Jesús Ausín

Hijoputismo y desolación

26 de Febrero de 2024
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cañada real

Ha sido una tarde espléndida. Hacía tanto tiempo que Arundina y Expiración, Arun y Espi, como las conocen todas sus amigas, no lo pasaban tan bien, que habían perdido la capacidad de sentirse personas normales. Llevan más de tres años sin luz eléctrica, pasando frío y estudiando con bombonas de camping gas. El portátil lo cargan con un pequeño generador de gasolina y a veces, cuando se acaba la gasolina de noche, no pueden ni estudiar en condiciones. Aún así, son chicas de muy buenas notas, muy queridas entre sus compañeras que saben de sus penurias.

Esta tarde han estado con sus amigas celebrando el cumpleaños de una de ellas que ha cumplido diecisiete y ha invitado a las dos hermanas. Arun cumplió los mismos hace un par de meses y Espi, tiene casi dieciséis. Se lo han pasado como nunca. Durante tres horas han sido dos chicas normales que ríen, sienten y comentan sobre las series de moda, sobre los actores más guapos y sobre las cosas que les pasan habitualmente a las chicas de su edad.

Ahora, cuando han acabado de celebrar el cumpleaños, es de noche cerrada. A la quedada las acercó Dalil, que tenía que hacer un trabajo por allí, pero hará horas que volvió a su casa. La madre de Arun y Espi, previendo la situación y el horario, les ha dado dinero para que cojan un taxi que las devuelva a casa. Usan una aplicación del móvil para solicitar uno. Esperan un rato en la puerta de una discoteca hasta que llega. Le dan al conductor el nombre de la calle y no pone ningún impedimento. Hasta que llegan a la zona dónde tiene que coger el desvío. Allí les dice que por ahí no se mete ni de coña, que él, en la Cañada Real, no entra porque es un barrio peligroso. Ha escuchado historias. Compañeros que cuentan como el pasajero, al llegar a destino, les amenazó con un cuchillo y le quitó la recaudación, la cartera, el reloj, los anillos y porque en un descuido pudieron zafarse del yonqui y emprender la huida con el coche a toda pastilla.

Las chicas le dicen que ellas no son así. Que seguramente no son historias reales. Porque allí, la mayoría es gente normal. Gente trabajadora que viven en casas normales, no chabolas, con familias normales. Que le pueden pagar por adelantado si quiere. Incluso le enseñan el DNI. Pero el taxista, parado en el arcén, no parece dar su brazo a torcer y les dice que las devuelve a dónde cogieron el taxi. Arun, la mayor, llama por el móvil a su madre, con quién ha hablado antes de subirse al coche para decirla que ya iban para casa. Le relata la situación que tienen. La madre, le dice que le pase el móvil al taxista. Este le explica lo mismo que a sus hijas. Que en esa zona no entra, porque no hay farolas en las calles y es un peligro andar por ahí si no conoces el entramado de calles. También le indica que se hace cargo de que no las puede dejar allí, porque tienen dos kilómetros hasta su casa, es de noche, son jóvenes, mujeres y no se ve a un metro dónde pisas. Como no hay acuerdo entre la madre y el taxista, esta le dice que las lleve a una comisaría de policía y que les cuente a la policía la situación para que le escolten. Y eso hace el taxista.

Llegan al cuartelillo de la Guardia Civil y explica que tiene dos crías menores dentro del taxi. Que le han parado frente a la discoteca Macumba y que le han pedido que les llevara a su domicilio. Que él no se ha dado cuenta de que la dirección que le daban estaba en la Cañada, hasta que no ha llegado al cruce y que allí no entra porque tiene miedo. Que si le pueden escoltar porque la madre, le ha dicho que está sola en casa y no tiene coche y no va a dejar que las niñas anden dos kilómetros, solas por esas calles. La guardia civil, le dice al taxista que les cobre la carrera y que se vaya, que ellos se encargan. El taxista dice que como no ha acabado el trabajo no cobra nada. Y se va dejando a las muchachas en el cuartelillo. Espi, al llegar al cuartel, llama a su madre y le dice que están en con Guardia Civil de Rivas. No le da tiempo a decirle nada más. La conversación se corta bruscamente.

La madre, cada vez más nerviosa, intenta una y otra vez llamar a sus hijas, alternativamente a cada uno de sus teléfonos. Pero dan señal y no descuelga nadie. Está tremendamente asustada. ¿Y si el taxista es un depredador y las ha hecho daño? ¿Y si era mentira que estaban en el cuartel de Rivas? ¿Por qué ha llamado Espi y no Arun que es la mayor? ¿Por qué no descuelgan el teléfono? Intenta encender el generador. Necesita la wifi para buscar en internet el teléfono de la Guardia Civil de Rivas y preguntar qué pasa. Enciende el generador, se van encendiendo poco a poco los testigos del router wifi. Cuando enciende el portátil, unas luces en el exterior le llaman la atención. Sale a la puerta. Es un coche de la Guardia Civil. Sus hijas, muy asustadas son sacadas de la parte de atrás como si fueran delincuentes. Arun temblando. Su madre pregunta por qué no contestaban al móvil. Las crías le dicen que se los han requisado. Hanane, la madre pide explicaciones. El picoleto le devuelve los móviles mientras le regaña diciendo que la guardia civil no es un trasporte público y que la próxima vez se asegure de que sus hijas tienen modo de regresar antes de dejarlas salir de casa.

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Hijoputismo y desolación

Este relato que encabeza el artículo de esta semana, es una ficción basada en un suceso real vivido por una madre y sus hijas de 16 y 14 años, que denunciaba con rabia y razón el otro día en «X» Houda Mediadora (@Hmediadora) Presidenta de la Asociación Tabadol en la Cañada Real.

Ella se quejaba, de la que han convertido la zona dónde ellas viven en un gueto, y tienen que vivir con el estigma de ser menospreciadas, de no poder sentirse personas, de no poder ni siquiera coger un taxi para volver a casa porque desde que la Comunidad de Madrid les dejó sin luz, con la falsa acusación de que eran ilegales y de que tenían plantaciones de marihuana, el barrio, construido sobre los terrenos de una vía pecuaria pero con casas que ya nos gustaría a muchos tener, se ha convertido, desde fuera, en uno de los barrios peor valorados de la capital. No muy lejos de allí, algunas promotoras han levantado pisos de un poder adquisitivo alto (El Cañaveral). En la Cañada, como el terreno es del estado (Cañada Real), no pueden hacer lo que hacen siempre: desprestigiar un barrio hasta hacerlo inhabitable para tirarlo, hacerlo nuevo y vender las casas a precio de cojón de obispo. Por ello, están en una lucha sin cuartel para que la gente se canse y abandonen sus hogares.

Es lo que tiene este sistema de mierda dónde los pobres no tienen derechos y los jetas y caraduras hacen sus agostos particulares sin que pase absolutamente nada. Todos nos hemos quedado petrificados con lo sucedido en Valencia. Y muchos nos preguntamos cómo es posible que un edificio arda como una tea, que en diez minutos el fuego fuera ya inapagable y cómo que en media hora estuviera ardiendo más de la mitad del edificio y en cincuenta minutos fuera una completa tea. Por supuesto que el aire que hacía es un factor acelerante, pero el oxígeno sólo es una parte de lo necesario para que haya un fuego. El combustible es tanto o más importante que el comburente (oxigeno). ¿De qué narices estaba hecho el revestimiento para arder así? ¿Cómo es posible que unas viviendas que, en principio, la inmobiliaria vendía a más de 6.000 euros el metro cuadrado, se quemen como la cabeza de una cerilla? ¿Cómo es posible que si la memoria técnica dice que el aislamiento es de lana de roca, que no genera llama al quemarse, es casi incombustible y cuando se prende por altas temperaturas, su combustión es lenta, haya ardido así todo el edificio? ¿Quién va a responsabilizarse de este suceso? ¿Los técnicos municipales? ¿el arquitecto del proyecto? ¿el constructor?

Tiene bemoles que he tenido que leer que alguno de esos medios que desinforman y alientan el fascismo, culpe a los bomberos por decir a la gente, siguiendo el protocolo habitual para estos casos, que se quedaran en casa. ¡Ojo! Un edificio de viviendas no es un centro de trabajo, ni un centro comercial. Los protocolos según el RIPCI, son distintos. Los pobres bomberos, siempre dispuestos a jugarse la vida, y estos no son como los otros que presumen de ello, porque estos se la juegan de verdad, con medios cada vez más escasos porque todo lo público se denosta, no son culpables de nada. No he visto que esos periolistos, gacetilleros correveidiles del fascio, políticos sin escrúpulos y otros miserables hayan puesto el grito en el cielo por la falta de medios de los bomberos, ni montar el circo que montaron por la lamentable muerte de dos guardiaciviles por un accidente con una lancha de narcos en Barbate. No he visto que le pidan al gobierno que legisle para que se aumenten los efectivos de bomberos por ley, que les doten de los medios materiales que sean necesarios para que puedan reducir el peligro de morir entre las llamas y poder salvar mejor a la gente.La mayoría de los heridos son bomberos. ¡Pero si he tenido que leer a disminuidos del intelecto que abogan por la privatización de los servicios de extinción de incendios!

Vivir en un mundo egoísta dónde todo el mundo cree que él es lo más importante, dónde sólo existen derechos y ningún deber, dónde la sociedad es aislante, lo individual lo único importante y «el yo» es el centro de todo el universo, nos ha convertido en alimañas. Seres asociales que buscan no el bienestar, sino la grandeza. Gente que dice darle más importancia a que sus mascotas salgan heridas a que sus vecinos mueran en un incendio. Gente que relaciona tener éxitocon la opulencia. El tener por tener, por presumir y poder toser al de al lado para decirle «no sabes con quién estás hablando». Confundimos la dignidad con el pundonor y la asociamos al éxito, cuando la mayoría estamos así, por obligación, porque la coyuntura actual sólo crea pobres que tienen que esforzarse e ingeniárselas para llegar a fin de mes.No buscamos el bienestar, sino el poder. Como putos animales en celo. El individualismo nos lleva a la pereza intelectual. Cuando tu ego no puede más, la propia individualidad de la sociedad te da la solución: los libros de autoayuda, el coaching (entrenador personal) emocional o deportivo, los psicotrópicos,… En lugar de pararse, pensar que nos hace felices y dejar de lado todo aquello que nos produce infelicidad, como la constante competición ya sea laboral o de vida, como las metas sobrevaloradas o imposibles de conseguir o como la envidia por lo que tienen los demás. La patria, la bandera, la nación y dios son sentimientos primarios que sólo producen adrenalina, cabreo, malestar, luchas intestinas y enfermedad. Sentimientos que jamás te van a salvar. La vida en sociedad, el entorno cercano, el amor, la familia y las pequeñas cosas de la vida son el motor de la felicidad. Olvidarse de los discursos maquiavélicos de la gentuza que dice representarnos y hacer las cosas por nuestro bien y que sólo miran por su propio beneficio o la de aquellos para los que trabajan a cambio del engaño y de una vida de consumismo que está llevando a la humanidad hacia la extinción, da calidad de vida. Apagar la televisión o sobre todo dejar de ver esos programas que llaman informativos pero que sólo son sermones para coartar, inculcar, someter y tener a la gente dónde los poderosos quieren, da calidad de vida. Un titular como el del otro día de Cuatro TV, un artículo como el de Levante, en los que se culpa de la muerte en el baño de una familia en el incendio de Valencia a los bomberos, arruina la credibilidad, el trabajo honesto y servicial de un colectivo que sigue un protocolo establecido, no al azar, sino después de largos años de observación y que insisto, siempre se juegan la vida por los demás.

No debemos dejarnos engañar por toda esa jauría de pirómanos que dirigen Europa. Es tendencia ahora, entre esos políticos zarrapastrosos de este conglomerado plurinacional, esbirro y mercenario de un imperio que nos está arruinando, la insistencia en la necesidad de fabricar más armas, de desviar todo lo posible de los fondos públicos para el rearme con la supuesta finalidad de defenderse de Rusia. Un estado del que, hasta la guerra en Ucrania, importábamos, gas, petróleo, productos químicos, fosfatos, abonos y hasta cereales y que por tanto no necesita como USA invadir y manejar a su antojo a pobres incautos para obtener recursos y materias primas de otros territorios. ¿Qué necesidad tiene de invadir otros países que carecen de lo que ellos ya tienen? ¿No será que estos sinvergüenzas, los caraduras que trabajan para lobbies, gentes sin escrúpulos que cobran cientos de miles de Euros de los fondos públicos, lo que quieren es seguir fomentando conflictos como el de Ucrania o Palestina, para seguir asegurándose su propio beneficio? ¿Qué hemos sacado de un conflicto como el de Ucrania que está a punto de finalizar con Rusia intacta? Hemos sacado la voladura del North Stream por parte de USA que ha dejado a Alemania sin el gas ruso y a la UE comprando gas americano a tres veces el precio de lo que pagaba a Rusia. Hemos sacado dejar de importar gasóleo de Rusia para comprárselo a la India, que lo adquiere de Rusia y pagarlo dos veces más caro que a los rusos. Hemos sacado cientos de millones de euros gastados en armamento y tropas para que revierta en las empresas USAnianas. Miles de vidas sesgadas. Alemania en recesión. Europa en proceso de extinción (esto quizá es lo único bueno) y un enorme peligro de que a alguien se le vaya la mano y acabe volando la tierra con cientos de cabezas nucleares.

El individualismo acaba levantando el fascismo. El fascismo, lleva al conflicto y el conflicto a la sangre, los heridos y los muertos. Y sobre todo, el fascismo acabará con esta humanidad que no se entera de nada que cree que los veinte grados en febrero es el paraíso hecho realidad, que la falta de agua es consecuencia de que los políticos fumigan (no les hace falta, ya nos encargamos nosotros de hacer que cada día la lluvia sea más escasa, más violenta y más inefectiva) o de la agenda 2030, que el cambio climático atraerá más turismo y que no se preocupa de dónde sale la comida porque cree que las lechugas las fabrica el señor Roig en el Mercadona y la carne viene de las vacas que comen aire y beben gotas del rocío.

El hijoputismo nos llevará a todos a la ruina y a la miseria ecológica. La violencia será la forma de conseguir agua y comida.

Mucho tendríamos que cambiar para que personas como las que viven en la Cañada pudieran tener una vida normal, para que los hideputas dejen de mover los hilos que provocan las guerras y para evitar el colapso.

Solo nos queda luchar por el feminismo, la ecología y el decrecimiento entendido como reparto equitativo de la riqueza.

Salud, república y más escuelas.

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