Escribo este artículo cuando el Gobierno de España ya ha reconocido el Estado Palestino y nos llegan noticias, una más, del salvaje bombardeo israelita sobre Rafah, pese a los requerimientos condenatorios del Tribunal Penal Internacional. Escribo este artículo al calor del libro publicado por la Dra. Carmen López Alonso, Emérita de la Facultad de Ciencias Políticas de la UCM que me da el titular, presentado en la Agrupación Especial Para el Estudio de las Religiones del Ateneo, formando mesa con los doctores Mónica Cornejo y Juan Ignacio García.
No haré una crónica del acto. Tampoco una explicación del libro, aunque ambas cosas lo merezcan. Sólo trasladaré al lector la opinión que me produce cuando comparo la barbarie que golpea nuestras conciencias con la mesurada reflexión que este libro nos propone. Con ellas no pretendo ejercer de hilo conductor, sino invitar a que cada cual se confronte con los datos que este libro proporciona. Baste señalar que en sus primeras palabras la Dra. López Alonso señaló que ella no daba opiniones, sino que ofrecía datos documentales históricamente ordenados, una ordenación que me ha facilitado la reflexión que aquí les ofrezco:
Desde el punto de vista humano la respuesta condenatoria al acto terrorista cometido por Hamás contra Israel, el 7 de octubre de 2023, como los que Israel viene realizando en su pretensión de exterminar a Hamás, produciendo víctimas civiles, es y debe ser contundente, con la diferencia de que uno es un movimiento terrorista y el otro un Estado Democrático, sujeto a la ética civil que sostiene toda ética política y es hijo y heredero de la riquísima herencia humanista que le adorna.
Desde el punto de vista político la situación parece un nudo gordiano que cierra el dogal sobre el cuello del pueblo gazarí, obediente a la voz de <resiste>. Evidentemente el reconocimiento del gobierno español del Estado Palestino, y de las fronteras de 1967, tras la llamada <Guerra de los seis días>, se alinea no sólo con la opinión mayoritaria de nuestra sociedad, sino con la resolución 181 de noviembre de 1947: <<Partition plan for Palestine>>, y con la que alcanzó <El Cuarteto de Madrid> el 19/11/2002 contra el ataque a Tel Aviv el 25/2: Dos estados: Israel seguro y Palestina soberana, acordado por EE.UU., la Unión Europea, Israel y la Autoridad Palestina, reconociendo que <<un estado de territorios dispersos no funcionará>>. A tenor de esto, se hace difícil, cuando no imposible, gobernar un estado formado por Gaza y Cisjordania, separado por el territorio del Estado de Israel, cuando además se divide en dos administraciones: La de la Autoridad Palestina en Cisjordania, y Hamas en Gaza, y además confrontadas.
Hamás gobierna municipios desde su victoria en las elecciones municipales (diciembre de 2004 a diciembre de 2005). Su influencia queda ratificada en las elecciones legislativas de 2006 y se ejerce en tres sentidos: mediante la red asistencial y caritativa; a través de su acción política, altamente diferenciada de la Autoridad Palestina y de otros países islámicos que no le prestan simpatías; por su acción militar, de naturaleza terrorista, con el apoyo de Irán. Esa triple actuación pragmática es cohesionada por su acción educativa y su radicalidad religiosa. Su dependencia de Irán ocasiona una fuerte desconfianza de la U.E. y los EE.UU.
Sin duda que este reconocimiento es simbólico. Sobre todo, porque en él participan dos estados, Noruega y España, donde se alcanzaron los llamados <<Acuerdos de Oslo>> y <<Los Acuerdos de Madrid>>, que por cierto, según nos recordó la Dra. López Alonso, Hamás no aceptó. No tiene otro valor, y no es poco, que expresar un estado de conciencia moral escandalizado ante la masacre.
A ese reconocimiento simbólico le falta base de realidad: Un estado precisa un territorio, y la disposición a reconocer y respetar a sus vecinos. Cuando se señala la necesidad de reconocer territorio a un estado palestino, se parte del asignado por UN en 1947, y por lo tanto se contempla la necesidad de retracción de Israel de los territorios ocupados y colonizados. Si partimos de las fronteras delineadas por UN, topamos con el objetivo de Hamas que consiste en recuperar toda la tierra: desde el río al mar, segunda vuelta del nudo.
Otro inconveniente, y no menor, es que Hamás es calificado como una organización terrorista por Israel, EE.UU. y la UE., pero las urnas le dieron el gobierno de Gaza. Puede suscitar dudas el reconocimiento de un estado gobernado por terroristas, a menos que se le retire esa calificación o que ese gobierno esté formado por la Autoridad Palestina, como es el caso, y no por Hamas, con la que históricamente no parece que le tenga muchas simpatías. En cualquier caso, Hamás debería desaparecer como movimiento terrorista que de hecho gobierna Gaza, apoyado por Irán, enemigo de otros países islámicos. Tercera vuelta del nudo gordiano. En suma, el conflicto es evidente entre los propios estados islámicos.
No podemos obviar en este punto la geopolítica que pone contexto a una masacre, donde se dan opiniones que sostienen que al cometer el atentado del 7 de octubre, conociendo las características del gobierno judío, ya sabían la reacción del actual gobierno de Israel; que las víctimas que iba a producir, golpeará la conciencia de Occidente, rompiendo vínculos y creando simpatías; tampoco que el principal sostenedor de Hamas es Irán, suministrador de armamento a Rusia en su invasión de Ucrania, firme aliada de China y de Corea del Norte, que tiene mercenarios operando en el Sahel y base en Siria, con fuertes actuaciones político-militares y económicas en estados no natos de África, y por ello las acciones terroristas de Hamás forman parte de un conflicto global que amenaza a Occidente.
Se vierte la sangre, la lágrima y el gemido, entre dos posiciones irreconciliables, y acaso entre los engranajes de dos grandes bloques en conflicto que buscan aliados y amenazan con la guerra global.
Se habla de dos estados o de uno solo, integrado por judíos y palestinos, y de una Gaza sin Hamás, gobernada en principio por un tripartito formado por EE.UU., Israel y la Autoridad Palestina, solución que parece impracticable, aun logrando la desaparición de Hamas, porque gobernarían sobre un mar de sangre y de odio.
Estas son opiniones personales suscitadas por la lectura meditada de un libro que me parece ejemplar en su naturaleza académica, muy pegado a la realidad de la que extrae los datos que ofrece. Creo que en una circunstancia como la presente, es la objetividad del dato la que tiene que fundamentar la opinión. Errada o no, esta es la mía.