Desde el anuncio en el año 2020 de la nueva era post vírica, los publicistas del año 0 pastorean a la grey con libertad. No es para menos; en tan solo unos años se han sucedido la gripe porcina y las variantes de la gripe aviar, el infausto Sars Cov 2 y sus mostrencas denominaciones o el virus del mono (cabe preguntarse qué clase de simio). Es un carrusel de trashumancia sanitaria parejo a los miedos irracionales de la masa.
Son tantas las amenazas y tan necesaria la difusión de la verdad por el bien de la grey, que es preciso extremar el control policial de las redes sociales. Además, la responsabilidad y la buena reputación requieren de la auto censura, por lo que se cierra el círculo de la relación entre el mayoral y la rehala. Y por si fuera poco, las tecnológicas discriminan los contenidos en connivencia con los pastorcicos de la grey. Es así como se crea un doble digital, un avatar personal regalado a las tecnológicas previo pago.
En los tiempos de la gran censura, una multitud de bots pseudo gubernamentales inundaron de propaganda los comentarios en los medios, mientras algunos políticos apostataron del credo sanitario para irse de copas. Esta estafa evidente, la ruina económica y la frustración ni siquiera fue mitigada con el libre acceso a Pornhub, de tal manera que han dejado secuelas de las que casi nadie habla. Los publicistas del error deseaban "aplanar la curva" y "ayudar a los ciudadanos a quedarse en casa". La salud del medio geográfico y humano requiere también de la participación de los bots e individuos reales en su lucha por el like.
Nadie ha dimitido por esta gestión, ni por la barbarie de unos confinamientos que han dañado la fe en los mastines de la vacada. A este conjunto de pesadillas se han añadido oportunas guerras en todas las fronteras panamericanas. Son conflictos que apenas tienen solución. El enfermo necesita tomar aire hasta las próximas elecciones.
La sublimación de la naturaleza abstracta precisa expandir las fronteras posthumanas, la emancipación de la biología, el fin del dinero físico junto a la liberación del CO₂ excepto para los que viajan en aviones privados. Y si bien los humanos acostumbramos a rodearnos de concertinas, los virus se mueven con las corrientes atmosféricas. Esta es la paradoja.
Es difícil ordenar el caos de las libertades víricas: es necesario echar mano de los muñecotes del oficialismo político-sanitario. Practicar el cultivo de regadío monetario apuntalado por la IA de las redes sociales.
En esta nueva guerra de los mundos, multiplicada por internet, las voces de algunos publicistas y actores dibujan la fábula hasta hacerla realidad. Total, de la ficción a la realidad impuesta media la voluntad política.
Un sistema propagandístico como el actual necesita de la colaboración de los fanáticos de la difamación, ora, millones de colaboradores que digieren el discurso de la guerra, ora aquellos que transigen con todo tipo de plagas teledirigidas. Los bots, convenientemente entrenados para el próximo desastre pandémico, aguardan fieles la próxima consigna gubernamental. Apostados en los adarves digitales o bien frente al televisor, esperan las órdenes del bebé jefazo. Los bots y sus patrocinadores no mueren, sino que vegetan a la espera del siguiente acto de fe ciudadana, de adhesión al movimiento.