Ya hace unos días que disfruté en el cine con la proyección de " La Infiltrada". Película española, muy entretenida y que mantiene la tensión de principio a fin. Dirigida por Arantxa Echevarría y magníficamente interpretada por Carolina Yuste y Luis Tosar ( este hombre es un genio como actor). Nos relata una historia real, la de una agente de policía que durante más de 8 años estuvo infiltrada en la ETA camuflándose como una militante radical vasca y renunciando, en consecuencia, a vida y familia. Con su trabajo precipitó la caída del mortífero "comando Donosti" en el ya lejano 1999.
Además de sus virtudes cinematográficas, la película da que pensar en cuanto a las características psicológicas de aquellos terroristas que, militando en ETA se dedicaban a la benefactora labor de "socializar el sufrimiento". Uno de ellos, el llamado Kepa, es un tipo idealista y algo inmaduro, que añora infancia y familia y que considera que la independencia vasca abrirá las puertas a un idílico paraíso de paz, abundancia, buena comida y felicidad. Como piensa que "el fin justifica los medios" no duda en matar aunque no le guste, porque es capaz de cualquier cosa para lograr su objetivo. Es casi una imagen especular de la infiltrada, igualmente dispuesta a lo que sea, incluso al sacrificio de su propia vida, con tal de acabar con la pesadilla terrorista. El otro etarra, el tal Sergio, es un psicópata narcisista y ególatra sediento de sangre al que le encanta ejercer un poder basado en su pistola y encumbrado a la categoría de héroe por su dedicación a la causa patriótica vasca. Ambos son de gatillo fácil pero por razones bien distintas. El mito de un puro e inmaculado pero oprimido pueblo vasco, transforma a una persona normal en un asesino y a un criminal en un héroe. Esto es cosa de magia negra.
Los mitos pueden ser muy peligrosos. Dice el antropólogo y psicólogo Robin Dunbar que el máximo número de personas que pueden relacionarse y colaborar en cualquier sistema rondan las 150. Pocas para emprender grandes empresas. Desde el principio de los tiempos, si los grupos humanos pretendían prevalecer sobre otros grupos deberían aumentar de tamaño. Ya se sabe, la unión hace la fuerza. Y no existe pegamento emocional mejor para los seres humanos que los mitos, que no son otra cosa que imaginaciones sin una existencia real pero cuyo valor simbólico les confiere un inigualable dominio sobre las grandes agrupaciones humanas. Los dioses, las leyes, las naciones, los derechos humanos, las libertades, la democracia, las religiones, la justicia, la raza, y tantos otros significantes son ficciones mas o menos hermosas que no se pueden ver ni tocar pero por las cuales la gente mata y se deja matar sólo para dar ejemplo, transformándose en mártires, testimonios inapelables de la verdad del mito que queda de este modo reforzado
La profesión de crear e interpretar mitos confiere mucho poder sobre grandes masas de personas. Entre estos expertos en mitos se encuentran los que se los creen a pies juntillas (se les puede denominar "fanáticos".) y los que saben de la manipulación que ejercen, pero que son conscientes de todo el poder y el dinero que les reporta la posesión de la verdad mitológica. Todos los creyentes en el mito comparten naturalmente una comunidad marcada por la vanidad colectiva que les ofrece una convicción de superioridad. Los numerosos mitos nacionales repartidos por el mundo reúnen estas características sagradas que alcanzan su apoteosis en ciertos señalados días que recuerdan en el mejor de los casos alguna injusticia histórica que es necesario reparar y en el peor alguna horrenda matanza. Sabino Arana en el caso que nos ocupa fue el creador de las ficciones fundadoras del catecismo mitológico vasco en forma de derechos históricos, pueblo oprimido y todo eso, para fundar después su propia iglesia, el PNV, de la que finalmente nacieron los "cruzados" etarras. Es de señalar el riesgo que incluso los mitos más bellos poseen interpretados por mentes inadecuadas. No hay mas que recordar a Maximilien Robespierre que se convirtió en un virtuoso de la guillotina en nombre de la Igualdad, la Libertad y la Fraternidad. Asombroso
Pero terminemos con nuestra agente infiltrada. Vivir tantos años rodeada de creyentes en unos mitos para ella extravagantes y causantes de tantas muertes, debió de ser una experiencia atroz. Como aquellos musulmanes y judíos a los que se obligaba a convertirse al cristianismo pero que mantenían en secreto su verdadera fe. Imagino que padeció una terrible soledad por tan prolongada impostura gracias a la cual salvó de la muerte a unas cuantas personas. Una heroína verdadera y a la vez anónima. Extraordinaria proeza. Y se trata de una persona real a diferencia de las ficciones asesinas. Si. Muchas gracias al cine por presentarnos a tan admirable criatura. Me devuelve un poco el optimismo entre tanta bazofia política que nos cae encima de los que se llaman a sí mismos" servidores públicos",