En HoneyLand (2019) la protagonista Hatidze vive junto a su moribunda madre en una pequeña aldea abandonada. Su único medio de subsistencia es la apicultura, a la que se dedica con devoción. Así es; durante la recolección, Hatidze deja parte de la miel a sus socias. Es la base esencial para la convivencia.
Alcanzar este precioso jarabe precisa de cierto grado de audacia; la apicultora asciende por una escarpada ladera hasta llegar a la laja que oculta los hexágonos impregnados de miel. Se acerca con un ahumador; el humo hace creer a las obreras que hay fuego y bloquea las feromonas que transmiten señales de alarma, lo que impide que piquen a la recolectora del néctar. El temor al fuego las impulsa a llenar el buche melario ante la señal de peligro. Hay que salvar la miel para, tal vez, formar otra colmena con las supervivientes. Tal es la sabiduría de este insecto.
En este delicado equilibrio, Hatidze y su postrada madre conocen y respetan su oficio. Y aunque viven solas y aisladas, forman una gran comunidad en la mítica Macedonia de Eurídice. Se acompañan en los largos días de verano y se asisten durante el invierno. Todas estas protagonistas viven una simbiosis armónica; son obreras y consumidoras al mismo tiempo. Sin embargo, el equilibrio se rompe tras la llegada de una familia errante recibida con generosidad y la instrucción del arte de la apicultura. Por paradójico que sea, esta armonía se destruye por la avaricia de los recién llegados.
Así, el deseo y la necesidad del nómada colonizador, son alimentados por un necio comerciante que esquilma sus colmenas. Ambos trafican brutalmente con la miel salvaje, oculta en los agujeros de los troncos o en los roquedos.
¿Por qué los nómadas aceptan las presiones de ese tosco mercachifle? El temor y la necesidad precipitan a estos necios a vaciar sus panales, por lo que las abejas hambrientas destruyen las colmenas bien nutridas de Hatidze. Es una reacción en cadena; lógica y natural; el expolio lleva a la carestía, y esta, al saqueo de otras colmenas.
El chantaje es el paso previo a la destrucción de un sutil equilibrio. El chantajista ejerce la fuerza a discreción en cualquier momento. Por otro lado, el pago del extorsionado es su propia vida junto a la de sus vástagos.
Las cumbres están nevadas. Un mundo sin corazón abre sus entrañas a la soledad de la apicultora. La familia ya nomadea con su ganado casi muerto, sus caravanas y radios ambulantes. Han lanzado abejas contra abejas; hasta que se han despedazado entre ellas. Parece poco inteligente destruir esta asociación, a menos que importe poco. La estupidez es superada por la maldad, por lo que no hay más remedio que disculpar la idiocia en última instancia.