Instinto de protección

05 de Noviembre de 2023
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protección

No tengo hijos.  Pero por mi trabajo de profesor como después terapeuta, he experimentado la responsabilidad de trabajar con niños de varias edades, hasta el punto que mi exceso de precaución en cuanto a la seguridad y bienestar de los críos a mi cargo me causaba incluso desasosiego.  Recuerdo que un viejo amigo, profesor como yo, se reía de mí en una ocasión en que estábamos tomando un café en una terraza, y yo estaba totalmente desconectado de la conversación, pendiente de una niña de unos tres años que estaba jugando a hacer equilibrios sobre su silla, en la mesa contigua, en la que los padres hablaban distraídamente.

Siempre he creído que la cuestión de la seguridad y el bienestar de los niños nos afecta a toda la sociedad igual que a una gran familia humana, como si los niños, en general, fuesen algo nuestro, independientemente del lazo de consanguinidad. Esta forma de pensar noto que se me acentúa al máximo cuando se trata del terrible tema de las redes de tráfico de niños. Sencillamente, si ya me resulta poco tolerable la idea de que un niño sufra, pasa a ser insoportable pensar que ese sufrimiento sea intencionado.

Pude ver por fin la película que trata sobre este tema, SOUND OF FREEDOM (Sonido de libertad), producida por Eduardo Verástegui (quien además encarna el papel de Pablo Delgado, un empresario que ayuda en la lucha contra la trata internacional de niños), y con guión y dirección de Alejandro Monteverde. El filme cuenta además con Jim Caviezel encarnando el papel del agente del HSI (Oficina de Investigación y Seguridad Nacional) de EEUU, Tim Ballard, Mira Sorvino en el papel de la esposa del agente, y también el actor y cantante madrileño Javier Godino (que interpreta a Jorge, un funcionario colombiano que ayuda a Ballard en el rescate de Rocío, una niña captada por la red de tráfico de menores).

Algo que me ha dejado perplejo, ha sido la reacción contraria hacia esta película de un sector concreto de la prensa (la de los grandes medios, la oficialista), y no por el hecho de que hayan desmentido alguna parte o la totalidad de los hechos narrados (en cuyo caso tendría sentido el rechazo mediático); de hecho, Timothy Ballard no sólo es un personaje totalmente real (ex agente de Seguridad Nacional y que, además, trabajó en la CIA durante un año), sino que concedió entrevistas para The Daily Signal y CBS News (de las cuales se extrae la información que Gianella Altuna publica en el artículo LA HISTORIA DE LA VIDA REAL DE “SOUND OF FREEDOM”: LA LUCHA CONTRA EL TRÁFICO DE NIÑOS DE TIM BALLARD, para EL COMERCIO (que puede localizarse en Google).

Lo realmente extraño del posicionamiento en contra de los grandes medios es el marco en el que pretenden retratar THE SOUND OF FREEDOM para sus lectores: reconocen el éxito inesperado del filme (que llegó a superar el día de su estreno en EEUU, el 4 de julio, nada menos que a INDIANA JONES AND THE DIAL OF DESTINY (Una superproducción de 200 millones, frente al ínfimo presupuesto de 14 millones de la película de Verástegui), pero centran el foco en el trasfondo “polémico”, no por la temática ni por la forma de enfocarla, sino por una pretendida “ideología conspiranoide” que ni siquiera aparece en la película. En realidad esos medios  renuncian a tratar el verdadero problema de fondo que motivó a Ballard incluso a dejar la seguridad de su contrato y la protección oficial como agente del HSI para poder combatir por cuenta propia las redes de tratas de niños, y poder así conseguir la liberación efectiva de hasta 4.000 niños en el primer año de trabajo, e inexplicablemente, atacan tanto a Ballard, como a Verástegui e incluso al director, Alejandro Monteverde, por su ideología política y creencias religiosas.

En los principales medios españoles, titulares como “Sound of Freedom: cuando el conspiracionismo ultra es éxito en taquilla”, “El caso Sound of Freedom: qué hay detrás del éxito de este thriller conspiranoico sobre tráfico sexual infantil”, “¿Quién conspira en Sound of Freedom? La película de polémica infinita” o incluso, “Sound of Freedom, el éxito mundial que desafía a los conspìranoicos y se alimenta de ellos”, parecen repetir la misma estrategia de ataque que los medios “woke” de EEUU aplicaron meses a una película que se adentra en un tema pocas veces tratado, basado, además en el trabajo real de un ex agente de Seguridad Nacional con doce años de experiencia en redes de pornografía infantil y de explotación de niños, y un año como agente de la CIA, nada menos.

Mi experiencia como espectador fue muy impactante: los  primeros minutos me sentí profundamente conmocionado, no por que la película muestre escenas escabrosas –afortunadamente-, sino porque se transmite muy bien la durísima realidad que inspira la adaptación al cine (con escenas de cámaras de seguridad que muestran robos de niños a plena luz del día y en plena vía pública); sentí que me invadía un desasosiego mayor, incrementándose con las primeras escenas de situación, con el trabajo del agente del HSI que debe transcribir el contenido del material pedófilo que encuentra (me afectó sobremanera el plano en que el personaje de Ballard  extrae para examinar, una carpeta en cuyo lomo puede leerse “age 0-6”; agradecí incluso que el resto del filme tomase la forma clásica de thriller de acción, aunque siempre estaba presente la idea de que aquello narraba hechos basados en la realidad, ayudado sin duda por el gran papel que realizan los niños que encarnan a los dos hermanos hondureños que son captados en la red de tráfico infantil.

Una vez visionado el film como simple espectador, y contrastando esa nada sutil campaña en contra, con un sospechoso argumentario común de los medios estadounidenses y españoles, pude entonces ponderar esa versión que intenta retratar a los impulsores del filme como si su verdadero interés fuese el de promover una ideología política de ultraderecha, junto con un fundamentalismo cristiano, argumentando el hecho de que la única productora que finalmente se interesó en distribuir la película es Angel Studios Inc, una minúscula compañía de Utah que, aunque no está ligada formalmente a ninguna iglesia ni religión oficial, sí que se dedican a la producción y distribución de material religioso. Ahora bien, la productora no intervino ni en el guión ni en la producción; de hecho, el filme de Verástegui ya estaba terminado en 2019 y listo para exhibirse a través de FOX Latin America, cuando la compañía fue absorbida por Disney, que pasó a ser la propietaria de la película, pero que decidieron rechazar por una decisión de la “alta dirección” en contra del criterio de los ejecutivos de Disney Latinoamérica, en Argentina.

Además, cualquiera puede visionar en YouTube la larga entrevista de más de una hora que Agustín Laje Arrigoni le hace a Eduardo Verástegui y a Jim Caviezel (puede localizarse tecleando SOUND OF FREEDOM: POR ESTO NO QUIEREN QUE LA VEAS), en la que puede conocerse la información que da el productor sobre su encuentro con Timothy Ballard en 2015 y las motivaciones personales de este hombre, y la implicación del propio Verástegui y Monteverde en lo que, más que un proyecto cinematográfico, fue a partir de entonces una campaña para ayudar al grupo privado de Ballard a combatir el creciente y alarmante fenómeno de la red internacional de trata de niños.

Una diana a la que se ataca especialmente es el actor Jim Caviezel (conocido por su interpretación de Jesús en LA PASIÓN DE CRISTO), al que se acusa, por un lado de excederse en su dramatismo y emocionalidad a la hora de interpretar el rol de “héroe salvador de niños”, pretendiendo que esa deificación del personaje malogra la calidad del filme (como si el objetivo fuese la calidad formal de la película, y no la terrible trama que intenta denunciar), y por otro lado, se le acusa de haber promovido tesis conspiranoides en la línea de QAnon (un movimiento que sostiene la existencia de una élite pedófila y satanista que mueven los hilos de las redes internacionales de tráfico de niños, y que se apoyan en el caso de Jeffrey Epstein, quien según la versión oficial se suicidó en prisión, tras ser detenido por ofrecer servicios sexuales con menores a importantes personajes de altas finanzas y de la alta política, en dos islas de su propiedad).

Lo cierto es que, tras el rechazo de veinte actores, que no se atrevían a participar en ese filme, Jim Caviezel aceptó el papel que le ofreció Verástegui (siguiendo el deseo del propio Ballard de que ese actor tenía que ser quien le encarnase en la pantalla), principalmente porque él y su mujer acababan de adoptar a una niña que había sido rescatada de las redes de explotación sexual.

No deja de ser cierto que, cualquier periodista mínimamente profesional recomendaría mucha prudencia a la hora de tratar informaciones tan polémicas como las que apuntan a esos grupos de poder vinculados a redes de pederastia, con elementos añadidos tan fuera de lo común como es la práctica de una creencia satanista o el consumo de una sustancia denominada adrenocromo.

Ahora bien, una cosa es pedir prudencia y tomar con la suficiente distancia esos temas, y otra muy distinta es usar como falacia ad hominem ese argumento de “fake conspiranoico” para, sin más, desacreditar no sólo a las personas que promueven una campaña contra el tráfico de explotación de niños, sino también  a la propia película que es de las pocas que se han atrevido, a pesar de todos los obstáculos puestos en su contra, a denunciar este tema que cada vez afecta a más niños en el mundo (sólo en EEUU, la trata de niños produce 150 millones de dólares al año; EEUU es el principal consumidor de pornografía infantil, y México –país de origen del productor y el director- su principal suministrador). Ballard ya había conseguido rescatar a más de 4.000 niños en todo el mundo –y con motivo de la presencia de su equipo en el rodaje en Cartagena (Colombia), detectó la existencia de una red local de trata de niños y en tres semanas ayudó a la policía de ese país a rescatar a 200 niños-; sin embargo, tal como el propio Ballard (que actualmente asesora a agentes en materia de rescate de niños y lleva la organización sin ánimo de lucro Operation Underground Railroad, para la defensa de los derechos de los niños y la lucha contra la explotación infantil) reconoce que poco puede hacer para combatir los millones de casos que se dan anualmente en todo el mundo, y esa fue la motivación principal para iniciar una campaña impactante de llamada de atención con el proyecto de la película THE SOUND OF FREEDOM.

Cualquier periodista serio y honesto –no dependiente de los fondos de inversión que ya controlan los grandes medios, como se ha demostrado a lo largo de la pandemia y el conflicto de Ucrania, y el tratamiento totalmente desviado de la información veraz que hemos presenciado estos años- contrastaría, cotejaría y ponderaría los datos.

Beatriz Talegón se hizo eco en noviembre de 2022 del escándalo de la campaña de publicidad e la firma Balenciaga, en la que una serie fotográfica mostraba a niñas de cortísima edad rodeadas de materiales de prácticas sexuales sadomasoquistas, marcas de crecimiento en la pared pero con anotaciones de fechas de condenas por abusos de menores, o unas cintas amarillas donde el nombre de la marca aparece intencionadamente mal escrito, como “Baalenciaga” (se traduciría como “Satán es el rey”). La periodista, en su artículo “Balenciaga: la pederastia no admite disculpas” publicado en Las Repúblicas, con un rigor exquisito expone los hechos sin cargar las tintas en los aspectos más morbosos del asunto, evitando precisamente que el foco de atención no se desviase del tema de fondo, que era el realmente importante.

Un expertos en geoestrategia de reconocido prestigio, como Daniel Estulin, llamaban la atención sobre el pase de modelos de la Semana de la Moda de Nueva York, en marzo de 2023 (cuatro meses después del escándalo de Balenciaga), acerca de la temática elegida en ese importante evento (y que puede localizarse en su canal de Telegram, como también puede localizarse su referencia a la conexión de Jeffrey Epstein con determinados personajes importantes de la política estadounidense).

En España desaparecieron en 2021, 14.708 menores (datos del Centro Nacional de Desaparecidos, del Ministerio del Interior); cada año aumenta el número de desapariciones.

Verástegui dice, al final de la entrevista de Agustín Laje dice: “mi sueño era que la película tuviera el éxito necesario para que la prensa esté obligada, más allá del éxito y la temática del film, para que la gente ya no pueda decir que no sabía nada”

No tengo hijos, pero la noche en que vi THE SOUND OF FREEDOM me costó mucho conciliar el sueño; me imaginaba cuantos niños no dormían en su propia cama en aquel momento; qué hubiera pasado si a mi sobrina, cuando yo la tenía en brazos, paseando por la calle, alguien me la hubiera arrebatado y nunca más hubieras sabido de ella, o si alguno de los hijos de mis amigos, que los he visto nacer y también los he tenido en brazos, hubiese corrido la misma suerte.

Si un soltero como yo, sin hijos, tiene que controlar que no se le acelere el pulso mientras escribe estas líneas, qué no le ocurrirá  a un padre, una madre que sabe lo que es la vulnerabilidad de una criatura, en un mundo cada vez más amenazante y con menos posibilidades de protegernos de tecnologías mediáticas cada vez más invasivas de la intimidad, no sólo de adultos sino de niños.

No perdamos jamás el instinto de protección de nuestros niños. Es lo único que importa más que cualquier otra cosa en el mundo.

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