eisenhower en su discurso de despida de su presidencia.
La paz pasa por construir una arquitectura de seguridad paneuropea inclusiva de Rusia, porque -nos guste o no- forma parte de Europa. No puede construirse una seguridad confrontativa con Rusia, bajo la guía de una pax americana cuya política exterior tiene como principio la expansión sin límites de una obsoleta OTAN, y bajo el mantra hipócrita de la defensa de unos valores liberales que no tenemos el menor rubor en excepcionar respecto de terceros países no democráticos cuando conviene al bolsillo occidental. Ese es el camino que debemos andar para terminar con la guerra de Ucrania y con el clima de enfrentamiento con Rusia basado en la rusofobia y en una diplomacia basada en la perfidia.
Sin embargo, andamos el camino equivocado, con declaraciones tales como las de Kaja Kallas proponiendo trocear a Rusia o las más recientes de Merz afirmando que los medios diplomáticos con Rusia se han acabado; o con declaraciones de intenciones, como las publicadas por el Financial Times, por las que Trump preguntó a su homologo ucraniano si podría golpear las ciudades rusas de Moscú o San Petersburgo, a lo que se contestó suicidamente por Zelenski que sí, si contaba con el armamento apropiado; o con actos como el envío de misiles Taurus -que implicarían una participación de Alemania en el conflicto-; o con maniobras como las realizadas en el mayor puerto de Europa, Róterdam, reservando espacio militar y coordinando con Amberes cómo desviar carga civil en caso de guerra con Rusia. De seguir estos pasos, mucho me temo que acabaremos inmersos en un conflicto con riesgo de escalada nuclear. Y cuando ese momento llegue, volveremos a preguntarnos: ¿cuáles fueron las causas que provocaron este insólito acontecimiento?