La aparición hace unas semanas de la ciudadana británica, Jo Cameron, incapaz de sentir dolor debido a varias mutaciones genéticas en su cuerpo, ha aturdido a médicos y especialistas de todo tipo, y de igual manera, a simples ciudadanos. La posibilidad de no sentir dolor, no quedar bajo el dictado de la depresión o la ansiedad, (causas principales de un número de muertes en todo el mundo) y en ello, sostener una felicidad intemporal ante la posibilidad de poder manipular las sensaciones humanas, se ha mostrado en los últimos días como un horizonte al que dirigirse.¿Pero qué traería una felicidad intemporal manipulada por alguna clase de sustancia o tratamiento? Probablemente, la nada interior.La experiencia es una extraña pareja de viaje que ayuda a maridar nuestro carácter, y lo es también el pensamiento al imbuirse en toda reflexión. El conocimiento se adquiere ante la curiosidad y el esfuerzo, también la evolución. Residir en una felicidad autómata en una planicie sin quiebros ni altibajos, desahuciaría toda reflexión, nos empujaría a la felicidad obligada, al desajuste de todo proceder amparados en ese estado plano que soluciona todo lo emocional.Por otro lado, la manipulación exterior en ese estado estaría a la orden del día, y todo individuo quedaría postrado como otro miembro de un rebaño, colmado de felicidad bajo unas directrices que, erróneas o no, son consecuencia o parte de ello. La emoción sería manejada desde el poder para engrandecer el establo de súbditos. Ningún súbdito o esclavo en un estado de felicidad por su situación es consciente de la manipulación o del engaño al que está sometido.Probablemente, la felicidad es un estado al que llegar, en ningún caso un lugar donde quedarse de manera intemporal. La posibilidad de que ello ocurra mediante tratamiento o píldora otorgará mayor debilidad a la especie humana, la hará involucionar.
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