Los políticos (y políticas), en mi nada humilde opinión, deberían abstenerse de lucir esos conjuntos, piezas de modisto asesor de imagen a los que nos tienen tan acostumbrados, y centrar todo su ser y apariencia en la insigne tarea que el pueblo les encomendó. Así, voto por que nuestros políticos se muevan en público tocados con una túnica o, mejor, con un sayo de temporada, en plan cartujo vip, si se quiere, que les dote de esa identificación tan necesaria, símbolo de entrega y sumisión al pueblo.
La sobriedad, el acatamiento, a boquita callada, de lo estrictamente programado en unas tablas sagradísimas (programa), inamovibles desde el momento de ser aprobadas por los votantes, debería regir su conducta, sin paliativos, actitud esta que, como es de esperar, habría de acompañarse, así, invariablemente, del correspondiente lenguaje de la apariencia. Porque, amigas, personalmente, no me tomo en serio nada de lo que un político (o política) se atreve a soltar mientras pasea su modelito, marca personal de cada ego, pendiente más de cómo le ven que de cómo lo hace. Y nada de barba, que una de esas requiere mucho mantenimiento y distracción, y no lleva a ninguna mejora del país. Y menos peluquería, accesorios y complementos de youtuber. ¡Estamos en el Congreso, señoras! Muévanse ustedes a pie, habiten en un polígono (domus poligoni), en semiclausura, y lleven a efecto su encomienda sin gastadas performances, sin efectismos ni tramoyas ni frases de lo más manidas, sin entrevistas «guays» ni comparecencias pactadas. No me falten el respeto con intervenciones «brillantes», y mucho menos, bochornosas. ¡Cállense, y trabajen! Y háganlo vestidos de la manera más sobria y con las maneras más discretas, porque así es como mejor se aprovecha el tiempo y el dinero, que es de todas. Así, en lo umbrío y polvoriento de la nave comunal donde les conmino desde ahora (al menos de palabra), encontrarán la inspiración para administrar las cuentas de esta España nuestra de la mejor manera posible (la palabra «Gobierno» debería substituirse por «Asesoría», o mejor aún: Ayudante. Pero ¿quiénes es esta gente para «gobernarnos», a los ciudadanos, que pagamos sus servicios con impuestos? ¿Cómo puede un Gobierno «prohibir», cuando fue elegido para servir?).
Ustedes, políticos, ya no son personas «normales», quizir: ni gente susceptible de mezclarse con el pueblo, superior en todo a ustedes, ni gente de alcurnia, ni sociatas ni fachas ni centrinos. Eso se terminó (ha de terminarse). Ustedes, políticos, son, o deberían de ser, una suerte de humildes servidores, abnegados, que viven a toda hora para su señor (o señora) pueblo (puebla), y, en consecuencia, visten (o deberían) el sayo unisex, pardo, incoloro, invisible casi, del monje político de semiclausura. Así, igual que algunos, hace años, vestimos de camuflaje todos los meses de nuestra puta mili, por España, a boca cerrada, así ustedes, faltaría más, deben calzarse ahora el sayo, colgar los complementos y llevar las cuentas. Y si lo que les gusta es lucir paños de diseño, métanse a influencers que, como a algunos de sus niños, neuronas no les sobran.