Espero que los amables y pacientes lectores comprendan el esfuerzo y la audacia que implica escribir en estos momentos, y con la que está cayendo, un artículo en el que no se defiende la ortodoxia marcada por la línea oficial de los tiempos según la cual hay que unirse a la jauría del Me Too, o estás perdido. Me aburre bastante el discurso del machismo y el patriarcado, no porque no sea cierto, sino porque ya está muy visto y lo que se hace ahora es emplearlo con más virulencia, como cuando alguien, tratando de convencerte, te repite lo mismo pero más fuerte. Yo estoy convencido de que en el asunto de la violencia contra la mujer hay muchas más variables implicadas que no se están teniendo en cuenta, simplemente, porque son “tiempos de gritos”. Estamos indignadas, estamos cabreadas, estamos hartas, y queremos decirlo bien alto. Tenemos ganas de desahogarnos, no de razonar; pero al mismo tiempo exigimos soluciones y no comprendemos que la búsqueda de soluciones pasa por el estudio y el razonamiento. De manera que vamos a estar atrapados en un bucle de gritos y desesperación hasta que no seamos capaces de desemocionarnos y racionalizarnos. Dicho todo esto a modo de preámbulo y salvavidas, vamos a entrar en lo que serían los tres puntos señalados en el título del artículo.
La ideología. Hemos definido Ideología como el conjunto de valores, creencias, modos de actuación y organización que determinan cómo pensamos nosotros que debería estar estructurada una sociedad. A partir de aquí se remarca la incoherencia de Íñigo Errejón al declararse de izquierdas y feminista, y luego tener un comportamiento machista ¿Acaso ser de derechas y machista sí es coherente? El presidente de la Comunidad Valenciana Carlos Arturo Mazón ha declarado que Íñigo debe pedirle perdón a él por ser de derechas y neoliberal porque se suponía que todos los de derechas neoliberales eran machistas, y no es así. Bueno, aparte de la gilipollez, gracias Sr. Mazón por reconocer que es usted de derechas y neoliberal. Ya saben los valencianos lo que les espera. Sigamos.
Una ideología, o una religión, no son militantes. Se puede tener una ideología, es decir, una idea clara de cómo debe estar organizada una sociedad, y sin embargo no poder participar de esa organización por no tener las características de personalidad adecuadas. Eso no cambia ni deslegitima la ideología ¿Cómo es esto posible? Porque los seres humanos no somos lógicos, sino psicológicos, y, por lo tanto, absurdos e incoherentes. Así, cuando un político se corrompe esto no significa que la ideología sea corrupta. Él puede seguir manteniendo su ideología, lo que no puede es estar es en el partido en cuestión. Si un socialista se corrompe puede seguir siendo socialista, lo que no puede seguir siendo es del Psoe ¿O es que acaso los corruptos no tienen derecho a voto? Con la religión pasa lo mismo. Una persona puede creer en Dios y ser, al mismo tiempo, un grandísimo pecador. Eso no altera la creencia. Simplemente, cuanto más pecador sea, más alejado estará de la creencia, pero la creencia seguirá existiendo tenga él el comportamiento que tenga. Dios no va a dejar de existir porque los feligreses pequen, ni va a existir más porque se hagan curas. La creencia es la misma. Lo mismo pasa con las ideologías. Por lo tanto, no confundamos los conceptos y no pretendamos deslegitimar una ideología porque una persona, sea del partido que sea, cometa determinados actos ilegítimos. Lo que sí se puede es deslegitimar al partido si no toma las medidas adecuadas, o si los actos ilegítimos aparecen por doquier. Entonces sí debemos preguntarnos qué clase de partido es éste. Pero no qué clase de ideología es ésta. No sé si me he explicado. Así pues, y para terminar con este punto, la lucha feminista no se deslegitima porque uno de sus participantes haya resultado un fiasco. Lo que se hace es apartarlo, algo que no hace falta porque ya se ha apartado él por sí mismo.
Segundo punto, la tolerancia cero. Me gustaría que entendiéramos que cuando aplicamos, donde sea y en el tema que sea, una política de tolerancia cero, lo que estamos haciendo es ser intolerantes. La intolerancia conduce al rechazo, el rechazo al aislamiento, el aislamiento a la marginación, y la marginación a la violencia. La tolerancia cero implica una actitud reduccionista ante problemas complejos que requieren soluciones sofisticadas, tras un profundo análisis, teniendo en cuenta todas las variables implicadas. La aplicación de medidas radicales, sin excepciones, sin puntos medios, sin medidas de acercamiento o mediación, sin explicaciones, sin oportunidades de defensa, representa una máquina de generar injusticias. Los socialistas no podemos entrar en eso. Nosotros somos moderadas (sí, he dicho moderadas), y nuestras políticas deben ser siempre de comprensión y entendimiento. López Aguilar fue acusado de maltrato por parte de su mujer, y resultó poco menos que era ella la que le pegaba a él. No se puede masacrar a la gente a las primeras de cambio. Podría abundar más en este concepto, y probablemente lo haga en otro artículo, porque éste se está alargando mucho y no quiero abusar de la muchachada. Seguimos con el tercer punto.
Íñigo Errejón. No me parece que Íñigo sea un machista. Un machista es una persona que cree que la mujer es la que tiene que encargarse de los niños, o de los padres, o traer el café, o fregar los platos, o ejercer de secretaria, por el hecho de ser mujer. Lo de sacar el miembro viril a pasear a las primeras de cambio no es ser machista, es ser gilipollas. Y de no tener ni puta idea. Tampoco es Íñigo ningún maltratador. Si lo fuera, la Sra. Elisa no se hubiera ido de rositas del piso de Íñigo estando éste con los pantalones bajados más caliente que el empaste de un dragón. Si eso se lo hacen a Dani Alves… No, el problema es otro. Íñigo es una persona muy cerebral, con una gran capacidad para hacer juicios racionales, pero muy poca (o ninguna) capacidad para hacer juicios emocionales. Es, fundamentalmente, un inmaduro. Y un inexperto en materia de mujeres, aunque él se crea lo contrario. El sexo nunca es lo primero, es lo último. Antes debes crear una atmósfera de comodidad y confianza psicológica. Esta mujer había dejado a su hijo, que estaba algo malucho, con una persona para poder estar con Íñigo. Se subió al coche con él, lo llevó a una fiesta, consintió la tontería de la puerta con cerrojo y la salida de la nutria de la madriguera, y aún así, todavía se fue con él a su casa. Nunca un hombre lo ha tenido tan fácil, no para echar un polvo, sino para tener una relación, que es lo que ella quería. Pero él no supo verlo a pesar de las evidencias. Íñigo Errejón ve muy lejos con la mente, pero con las emociones, no solo no ve, sino que tropieza. Esto es muy grave, porque las personas somos los seres más emocionales del planeta. Íñigo tiene problemas psicológicos que resolver y muchas cuestiones de empatía que aprender. Démosle tiempo, no es un caso perdido. Todos merecemos segundas, terceras y cuartas oportunidades. Seamos socialistas, no talibanes. Un saludo a todo el mundo.