“Os digo que estos países nos están llamando, besándome el culo. Se mueren por hacer un trato: ‘Por favor, por favor, hagamos un trato, haré lo que sea, haré lo que sea, señor”. Con estas palabras, y ante las risas y los aplausos de las personas que estaban en el Comité republicano, Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, despreciaba abiertamente a los países que están intentando negociar los aranceles que ha impuesto de manera unilateral.
Pocas horas después, en este sainete que va a costar mucho sufrimiento y bienestar a cientos de millones de personas en todo el mundo, el gobierno de Trump anunciaba una pausa de 90 días para los aranceles más elevados para algunos países excepto China.
Así estamos, y es bueno recordar, ante tanta incertidumbre, crispación e inseguridad económica y bélica, que la política es algo central en la vida de las personas. Y que depende mucho de quien gobierne y lo que haga para que vayamos a escenarios de más bienestar y paz, o de más desigualdad y conflictividad. Votar no es una broma o un desahogo, como ya están pensando muchos norteamericanos.
Por ese motivo, ante la ola reaccionaria que recorre el mundo hay que poner en valor las políticas progresistas del gobierno de España que están impulsando un tipo de creciente económico que sitúa a nuestro país como el que más crece en la zona euro en los últimos años.
España ha sido, en 2024, el país que más ha crecido de toda la Eurozona. Un 3,2% frente al 0,8% del promedio europeo. Cuatro veces más. ¿La diferencia? Que aquí se ha intentado que ese crecimiento no se quede solo en los grandes números, sino que llegue también a la gente. Más empleo, más salario, más inversión social. Esa ha sido la apuesta.
Y sí, está funcionando. Hay menos pobreza, menos personas con carencias materiales y sociales graves, y más gente trabajando. Pero también hay una cara menos visible: millones de personas siguen viviendo con lo justo. Y muchas otras, directamente, no llegan a fin de mes.
Hoy hay menos pobreza en España. La tasa de riesgo de pobreza ha bajado al 19,7%, el nivel más bajo de los últimos veinte años. Eso significa que hay más de un millón de personas que han salido de esa situación. Además, si se mira la tasa AROPE que combina tres elementos: ingresos bajos (menos del 60% de la mediana nacional), carencia material y social severa, y baja intensidad laboral en el hogar, también hay mejora. Ha pasado de estar situada en el 30,2% en el año 2014 al 25,8% en 2024. Casi dos millones y medio de personas menos en riesgo de pobreza o exclusión social
Esto no es menor. Es un avance sólido que refleja el impacto de las políticas públicas redistributivas. Pero no es suficiente. Uno de cada cuatro españoles sigue atrapado en algún tipo de vulnerabilidad estructural. Hay personas que, aunque tienen ingresos, viven sin poder cubrir algunas de sus necesidades básicas.
Por ejemplo, no pueden irse una semana de vacaciones al año; comer carne o pescado al menos cada dos días; mantener la casa caliente en invierno; pagar a tiempo las facturas; tener un coche; sustituir muebles desgastados o rotos; reemplazar ropa gastada con otra nueva; tener dos pares de zapatos adecuados; reunirse con amigos o familiares al menos una vez al mes; participar en alguna actividad de ocio de vez en cuando; tener Internet en casa; o tener dinero suficiente para pequeños gastos personales cada semana.
La llamada carencia material y social severa mide justamente eso. La imposibilidad de acceder a al menos 7 de estos 13 ítems básicos. Pues bien, se ha reducido en 2,4 puntos porcentuales, del 10,7% de la población en 2014 al 8,3% en 2024. Más de 1,1 millones de españoles menos en carencia material y social severa.
Sin embargo, hay que continuar trabajando desde las administraciones porque los datos siguen siendo duros:
- Un 33,4% de la población no puede permitirse una semana de vacaciones al año. 16,3 millones de personas.
- Un 17,6% no puede mantener su casa a una temperatura adecuada. Aunque ha bajado desde el 20,7% de 2023, sigue siendo casi una de cada cinco personas. La pobreza energética sigue siendo un problema grave.
- Un 35,8% no podría asumir un gasto imprevisto. Son casi 17,5 millones de personas que viven sin red de seguridad económica.
- Un 27,7% de la población, es decir, 13.517.011 personas, no puede permitirse sustituir los muebles estropeados o viejos.
- Un 12% ha tenido retrasos en pagos de vivienda en el último año. Eso afecta a más de 5,7 millones de personas.
- Un 6,1% no puede acceder a una comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos días. En 2009, este porcentaje era del 2,1%.
- Un 6,3% de la población no tiene un ordenador en casa. Eso implica exclusión directa de oportunidades de formación, empleo y participación social en un mundo cada vez más digitalizado.
España continúa teniendo problemas estructurales que hay que corregir, como la dificultad que tienen millones de españoles para llegar a fin de mes. Es cierto, que se ha reducido este porcentaje en 20,5 puntos porcentuales desde 2014, pasando del 67,9% de la población ese año a un 47,4% en 2024.
Pero que el 47,4% de la población tenga dificultades para llegar a fin de mes muestra la precariedad en la que se encuentra prácticamente la mitad de la gente en España. Estamos hablando de más de 23 millones de personas, aunque hay distintos niveles: Un 9,1% vive con “mucha dificultad”. Son cerca de 4,5 millones de personas que apenas pueden cubrir sus necesidades básicas. Viven al límite. Un 12,7% llega con “dificultad”. Más de seis millones de personas con miedo constante a un imprevisto. Y un 25,6%, llega con “alguna dificultad”. Tienen trabajo y cierta estabilidad, pero viven sin margen de maniobra.
Estas cifras deberían obligar a repensar el modelo económico. No basta con que el PIB suba si casi la mitad del país no puede vivir con tranquilidad. Se necesita una política sostenida que reparta mejor, no solo ingresos, sino también oportunidades, estabilidad y futuro.
España ha demostrado que se puede crecer de forma más justa. Que la política pública importa. Que con voluntad política se pueden bajar las tasas de pobreza y mejorar las condiciones de vida. Pero también ha quedado claro que no hay margen para el triunfalismo.
El camino está trazado. La pregunta es si vamos a seguir por ahí porque queda mucha igualdad que lograr, o si se volverá a un modelo que olvida a la mayoría para beneficiar a unos pocos. Depende de ti y de tu voto, como se ve ya en Estados Unidos y en algunos gobiernos autonómicos y municipales en España.