De niño viví la primera tragedia ocurrida en Valencia cuando el rio Turia atravesaba la ciudad, mi madre nacida en la capital, pasó días angustiada hasta saber que nadie de su familia había tenido problemas, entonces las comunicaciones no eran como ahora.
Durante varios años, cada vez que escribíamos a mis abuelos, aparte del sello de correos normal, añadíamos otro de 25 céntimos, denominado Plan sur de Valencia, coincidiendo con las obras del desvío del Turia.
A mis 14 años viví las inundaciones del Vallés (Barcelona), aparte de ver en persona un espectáculo horrible como el actual, trabajé de voluntario en Montjuic recogiendo ropa, mantas toallas, etc. y, ahora, de nuevo han venido a mi mente aquellos recuerdos al ver la tragedia ocurrida en Valencia.
El artículo de hoy, está tomado en parte del publicado por VilaWeb, que he tratado de resumirlo, añadiendo algún comentario y acompañando algunas escenas de la tragedia.
En mi país la lluvia no sabe llover. Lo cantaba –y como en tantas otras cosas tenía razón– Raimon. Y es verdad: tenemos un país donde la lluvia no sabe llover. O llueve poco o llueve demasiado. Si llueve poco es la sequía. Si llueve demasiado es la catástrofe.
Y “catástrofe” es la palabra más adecuada para definir todo esto que hemos vivido desde martes por la tarde, esta furia hídrica que ha arrasado la Ribera, la Plana de Utiel y la Huerta, donde ha dejado un panorama de devastación del cual nos costará poder recuperarnos.
Pero todo el dinero que pueda costar la tragedia no son nada ni tienen importancia junto a la escalofriante cifra de muertes. En el momento de redactar este artículo ya hablamos de noventa y cinco personas muertas, cosa que seguramente quiere decir que cuando esparza el agua y localicemos los desaparecidos, se podrá hacer un recuento final sabiendo que es posible que hayamos sobrepasado el centenar. Un centenar o más de vecinos nuestros que, simplemente, no tendrían que haber muerto.
En un país, donde la lluvia no sabe llover, hay inconvenientes que no pueden ser evitados. Pero hay situaciones que pueden ser evitadas y lo tienen que ser. Concretamente los muertos de esta tragedia.
Esperanza Camps ya elaboró, ayer a mediodía, una cronología que acorrala y acusa al presidente de la Generalitat Valenciana. Y es él quien tiene que dar explicaciones de su negligencia criminal. Hora a hora, minuto a minuto y decisión a decisión.
Fue Mazón quien dijo - y después ha probado de borrar el rastro - que todo iba bien y que la situación se estabilizaría y amainaría a partir de las seis de la tarde. Y a las siete el agua se lo llevaba todo por delate en Paiporta, antes de que la Generalitat avisara a la población del peligro que corría.
Por la mañana los técnicos ya habían avisado que la situación era muy peligrosa. Contradiciendo de forma significativa y pública el mensaje de la Generalitat valenciana.
Se sabía que aquel episodio de lluvias sería grave. Se sabía que sobresaldrían los barrancos y rieras. Se sabía que peligrarían las zonas urbanas atravesadas por estos barrancos y estas rieras.
La lluvia no se podía evitar, pero se podía haber evitado que los ciudadanos estuvieran en la calle, que no entendieran que tenían que refugiarse y que no fueran conscientes de que les peligraba la vida.
Se ha muerto gente por correr al garaje a sacar el coche y nunca más no volvió. Se han muerto abuelos que, simplemente con un poco de tiempos y tranquilidad, habrían podido subir un piso, tan solo un piso y salvar la vida. Han muerto trabajadores al pie de una fábrica donde nadie había ordenado cesar la actividad, por prudencia, en vista de la alarma meteorológica.
Las alarmas oficiales llegaron tarde. Que a un cadáver le suene el móvil al bolsillo avisándole del peligro que corre, ya no le sirve de nada, El presidente Mazón, sea por el miedo de reconocer su imprudente decisión de eliminar la Unidad de Emergencias de la Generalitat, sea por esta obsesión que tiene de hacer ver siempre que todo va bien, sea porque es un incompetente y no está preparado para ejercer el cargo, no estuvo a la altura y tiene que pagar por las graves consecuencias de sus actuaciones.
Y cuando digo que tiene que pagar no quiero decir tan solo políticamente, una dimisión, que es la única salida digna que tiene. También hablo de un juicio penal. Porque los muertos, esta cifra que nos enfurece y nos llena los ojos de lágrimas, no lo son por la gota fría, por el cambio climático o por la urbanización salvaje y equivocada de la huerta. Los muertos lo son por la negligencia de Carlos Mazón como máximo responsable. Son nuestros muertos y es suya la culpa.